Saná, 10 feb (EFE).- Abdulhafez Jobran escapó a la muerte hace un año, cuando el autobús en el que viajaba sufrió las consecuencias de un bombardeo en una carretera cerca de Marib, en el centro del Yemen. El estudiante de 23 años fue uno de los tres supervivientes y ahora recibe rehabilitación y espera tener una prótesis pronto.
“Fui hospitalizado para un tratamiento, los médicos decidieron amputarme el brazo y el pie derecho. Perdí la córnea de mi ojo y mi brazo izquierdo está roto”, cuenta Jobran a Efe-Epa desde su silla de ruedas en un centro de rehabilitación perteneciente a los rebeldes hutíes en la capital, Saná.
Con la cara y el pecho salpicados de cicatrices por la metralla, el joven responsabiliza a la coalición militar liderada por Arabia Saudí, que interviene en el Yemen en contra de los hutíes y en apoyo de las tropas del Gobierno internacionalmente reconocido desde 2015.
“Mi vida ha cambiado. No puedo caminar, no puedo hacer nada”, lamenta Jobran, pero está dispuesto a salir adelante.
UNA LARGA REHABILITACIÓN
“Ahora estoy recibiendo el tratamiento y hago ejercicios en el centro de prótesis para poder probar una pierna artificial”, explica.
Según el centro de rehabilitación de Saná, más de 24.250 personas recibieron fisioterapia y alguna prótesis en 2021. Por su parte, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que al menos 4,5 millones de personas, el 15 % de la población yemení, sufren algún tipo de discapacidad.
Mientras, Hamid al Masuri, un combatiente hutí de 35 años, ya ha empezado a ejercitarse para utilizar una prótesis tras una larga rehabilitación.
Perdió su pierna izquierda hace aproximadamente un año, cuando fue alcanzado por un ataque al sur de Marib, donde los hutíes lanzaron una ofensiva terrestre para hacerse con el control de esta provincia rica en petróleo y último bastión gubernamental en el centro del país.
“De repente, un avión disparó un misil cerca de mí y me arrancó la pierna”, cuenta Al Masuri mientras se toma un descanso después de ejercitarse con su pierna ortopédica, que recibió hace dos meses.
“Ahora mi estado de ánimo mejora día a día. Cuando resulté herido, estaba muy, pero que muy frustrado. Es difícil y requiere mucha paciencia”, asegura el joven, a quien le gustaría dedicarse a ser agricultor. “Pero si ya no puedo trabajar, me quedaré en casa”, agrega.
TAMBIÉN LAS MINAS
Además de los bombardeos, la explosión de minas ha herido a 3.841 civiles en áreas controladas por los insurgentes en el norte del país, incluidas 1.190 personas que murieron entre 2015 y 2021, según los últimos datos del Centro Nacional para la Acción contra las Minas, afiliado a los hutíes.
Una de las víctimas es Ahmed Hamid, de 42 años, que pisó una mina mientras caminaba en la provincia noroccidental de Hayah, unas semanas después de que los hutíes reprimieran una rebelión tribal armada en marzo de 2019.
“Esta pierna estaba muy afectada y la otra también. La gente me llevó a un hospital cercano donde me amputaron la pierna”, señala Hamid a Efe-Epa desde el mismo centro de rehabilitación, donde los pacientes se costean su tratamiento.
“Todavía me duele aquí y aquí”, dice, señalando sus piernas y cintura, donde “aún hay pedazos de metralla”.