A dos días de unas elecciones decisivas, en las que la población corsa escogerá su nueva Asamblea y Gobierno, el actual presidente del Ejecutivo regional, Gilles Simeoni, reivindica que el nacionalismo corso vela por sus derechos de una forma no excluyente, sino abierta a Europa.
Este abogado y político de 50 años de edad encabeza la coalición Pè a Corsica (“Por Córcega”), que une a autonomistas e independentistas en torno a un proyecto que reclama para esa isla de unos 324.200 habitantes un estatuto de autonomía que les permita controlar de forma directa sus asuntos.
“Córcega es un pueblo con su identidad, su historia, su lengua, su cultura e intereses, y necesitamos de verdad poder definir nuestro propio marco jurídico, votar nuestras propias leyes, en todos los ámbitos”, explicó Simeoni hoy a Efe en su sede de campaña en Bastia.
Entre los pocos carteles electorales que adornan las calles de su ciudad natal, bastión nacionalista, predominan los de la lista que ha formado junto con el independentista Jean-Guy Talamoni, cuyo lema, “Un país por construir”, evidencia la ingente labor que en su opinión tienen pendiente.
La obtención en los próximos tres años de ese estatuto de autonomía con un poder legislativo, normativo y fiscal, y su aplicación en los siguientes diez años “es la solución institucional que mejor le va a Córcega”, señala Simeoni, que deja en manos de los corsos cómo actuar después.
Ser nacionalista corso en 2017, señala, “es pensar que existe un pueblo corso y que ese pueblo tiene derecho a ser reconocido. Y al mismo tiempo, es ser partidario de una sociedad moderna, abierta, capaz de integrar a quienes no han nacido aquí, y compartir valores universales de tolerancia”.
Esa concepción “está en las antípodas del nacionalismo encerrado en sí mismo, o excluyente. Es una manera de ser nosotros mismos, de saber de dónde venimos, de estar a la vez muy comprometidos con nuestra lengua y nuestra tierra, y a la vez plenamente abiertos a Europa”.
Simeoni pide poder continuar la labor que los nacionalistas emprendieron en diciembre de 2015, cuando accedieron por primera vez en Francia al poder local, confiado en que una amplia victoria les dará la legitimidad para que París responda a sus peticiones.
Quien fuera alcalde de Bastia (segunda ciudad en importancia de la isla tras la capital, Ajaccio) entre abril de 2014 y enero de 2016, hijo del considerado patriarca del nacionalismo moderno corso, Edmond Simeoni, admite que la relación con la Francia continental es “difícil”.
“Hemos estado confrontados desde hace décadas a una política de negación de lo que somos, por lo que creo que si mañana el Estado acepta por fin entrar en un debate y diálogo político las cosas serían más fáciles”, apunta.
En su sede de campaña, un local modesto en el centro de la ciudad, junto a varias banderas corsas algunos panfletos que todavía no han sido repartidos recuerdan que el mandato que empieza el próximo 1 de enero será “decisivo”.
En esa fecha entra en vigor la nueva colectividad territorial única, fruto de la fusión de los dos departamentos que ahora configuran Córcega, cuyo poder se disputan con otras seis listas electorales.
Si los corsos les renuevan su apoyo, sostiene, seguirán “afirmando con una fuerza cada vez más importante que es indispensable que París acepte abrir un diálogo para construir una verdadera solución política”.
Y después de que el Frente de Liberación Nacional de Córcega (FLNC) anunciara en 2014 el abandono de las armas, con lo que se puso fin a cuatro décadas de violencia, Simeoni incluye en esa solución a quienes denomina como presos políticos.
“Los prisioneros forman parte integrante del problema corso y deben formar parte de la solución. (...) En el marco de un proceso político global, pedimos primero el acercamiento de los presos, y después una ley de amnistía”, concluye.