Mariano Rajoy había conseguido llegar a la mitad de la campaña sin grandes sobresaltos. Con un estilo presidencialista, el candidato del PP ha guardado un perfil plano en sus actos políticos y lo ha combinado con paseos callejeros y apariciones televisivas para ganarse el favor de la gente. La campaña del PP llegaba así a su ecuador, marcado por el acto central de este domingo cerca de Madrid. Las acusaciones de corrupción contra dos de los suyos y la polémica por su papel al comunicar el atentado en Kabul han cambiado el panorama y sitúan al candidato del PP en una situación distinta ante el cara a cara que le enfrentará a Pedro Sánchez este lunes.
Los anuncios de rebajas de impuestos habían sido por el momento lo único destacable de la propaganda electoral de los conservadores. Atentos al posible empate entre el PSOE y Ciudadanos, en el PP confiaban en ir subiendo poco a poco en las encuestas los próximos siete días gracias a los errores de los rivales y en rentabilizar el efecto de participar en los programas.
Los indicios de corrupción del diputado Pedro Gómez de la Serna y del embajador Gustavo de Arístegui irrumpieron hace tres días. El PP daba por amortizado el que había sido su principal problema durante los tres primeros años de legislatura y se limitaba a insistir en que había aprendido la lección y en que las medidas aprobadas iban a evitarla. Pero el conocimiento de las comisiones a cambio de asesorías a contratistas obligó a anunciar la rápida apertura de un expediente para investigarlos.
Dos días antes, el miércoles, Rajoy había manifestado a los periodistas su confianza en Gómez de la Serna. “Por lo que he escuchado de lo que ha dicho es todo absolutamente normal”, decía el presidente. Sobre Arístegui se guardaba las espaldas y decía no conocer el asunto. A las 48 horas, el PP informaba mediante un comunicado de que retiraba al diputado por Segovia de la campaña. Este sábado, el presidente del PP provincial pedía al afectado que diera un paso atrás y renunciara al segundo puesto de la lista sin esperar al resultado de la investigación interna.
El ataque terrorista en el que murieron este viernes en Kabul dos policías que protegían la embajada española sorprendió a Rajoy y a José Manuel García-Margallo de mitin en Alicante. La deficiente comunicación, uno de los principales errores de Rajoy, volvía a ponerse al descubierto. En las horas siguientes a la explosión del coche bomba cerca de la legación en la capital afgana, Rajoy centralizó la portavocía y se apresuró a negar que los intereses españoles fueran el objetivo. En pocas horas, pasaba de celebrar la buena noticia de que un agente estuviera herido leve a comunicar su muerte en un mitin y a tener que cancelar el siguiente.
El candidato del PP llega así al único debate televisivo que ha querido celebrar, ya que se ha negado a discutir con otro rival que no fuera Pedro Sánchez y envió a la vicepresidenta de sustituta en el enfrentamiento a cuatro en Atresmedia. Fue la única que no era candidata a jefe del Ejecutivo. Las aspiraciones que ha confesado tener sobre el cara a cara del lunes es enfrentar sus propuestas con Sánchez en un tono que no sea muy duro. Los errores de los últimos días hacen difícil que sea así.