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El PSOE sofocado

Se respira un ambiente pesado en el Congreso que el PSOE ha programado para esbozar su futuro inmediato. El aire acondicionado del Hotel Auditorium no funciona correctamente. En la calle los termómetros rozan los 40 grados y en el plenario socialista los ánimos también se acompañan de esa pesadez, ese calor y ese ambiente alejado de la frescura que se supone a la elección de un nuevo líder, al dibujo de un nuevo tiempo.

El viejo Rubalcaba se ha despedido ante los suyos, sudoroso y emocionado. El veterano socialista se marcha recordando a su partido que nadie le apoyó desde que llegó al liderazgo y a sus palabras, el socialismo ha respondido abanicándose. No crean que Rubalcaba fue claro en su reproche; lo que dijo, lo dijo para entendidos. O mejor dicho, lo dijo para sí mismo (para decirse que lo había dicho).

El socialismo se ha reunido en Madrid para sudar la gripe que les tiene encamados desde que el viento se les puso de cara y el voto se les fue a cualquier sitio. Zapatero ni siquiera ha aparecido para asistir al adiós de Rubalcaba, aunque anuncia su presencia para algún momento y para alguna foto.

Se abre un tiempo de cambio, pero también de ajustar cuentas entre los que mandaban y los que van a mandar a partir de ahora. Se percibe mal rollo en los pasillos de este hotel, aunque es previsible que un amplio porcentaje apoyará con su voto el nuevo estado de las cosas. Hace calor y los del sur se mueven bien en este escenario.

El reparto de seres humanos en el Salón Príncipe Felipe resulta interesante. La sala (con su nombre desactualizado) es la más grande del hotel escogido por la organización y en ella se reúne el plenario, con overbooking de delegados y mucho socialista sentado en las escaleras. Entre esa marea de personas acalaloradas, el nuevo socialismo se parapeta, a la espera de subir al escenario.

“Pedro, no te veo”, dijo la todopoderosa Suana Díaz a primera hora. No era fácil encontrar al nuevo líder del PSOE, sentado en la fila diez (junto a Tomás Gómez), casi siempre mirando hacia abajo, pendiente de su iphone, mientras Rubalcaba se despedía. Había más escondidos: Chacón, esquinada a la izquierda en tercera fila; Madina, junto a Rodolfo Ares en medio del patio de butacas. El PSOE desperdigado.

Por volver a lo del sofoco, encuentro en primera fila a Felipe González. Lleva gafas de sol y solo se las quita para celebrar el homenaje que Rubalcaba le dirige desde la tribuna durante el discurso. En cuestión de segundos González vuelve a esconderse en los cristales tintados.

Lo dicho. El PSOE sofocado.