Cada experiencia es diferente, como cada alumno que ha pasado varios meses en una embajada o consulado con un contrato de prácticas. Sin embargo, muchos de estos jóvenes coinciden en que acceder a estas plazas cuando el Estado no cubre ningún gasto es tarea imposible. Desde 2013, Exteriores ha aumentado en más de 70% las becas sin remunerar.
Trabajar para el Estado con un contrato de prácticas no remuneradas puede salir muy caro. Prohibitivo si la plaza está a miles de kilómetros de España. Desde 400 euros al mes que pagaba José Ignacio en Túnez, hasta los mil euros que prevé Victoria gastarse en La Habana. Puede incluso resultar más costoso si el destino está en Estados Unidos o Japón. Unos alumnos han tenido que ahorrar y otros han necesitado la ayuda de sus padres para costearse la vida en el extranjero.
El Estado pagaba entre 1.000 y 2.200 euros mensuales a los estudiantes del máster de la Escuela Diplomática hasta 2012, momento en que se suprimió esta ayuda económica y se unificó esta convocatoria con la del resto de universidades. El Gobierno se amparó entonces en “las restricciones presupuestarias”, pero algunos de estos exalumnos se quejan: “Ahora se supone que estamos mejor, pero la situación no ha cambiado”, asegura Manuel (nombre ficticio), que estuvo en la embajada española en Eslovenia. “Eso no son prácticas, sino un voluntariado”, especifica.
Muchos de estos alumnos han podido trabajar en la representación española en el extranjero gracias a un trabajo previo que sí se pagaba y al apoyo económico familiar. “Entre el alojamiento, la comida y el transporte, mis padres me enviaban unos mil euros al mes”, asegura Laura, que estuvo cuatro meses en el consulado español en Santo Domingo. A esos 4.000 euros hay que sumar el precio del vuelo transatlántico.
Estos estudiantes reclaman un apoyo económico o incluso laboral por parte de la representación española en el exterior: “Como mínimo podían ayudar a buscar un empleo para la otra media jornada”, reclama Manuel.
El Estado ni siquiera paga el visado o un seguro médico, obligatorios para muchos destinos. José Ignacio, que como español podía pasar tres meses en Túnez sin visado, tuvo que solicitar un permiso especial para el último mes. “Por lo menos lo pagó la embajada”, explica. Sin embargo, otros exalumnos aseguran correr ellos mismos con esos gastos extra.
Laura tiene esclerosis múltiple, y asegura que fueron sus padres quienes pagaron todas las revisiones y analíticas que necesitó durante sus prácticas en el consulado de Santo Domingo. Ella contrató un seguro básico que le cubría las enfermedades o accidentes nuevos, así que tuvo que pagar también todos los chequeos médicos que necesitó durante esos cuatro meses: “Serían unos cien euros mensuales por el seguro y otros cien que tenía que pagar por las analíticas y revisiones”, asevera.
La única financiación viene de la Unión Europea
Solo aquellos alumnos que viajen a un Estado miembro de la Unión Europea (o a Macedonia, Islandia, Liechtenstein, Noruega o Turquía) tienen la posibilidad de recibir financiación. Paula está este verano en el consulado de Lyon: “Yo solicité las prácticas solo en países de la UE para poder agarrarme al convenio de Erasmus + Prácticas. La universidad me lo concedió sin problemas y me dan una ayuda de 400 euros al mes”. Con esta aportación, Paula afronta la mitad de los gastos: el alojamiento y el transporte.
La beca Erasmus + Prácticas no se puede presentar hasta que el MAEC seleccione al alumno para una de sus instituciones en el exterior. Ni siquiera las universidades pueden garantizar que el alumno reciba la beca, puesto que depende de la disponibilidad presupuestaria. Por lo tanto, un estudiante puede irse de prácticas a un país europeo y no percibir ayuda alguna.
Muchos de estos jóvenes comparan la actitud del Gobierno español con la de otros países de nuestro entorno. En Francia, por ejemplo, los alumnos que pasan más de dos meses en una institución nacional en el extranjero reciben una ayuda económica de 400 euros.
Los alumnos consultados coinciden en la importancia personal y profesional de estas prácticas, pero se muestran descontentos con el gasto que les supuso. José Ignacio estuvo en la embajada en Libia, desplazada a Túnez por la guerra, y asegura que no habría podido ir si no hubiera ahorrado su sueldo del verano anterior. Joaquín pudo irse a la embajada española en Buenos Aires porque sus padres viven allí: “Solo familias con recursos muy altos se pueden costear el lujo de hacer unas prácticas que pueden suponer casi 5.500 euros en total. Es una injusticia”.