“El único bien importante que me han regalado siendo rey es la finca de La Mareta, en Canarias. Me la regaló el rey de Jordania y yo le pregunté a Solchaga [ministro de Economía con Felipe González] qué debía hacer con ella; me respondió que tenía que pagar impuestos, y entonces la regalé al Estado”. La anécdota sale del libro de José Bono, donde el político recuerda esa conversación literal con Juan Carlos I en 2009. También refleja bien cuál ha sido la política de regalos en la Casa Real. Hasta 2015, total opacidad. Qué se ha regalado a los reyes, quiénes lo hicieron, o dónde han acabado esos presentes es un secreto para el público.
La Casa del Rey no informa sobre ningún regalo personal o institucional que se haya hecho a los monarcas o sus familia anteriormente a 2015, de modo que queda por confirmar qué pasó con el guepardo que recibió Juan Carlos I en Etiopía, según confirmaba una información de El Mundo, por cuánto se vendieron los dos deportivos Ferrari que le regaló el primer ministro de Emiratos Árabes (y que salieron a subasta), al igual que el destino de la pistola de piedras preciosas con la que al parecer le obsequió Hussein de Jordania. El regalo en usufructo más famoso que se le hizo al rey emérito fue el yate Fortuna, después de que empresarios baleares lo mandaran construir para fidelizar los veranos mallorquines de la familia real. El rey se desprendió del barco en 2013 y Patrimonio Nacional lo devolvió a los empresarios, que lo vendieron a la naviera de Abel Matutes por más de dos millones de euros.
A partir de 2015 la política de regalos reales cambió, tras la entrada en vigor de la Ley de Transparencia en diciembre de 2014 y la llegada al trono de Felipe VI. El 1 de enero de ese año, la Casa Real publicó la Normativa de regalos a favor de los miembros de la Familia Real, inspirada en la ley y tan incompleta como esta en el apartado de los regalos. El principal problema es que la valoración del obsequio queda al arbitrio particular, puesto que no establece límites económicos. También a partir de ese año la Casa Real decidió publicar anualmente un listado oficial de los presentes institucionales recibidos y que están depositados en Patrimonio Nacional, clasificados por años, motivo del regalo y por destinatario (el rey, la reina, ambos, sus hijas y los reyes eméritos), pero solo los que se han hecho en el curso de recepciones, actos oficiales o que han hecho instituciones públicas. Fuera del radar quedan los obsequios personales, realizados por particulares o empresas y los que se producen fuera de los focos y la agenda.
En esa lista oficial sí aparece, por ejemplo, las primeras temporadas de la serie Juego de Tronos que regaló Pablo Iglesias al rey en 2015 durante una visita del monarca a las instituciones europeas en Bruselas: “Me parece muy bien, no la he visto”, le dijo Felipe VI sobre los DVD, que ahora aparecen catalogados en Patrimonio Nacional, bajo el epígrafe “Colección completa en Blu-Ray de las cuatro temporadas de la serie”.
Ese año el rey también recibió oficialmente otros 325 regalos: por ejemplo, un rifle y una silla de montar con los que le obsequió el rey de Jordania en visita oficial. En el listado hay platos y tazas, corbatas, cuadros, una maqueta de avión o cuatro delantales de Cáritas para él y la reina. Obama le regaló en 2016 una cazadora de aviador y Trump, un estuche de juego de billar en su visita a España, en 2018. Melania obsequió a la reina con un juego de té y la esposa del príncipe Carlos de Inglaterra le regaló a Letizia un pastillero. El alcalde de Londres al rey, una bicicleta plegable, el mismo regalo (aunque no plegable) que hizo el presidente de China a las infantas Sofía y Leonor. Hogar Don Orione, donde hace trabajo social Iñaki Urdangarin, también tuvo un detalle con la reina Sofía en el curso de una audiencia pública con ella en 2018, a la que obsequió con una fotografía y una escultura. Así, hasta 1.573 regalos en cuatro años [aquí, el buscador], cuyo destinatario principal es el rey y los que menos reciben, los eméritos, ya que son los que menos agenda oficial tienen.
Estos regalos, aunque sean titularidad del Estado, pueden ser usados por la familia, pero siempre formarán parte del stock público. ¿Dónde están esos miles de obsequios? Hay algunos en “pasillos o salas” de los palacios y también otros almacenados en “cuartos, por ejemplo hay uno de unos 30 metros en el Palacio Real” con todo ese material, explican fuentes de Patrimonio. Una pequeña parte de ellos están en uso y por tanto en el Palacio de la Zarzuela, donde residen los reyes, pero la mayoría están catalogados y almacenados.
Ese reglamento no pone un límite económico sobre los regalos aceptables, simplemente dice que la Familia Real (reyes, reyes eméritos, infanta Leonor y princesa Sofía) “no aceptarán para sí regalos que superen los usos habituales, sociales y de cortesía”, el mismo principio que rige en la ley de Transparencia y en todas las administraciones con carácter general. Para saber cómo se decide qué es excesivo teniendo en cuenta que no hay límite económico recogido en la norma, en la Casa Real remiten a Presidencia, que no ha contestado de momento a las preguntas de eldiario.es. Los institucionales tampoco tienen límite económico.
Uno de esos regalos que pudieron exceder los límites fueron las joyas que regaló el príncipe heredero Bin Salman a todos los miembros de la familia en su visita a España en 2018. El príncipe árabe –salpicado por el asesinato del periodista crítico Khashoggi siete meses después de su visita a España y ahora bajo sospecha en el hackeo del teléfono de Jeff Bezos– llegó a la base aérea de Torrejón de Ardoz el 11 de abril, en el viaje en el que se firmó un acuerdo para que la empresa Navantia construyera cinco corbetas para el país gobernado por su monarquía absoluta. Lo recibió Felipe VI, que también ofreció en su honor un banquete en el Palacio Real. Fue en esta visita cuando Bin Salman hizo el regalo seguramente más valioso de los 1.573 publicados por la Casa Real de 2015 a 2018. Al rey le regaló “gemelos, reloj, anillo, pluma estilográfica y rosario musulmán”. A Juan Carlos I, a quien saludó en los premios de Fórmula 1 ya tras el asesinato del periodista como mostró una polémica foto, le regaló lo mismo, a excepción del rosario. A la reina Letizia un “conjunto de collar, pulsera, pendientes y anillo”, y otro juego a la reina Sofía. También pensó en las niñas, a las que obsequió con sendos “conjuntos de collar, reloj, pendientes, pulsera y anillo”.
Ni Casa Real ni Presidencia han permitido a este medio conocer la valoración de estas joyas, que fueron cedidas a Patrimonio Nacional, como dice el reglamento para casos en los que los regalos a la familia exceden los “usos habituales”. La otra opción cuando los regalos son demasiado valiosos, según la normativa impulsada por Felipe VI, es que sean “cedidos a una entidad sin ánimo de lucro que persiga fines de interés general”. Tampoco es público cuántos regalos han acabado en ONG, ya que las normas especifican que si se donan se haga “preservando el anonimato del donante, el motivo u ocasión de entrega y el miembro de la Casa Real que lo recibió”.
En el listado público solo se pueden encontrar los regalos catalogados como institucionales –los que hacen autoridades nacionales o extranjeras en actos o se hacen en recepciones oficiales, los de instituciones públicas o instituciones internacionales– y los que eran personales pero los miembros de la Familia Real han donado a Patrimonio (caso de las joyas saudíes) al entender que el regalo “puede comprometer la dignidad de las funciones institucionales” y “exceden los usos”. No se publica el valor de los presentes, pese a que hay una comisión específica formada por empleados de la Casa Real que se dedica a clasificarlos por su valor e importancia y decidir si son o no institucionales y cómo se almacenan.
Pero ese listado no incluye todos los regalos, porque no se conocen los obsequios a título personal, es decir, que no son de organismos oficiales o visitas institucionales y que quedan fuera del radar público: más allá de regalos de la esfera íntima de la familia (hermanos, tíos, amigos...) tampoco se incluyen en los listados las empresas o entidades que hayan podido hacer llegar a los reyes presentes para su uso personal, para promocionar productos, por cortesía o por obtener influencia o darse a conocer. Ni Casa Real ni Presidencia han contestado tampoco a este respecto.
La propia normativa contempla una excepción para las ocasiones más personales y especiales: “En el caso de aniversarios o celebraciones de carácter singular de algún miembro de la Familia Real en los que se presuma que darán lugar al ofrecimiento de regalos, se establecerá un régimen propio que será objeto de información pública”, dice el punto 4.3. En este tiempo, Felipe VI ha cumplido 50 años, y aparecen algunos regalos relacionados con el aniversario en la lista oficial: el exlíder de Ciudadanos, Albert Rivera, le regaló una fotografía enmarcada. Alberto Núñez Feijóo, dos corbatas y un “plantón de roble”. Cuando se haga público el listado de regalos de 2019 se sabrá si también les hicieron a los reyes regalos especiales por sus cinco años de reinado.
“No hay un sistema de vigilancia con los regalos en general en la administración pública, y tampoco en este caso”, explica Patricia González, investigadora legal de Acces Info Europe. “Nuestra recomendación es que la ley estableciera el monto máximo de dinero porque, si no, ¿quién decide qué es costumbre? La experta también puntualiza la importancia de que haya más transparencia en los regalos, ya que eso evita la actividad lobista descontrolada. Es el mismo problema que existe en la administración pública y con los políticos, cuyos casos han llegado a veces hasta los juzgados.
Por ejemplo, la causa de los trajes de Francisco Camps (quedó absuelto) o los bolsos de Rita Barberá (no se juzgó). El problema para medir si se han aceptado regalos desmesurados está en la falta de rango objetivo y en que, en el caso de la justicia, se tiene que demostrar que se aceptaron a cambio de algo, explican lo expertos. Sin embargo, algunas instituciones y organismos sí han clarificado el límite económico impulsando normas propias. Por ejemplo, el Ayuntamiento de Madrid no permite aceptar regalos de más de 50 euros, la misma cantidad que fija la Unión Europea. Galicia ha puesto el límite en los 90 euros para que un representante público pueda aceptar un obsequio.
La casa real británica, como la española, también tiene un reglamento de regalos y es anterior, pero en este caso sí pone un límite. Cuando alguien haga un regalo personal a los miembros de la familia de Isabel II sin que les una amistad o parentesco, el regalo no debe superar las 150 libras (178 euros, al cambio, según la valoración de este viernes). Si lo hace, debe ser donado. Para empresas, directamente establece que la norma general es “rechazarlos”. El mismo límite económico aplica la reina para regalos a su familia con motivo de bodas, cumpleaños o navidad aunque sea de personas o instituciones conocidas por los 'royals': si supera las 150 libras, ese regalo se considerará oficial. De hecho, a la reina Isabel le costó una bronca el regalo de Porcelanosa que aceptó su hijo el príncipe Charles en 2001, un jardín de inspiración árabe que se instaló en una de sus residencias.
El reglamento que impulsó Felipe VI también regula otras posibles ventajas económicas que pudieran recibir los miembros de la familia real. Por ejemplo, el punto 4.1 regula que “no aceptarán préstamos sin interés o con interés inferior al normal del mercado, ni regalos de dinero”. También impide que se queden herencias que les pudieran dejar personas “que no tengan una relación familiar”. En ese caso tendrán que donarlas a Patrimonio o a instituciones benéficas. Preguntados sobre cuántas herencias han recibido los reyes, la Casa Real se remite a Presidencia, que de momento no ha respondido.