Un discurso de dos minutos en la segunda sesión de la moción de censura que lo desalojó de Moncloa. Fue la última intervención de Mariano Rajoy en el Congreso, en el último suspiro de su presidencia, cuando ya veía que se hacía de noche en su carrera política. Cuando veía que había perdido.
Dos minutos en el Congreso. La sede del poder legislativo. Donde reside la soberanía del pueblo. “Quiero ser el primero en felicitarle”, dijo queriendo mostrar un respeto protocolario que no tuvo la tarde anterior, la del 31 de mayo, en la que estuvo encerrado en un restaurante con sus colaboradores mientras se debatía en el Congreso una moción de censura a su persona.
Pero Rajoy se ausentó. Despreció ese debate y despreció al Congreso. Incluso a sus votantes, que le eligieron para ocupar un escaño en el Parlamento, no en un restaurante.
Rajoy se ausentó y, acostumbrado a ganar, no volvió ya como ex presidente.
El lunes 4 de junio anunció que dejaba la política, que convocaba un congreso extraordinario del PP para renovar la dirección. Pero no decía nada de su escaño. Paso esa semana y llegó la semana actual, en la que se celebraban los primeros plenos del Congreso con el nuevo gobierno y el PP en la oposición.
Pero Mariano Rajoy, elegido diputado por primera vez en 1986, quien ha pasado tres décadas en esa casa –salvo el periodo 1987-1989 en el que fue vicepresidente de la Xunta de Galicia–, decidió que no quería pasar el trago de sentarse en el banco de la oposición, que no quería mirar al banco azul y ver a Pedro Sánchez como presidente; que no quería reconocer con su presencia la legitimidad de una decisión tomada por 180 diputados: que el tiempo de Rajoy en Moncloa había terminado.
Y este viernes, dos horas antes del debut de España en el Mundial de Rusia, el PP hace público el escrito de Rajoy a la Mesa del Congreso en el que renuncia a su escaño. Diez días después de anunciar su adiós a la política, comunica que deja el escaño: Rajoy, una vez más, administra sus tiempos a su ritmo.
Rajoy quiso ser el primero en felicitar a Sánchez, incluso se acercó corriendo a darle la mano tras la votación de la moción de censura. Rajoy asistió a la toma de posesión del nuevo presidente. Han sido los dos únicos gestos de reconocimiento a Sánchez; tres gestos protocolarios.
Pero Rajoy desapareció durante la moción durante horas y horas mientras estaba en un restaurante y se ha negado a ocupar su escaño como ex presidente. Rajoy salió de su escaño censurado y no volvió a sentarse en él como ex presidente. Mientras, su guardia pretoriana se ha encargado de poner letra a sus gestos y silencios: “El Gobierno de Sánchez es ilegítimo y se lo debe a los populistas, los viejos amigos de ETA y los enemigos de España”.