Después de la fiesta, al Partido Popular le espera un Via Crucis. Tras los resultados del 26J, el PP ha dado por hecho que Rajoy será presidente, sin contar con que la situación no es nada fácil para su candidato, a quien nadie quiere regalar el apoyo. Las imágenes de los líderes conservadores exultantes en el balcón de Génova 13 difieren mucho de la realidad: Mariano Rajoy lo tiene muy difícil y su continuidad en la Moncloa vendrá precedida de cesiones y la entrega de cadáveres políticos, con mayor o menor disimulo.
Sánchez, en su guerra interna
Todas las miradas están puestas en un Partido Socialista que se quiere quitar la presión. Tras las elecciones, Pedro Sánchez ha optado por retirarse a la costa de Almería unos días para no decir nada. Con 85 escaños, el candidato socialista no alberga expectativas de Gobierno, pero está lejos de usar sus votos para que el PP gobierne. La lucha del candidato socialista es otra: mantenerse como líder del PSOE frente al ataque que le llega otra vez desde el sur con Susana Díaz como protagonista.
Hay un acuerdo de la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE que hay que tomar en cuenta: no convocará su congreso hasta que haya presidente. Mientras Rajoy no reciba el apoyo del Congreso, Sánchez está salvado del ataque interno que le persigue desde el minuto uno de su liderazgo.
El PSOE es consciente ahora de que su lugar es la oposición. La convicción se acompaña de un aserto imposible: “No habrá voto a favor, ni abstención para que gobierne el PP”. Con esos planes parece imposible pretender ser oposición de un Gobierno que no va a llegar. En este punto, la piedra de Rajoy y la boya de Sánchez son la misma cosa.
Ciudadanos y el desdibujo
Al igual que al resto, a Albert Rivera se le llena la boca de decir que no habrá terceras elecciones. La posición del líder de Ciudadanos es imposible, ya que su apoyo al PP le condena y ni siquiera es suficiente. Con un PNV renuente al pacto, la fiesta de Rajoy se presenta exagerada, por mucho que Ciudadanos regale sus apoyos.
Rivera ha cambiado de opinión tantas veces que resulta complicado intuir qué hará al final del difícil camino que hará a Rajoy presidente. Durante las dos últimas campañas, la apuesta de Ciudadanos por la regeneración hace pensar que un apoyo a cambio de nada se antoja imposible. Para obtener sus votos en la investidura, Rajoy tiene que hacer gestos: ¿Fernández Díaz, Rita Barberá...?
No va más para Jorge Fernández Díaz
El presidente en funciones tendrá que desprenderse de Jorge Fernández Díaz. Es impensable un Gobierno en el que el ministro de Interior repita en el cargo, tras los escándalos que le señalan. Al estilo de Rajoy, el asesinato se vestirá de masaje. Tras una de las más sonrojantes grabaciones de la historia de la democracia, el jefe en el Partido Popular tiene un destino previsto para su ministro: la embajada ante la Santa Sede.
¿Tragará Ciudadanos con el disimulo? ¿Aceptará el PSOE que el PP imite lo que ellos en su días hicieron con Paco Vázquez, el alcalde de A Coruña también enviado al Vaticano? Fuentes de la dirección de Ferraz aseguran: “No vamos a negociar la caída del ministro como condición a nada, pero no contemplamos otra opción que ver a este hombre fuera del Gobierno”.
“¡Gracias, Rita!”
Lo que durante la campaña era un gesto de firmeza, tras las votaciones se disuelve. La continuidad de la exalcaldesa de Valencia en el Senado vuelve a estar sobre la mesa. La lógica es sencilla: si Rajoy se hubiera desembarazado de Barberá en campaña, hubiera sido a cambio de nada. Ahora, con 137 escaños, la situación varía y al PP le compensa librarse de la mujer que lleva en su cartera el carné número 3 del PP.
La reforma laboral, la ley Mordaza...
Si de algo ha servido la breve legislatura que ha precedido a las elecciones del 20D ha sido para dejar patente la postura general ante las leyes más discutidas del PP. Sin presidente a la vista, el Parlamento votó contra la reforma laboral. También fue reprobada la Ley Mordaza. Basta repasar la hemeroteca del Congreso para ver que PSOE, Podemos y Ciudadanos estaban de acuerdo en ambos revocatorios.
¿Qué significa ahora esto? La respuesta es simple: Mariano Rajoy va a tener muy complicados los apoyos parlamentarios para mantener sus políticas, pese a la victoria.
El equilibrio parlamentario de Rajoy es tan débil que los próximos cuatro años tiene por delante un panorama que le ofrece una única solución: abusar del decreto ley a la espera de nuevas elecciones.