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CRÓNICA

El PSOE se receta una descarga de miles de voltios con el pluriempleo de ministras

María Jesús Montero, en la presentación de su candidatura a liderar el PSOE andaluz.
10 de enero de 2025 00:25 h

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Un huracán para despertar al PSOE en Andalucía. María Jesús Montero agitó tanto los brazos en su discurso del miércoles ante los dirigentes del partido que parecía que iba a despegar en cualquier momento. En una competición por ver quién pone más energía y pasión en la tarea, es difícil superar a la vicepresidenta. El contraste con Juan Espadas, que volcará su escaso carisma en el Senado, no podía ser más evidente. 

Pedro Sánchez cree tener un remedio para impulsar a los socialistas en varias comunidades autónomas. A la hora de buscar nuevos liderazgos regionales, mejor recurrir a los fichajes disponibles en el Gobierno central. Como cuando un club de fútbol en problemas recurre al mercado de invierno. La apuesta es por el pluriempleo político, una idea que se contradice con la realidad que todo el mundo conoce. ¿Se puede ser líder del partido en una comunidad a tiempo parcial y de forma eficaz? ¿O ser el líder solo los fines de semana?

Montero en Andalucía. Pilar Alegría en Aragón. Diana Morant en la Comunidad Valenciana. Óscar López en Madrid. Para Castilla y León, Ferraz seleccionó al alcalde de Soria, Carlos Martínez, que al menos vive en la región. Este último negó el dedazo: “Yo no soy 'pedrista' ni 'sanchista'. Soy socialista”. Será que el 'sanchismo' es solo un estado de ánimo.

“Andalucía, el lugar al que no he vuelto porque nunca me marché”, dijo Montero. En estas situaciones, los políticos se tiran descaradamente por el estilo del bolero. Pero lo cierto es que Montero se marchó para jugar un papel crucial en los gobiernos de Pedro Sánchez desde 2018. Puso fin a dieciséis años de cargos en la Junta andaluza, iniciados con el puesto de viceconsejera de Salud en 2002. Terminó negociando cinco presupuestos como titular de Hacienda sin que su partido tuviera mayoría absoluta en el Parlamento. 

Ahora, a solo año y medio de las próximas elecciones andaluzas, Montero debe simultanear dos puestos de trabajo aparentemente incompatibles. Su partido la necesita siete días a la semana y su Gobierno, al menos cinco días. No hay semanas tan largas. Hará todo lo posible para pisar calle, aunque el dato incontestable es que pasará más tiempo pisando alfombra o moqueta en el Ministerio o el Parlamento.

Hay otro obstáculo de carácter político. Tendrá que defender los intereses económicos de la región como candidata andaluza para afirmar que merece algo mejor que el Gobierno de Juanma Moreno, mientras negocia los Presupuestos Generales del Estado, intenta equilibrar las aspiraciones de cada comunidad autónoma y ofrece a la Generalitat catalana un sistema propio de financiación que se pueda extender al resto. Demasiados platillos volando por el aire en plena acrobacia para que no se caiga alguno al suelo.

Evidentemente, el Partido Popular no ha tardado mucho en asociar a Montero con las concesiones a los nacionalistas catalanes. Sus dirigentes cuentan con un largo historial de declaraciones contra los catalanes, porque están convencidos de que esa línea de ataques funciona en Andalucía. Los resultados electorales les confirmaron que no estaban muy equivocados.

Montero puede al menos decir que tiene la llave en su poder aunque la cerradura se resista. Por arriesgada que sea su posición, la negociación presupuestaria y las concesiones obligadas pasarán por sus manos. Las ministras Alegría y Morant deberán asumir las consecuencias para sus regiones de las decisiones tomadas por otros.

La recuperación tras la DANA de Valencia introduce otro elemento de atención para la ministra de Ciencia, en especial una vez que Carlos Mazón ha elegido el camino de la confrontación directa contra el Gobierno como única fórmula de salvar el cuello. Para conseguir que los valencianos olviden su comida de tres horas en El Ventorro, si eso es posible, solo le queda alegar que Sánchez y su Gobierno han abandonado a los damnificados.

Los titulares destacan que Montero pretende que el PSOE andaluz recupere su autoestima hundida por las derrotas ante Moreno y el liderazgo apático de Espadas. No hay dinero para pagar las terapias que sus dirigentes deberían haber seguido con el fin de quitarse de encima la depresión que sufren desde que finalizó su hegemonía en Andalucía. El partido que dominó la región durante décadas como si fuera el PNV en Euskadi o la CSU en Baviera se quedó en un 24% en las últimas autonómicas con el PP 19 puntos por delante.

Volver a ganar en Andalucía se antoja un objetivo muy lejano. Pero el PSOE no se puede permitir perder toda esperanza con una comunidad de 8,4 millones de habitantes. Solo hay que recordar lo que ocurrió en las elecciones de 2023. El PP solo pudo superar a los socialistas en cuatro escaños a causa de una diferencia de tres puntos. Pensaba que iba a ser mayor y que le facilitaría una victoria suficiente en toda España.

“Juan Espadas no les valía porque no gritaba lo suficiente”, ha dicho el secretario general del PP andaluz. En realidad, con Espadas el problema no era que no gritara, sino que quedaba muy poca gente interesada en lo que dijera. Lo que sí es cierto es que Montero no tiene ningún problema en gritar y en levantar al público de los asientos. Ella es la descarga de unos cuantos miles de voltios que el PSOE cree necesitar para volver a ser competitivo en Andalucía.

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