El 23 de julio no habrá una elección nacional sino 52 provinciales. Una partida múltiple en la que, si todo se parece a lo que dibujan las encuestas, se jugará esencialmente en dos tableros: el que enfrentará a PSOE y PP por la victoria y un segundo en el que Sumar y Vox pelearán por el tercer y cuarto puesto. En un sistema electoral como el español, preparado para el bipartidismo, una fluctuación de apenas unos puntos puede hundir o disparar a los partidos que juegan esa segunda partida, clave para determinar si puede repetirse un Gobierno de coalición progresista o si el poder institucional queda en manos de la derecha y la extrema derecha.
La mayoría de sondeos realizados hasta ahora otorgan una holgada victoria al Partido Popular de Alberto Núñez Feijóo, que según algunos promedios ronda los 140 escaños; seguido del PSOE, que bajaría hasta los 100. Sumar y Vox pelean por la tercera y la cuarta posición en unos porcentajes que van del 10% al 15%, pero es difícil calcular su resultado sin abordar cada una de las circunscripciones que reparten escaños, especialmente las medianas y las pequeñas, donde la pelea es mucho más ajustada y el coste de cada diputado, mucho mayor en votos. Sumar podría quedar empatado en votos a Vox, e incluso por encima, pero rentabilizar muchos menos escaños que la extrema derecha o viceversa.
“Ahora mismo pronosticar resultados nacionales es tirar un triple sin mirar. Es muy difícil hacer una proyección real de escaños porque no sabes si Vox está por ejemplo tercero en algunas circunscripciones pequeñas o no saca nada”, apunta David Campo, máster en Análisis Político por la Universidad Oberta de Catalunya, autor de un reciente artículo de Piedras de Papel junto con su colega Guillermo Fernández Vázquez en el que avanzan, en esta línea, que la partida del 23J puede estar menos decidida de lo que señalan algunas encuestas.
Hay que descender al detalle de qué puede pasar en cada una de las 52 circunscripciones (50 provincias + Ceuta y Melilla) o al menos en tres tipos de provincias: las grandes, que reparten más de ocho escaños; las medias, entre cinco y seis diputados, por ejemplo; y las pequeñas, con menos de cinco. La cuestión se puede plantear de otra manera: cuántos partidos pueden llegar a entrar en el reparto de escaños en cada una de estas plazas.
Este reparto provoca dos cosas. Uno, que las provincias más pequeñas estén sobrerrepresentadas mientras que las más grandes, como Madrid, Barcelona, Valencia o Sevilla, sean prácticamente proporcionales. Como se puede ver en el mapa de arriba, casi la mitad de las circunscripciones son pequeñas, esto es, dejan entrar a menos de tres partidos en cada elección (si miramos lo que ocurrió en las últimas cuatro elecciones). La mayoría de estas provincias encajan en lo que habitualmente se define como la España vaciada: Soria, por ejemplo, reparte dos diputados; Cuenca reparte tres pero tradicionalmente quedan entre dos partidos. Huesca, Teruel, Palencia, Zamora o Ávila distribuyen tres diputados, en algunas ocasiones entre dos partidos y a veces entre tres.
Entre las provincias más grandes (muy proporcionales) y las más pequeñas (nada proporcionales) hay un grupo intermedio de circunscripciones que reparte entre cinco y seis escaños, pero donde no necesariamente entran siempre cuatro partidos. Son una quincena de provincias como Valladolid, A Coruña, Pontevedra, Cantabria, Navarra, Álava, Gipuzkoa, Girona o Castellón. O Badajoz, donde la pelea ha sido por seis escaños (aunque este 23J se van a reducir a cinco), pero donde en varias ocasiones en los últimos años esos diputados se han concentrado en tres partidos y el cuarto ha quedado fuera.
El análisis de lo que ha ocurrido en los últimos años en las provincias más pequeñas deja algunas conclusiones claras. La principal es que Sumar no tendría en principio grandes opciones de rascar escaños en las más pequeñas (tres o menos) pero tampoco muchas probabilidades en las de cuatro: ni siquiera Unidas Podemos en 2016, cuando consiguió 71 escaños en todo el país, consiguió penetrar en estos territorios, con excepciones como Burgos, León o Lleida. En las últimas elecciones, de estas 21 provincias pequeñas, solo logró una banca en Álava.
En cambio, Vox en las últimas elecciones o antes Ciudadanos sí consiguieron mayor penetración en estos territorios. La ultraderecha logró colarse en provincias como Albacete, Cáceres o León. Sacó escaños en casi la mitad de estos territorios, en unas elecciones en las que obtuvo 52 escaños a nivel nacional. “Los partidos del centro derecha suelen estar menos perjudicados por el sistema electoral, por eso se dice que el sistema tiene un sesgo conservador”, recuerda Carlos Fernández Esquer, autor del libro ‘Sistemas electorales regionales en Estados multinivel’. “En las provincias de las dos castillas, en la España vaciada, en zonas rurales… ahí parece que Vox compite con Sumar, que es una confluencia que suele tener mejores resultados en grandes ciudades”, apunta comparando los resultados de Unidas Podemos en el pasado.
El escenario más interesante en estas elecciones estará en las circunscripciones medianas, donde la pelea entre el tercer y el cuarto por entrar en el reparto de escaños será más intensa. “En realidad la cosa no es tanto quién queda en tercera o cuarta posición, quién tiene más votos, sino llegar a un porcentaje de votos suficiente en cada circunscripción”, apunta Fernández Esquer. “Hay unas veinte provincias donde el tercer partido, si se encuentra por encima del 12%, se está disputando el último y el penúltimo escaño con distintos actores”, indica Campo.
La competición es a varias bandas, explica Campo, porque en estas provincias más grandes el partido que lucha por el último escaño puede hacerlo contra el partido más votado, que pueda optar a un tercer escaño; o con el segundo, si la pelea está más igualada. Es lo que le pasó a Unidas Podemos en el lapso entre 2016 y 2019, por ejemplo en Jaén o en Huelva, donde la pujanza del PSOE y la entrada de Ciudadanos (o de Vox en la repetición electoral) dejaron sin escaño a la coalición. En Castellón, Unidas Podemos consiguió el último diputado el 10N. Un crecimiento del PSOE, del PP, que entonces solo sacó uno, o de Vox, podrían dejar sin escaño a Sumar en estas elecciones.
Si Sumar calcase los resultados de Unidas Podemos en 2019, como apuntan ahora los sondeos más optimistas, estaría luchando por los últimos puestos de varias de estas circunscripciones medianas, aunque ante el retroceso de Vox, que también anticipan las encuestas, la pelea podría ser aún más dura, no tanto con la ultraderecha sino con el PSOE o el PP por esos escaños adicionales. Una lucha entre el bipartidismo y los nuevos partidos.
¿En qué porcentaje de voto se librará la pelea entre el tercero y el cuarto? El umbral legal de voto es igual para todas las circunscripciones, según marca la ley electoral: un 3%. Es decir, según la ley, a partir de ese porcentaje un partido podría obtener representación, pero el reparto de escaños por provincia eleva, en algunos casos bastante por encima, el número de votos necesario para lograr escaños. En el caso de las circunscripciones más proporcionales, el umbral se acerca al legal: un 4% en el caso de Barcelona y un 5% en el de Madrid. Pero el límite se eleva hasta el 27% en Cuenca o al 24% en Soria, con tres y dos diputados en juego. O al 35% en el de Melilla, donde solo hay uno en juego.
Pero en las circunscripciones medianas, donde está el núcleo de la partida entre el tercero y el cuarto, el umbral es también relativamente elevado, entre el 11 y el 16%, lo que obligaría a esos partidos a ubicarse en porcentajes medios alrededor del 13%, justo donde los coloca el promedio de encuestas en estos momentos. “La media de encuestas hasta que irrumpe Sumar colocaba a UP en el 10%, pero desde entonces Sumar ha subido dos o tres puntos y eso les vuelve competitivos en un montón de provincias”, apunta Campo. “Ahora mismo están empatados, si se mantiene la tendencia en el próximo mes, con que Sumar suba un punto y medio y Vox pase de 13,5 a 12, estamos en un escenario radicalmente distinto”, ejemplifica.
Un ejemplo que muestra lo peleada que puede estar la tercera plaza es una comparación de lo que ocurrió con Unidas Podemos y Vox entre las elecciones de abril y noviembre de 2019. En las primeras, el grupo confederal sacó 42 escaños y un 14,31% de los votos a nivel nacional; la extrema derecha, 24 bancas y un 10,26%. Entonces, los de Santiago Abascal se quedaron a las puertas de lograr un escaño más en quince provincias, en la mayoría con porcentajes nada desdeñables como un 16,5% en Guadalajara, un 14% en Cuenca, un 12% en Castellón o un 12,8% en Huelva.
Unos meses después las tornas se cambiaron: Vox sacó 52 diputados y Unidas Podemos, con 35, se quedó en 15 provincias como el primer partido que no consiguió escaño. Aunque con un porcentaje menor: le ocurrió en Huelva, donde meses antes había conseguido escaño. Se quedó fuera con un 12,1% de los votos, un 0,8 menos de lo que sacaron unos meses antes, cuando el duelo entre ambos partidos se decidió por apenas 300 votos. Esta situación se podría repetir en gran parte de las provincias medianas si los dos partidos sacan porcentajes de voto parecido.
La pugna entre los partidos fue menos disputada en noviembre de 2019, precisamente porque Vox rentabilizó el derrumbe de Ciudadanos y el escaso fuelle del Partido Popular de Pablo Casado. La ventaja entre Unidas Podemos y Vox fue de unos 400.000 votos, pero la extrema derecha consiguió arrancar el 15% de los votos y arañar una cincuentena de bancas. Pero de nuevo, la foto general es engañosa.
En las provincias de entre tres y seis escaños, la diferencia entre Vox y Unidas Podemos fue bastante grande en porcentaje de votos. En Almería, por ejemplo, la ultraderecha obtuvo un 26,7% de los sufragios mientras que los de Pablo Iglesias apenas alcanzaron el 8,1%. En Guadalajara, 24 a 11; en Ávila, 18,5 a 6,5. En todas ellas, Unidas Podemos apenas logró sobrepasar el 10%, ese umbral en el que el sistema electoral empieza a castigar de forma más dura. “Históricamente, a los partidos que han estado por debajo del 15% les ha empezado a castigar el sistema, pero cuando bajas del 10% te empieza a castigar muchísimo”, sostiene Fernández Esquer.
En esas elecciones, las de noviembre de 2019, Unidas Podemos resistió en comunidades donde tradicionalmente ha tenido muchos votos: Euskadi, Navarra, Catalunya. Y ahí se produjo una situación inversa. El grupo confederal sacó porcentajes razonables, por encima del 15% (excepto en Girona o Tarragona), pero lo que marcó la diferencia fue el pobre desempeño de Vox en esos territorios, donde esa fuerza ha tenido hasta ahora escasa capacidad de entrada.
Las encuestas perfilan que el 23 de julio habrá una concentración del voto en los dos grandes partidos que no se observaba desde antes de 2011, con el Partido Popular y el PSOE amarrando cerca del 60% de los votos. Y una apretada pelea entre los otros dos grandes partidos que en función de todas estas variables puede decantar de un lado u otro el Gobierno. No es tan importante quién queda en tercer o cuarto lugar sino la fuerza con la que esos partidos se colocan en las circunscripciones claves.
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