Retrato de una cacique
Odiada y respetada al mismo tiempo. Así era Isabel Carrasco, la presidenta del PP y de la Diputación de León, asesinada este lunes en pleno centro de la ciudad. Nunca fue una política ni una mujer corriente; siempre fue vehemente y protagonista.
Las primeras hipótesis de los investigadores, las mismas que reconocen en voz baja los protagonistas políticos de la provincia, apuntan al reciente desenlace de un conflicto laboral como detonante. Triana Martínez, una de las detenidas e hija de la presunta autora material de los disparos, había trabajado como personal de confianza para la Diputación hasta 2011. Ese año fue despedida y su plaza, sacada a concurso, sin que ella la lograra. Y, con el visto bueno de Carrasco, de la liquidación se le habían reclamado cantidades por complementos abonadas en exceso. Esos 60.000 euros reclamados se saldaron recientemente con una sentencia judicial desfavorable para ella y que valoraba la cantidad a devolver en 12.000 euros, más el pago de las costas.
Esta circunstancia había ocasionado a Martínez dificultades económicas tan graves como para que estuviera a punto de perder el piso en el que vivía con su madre. Tantas como para librarse por poco de la subasta judicial. La crisis, como a tantos otros, la dejó sin empleo o encargos profesionales.
Pero a esta circunstancia de índole laboral y política se unía la personal. Hasta hace unos años, la relación familiar y personal de la familia Martínez González con la presidenta de la Diputación fue estrechísima. Tanto que en 2007 Triana integró las listas del PP en Astorga como número 7. No salió elegida y estuvo a punto de tomar posesión por la dimisión de un concejal. En esta ciudad, a 40 kilómetros de León, residía entonces la familia: el padre era allí inspector de Policía y ahora ejerce de comisario.
Quienes le han visto cuentan que está destrozado y que no sospechaba de las intenciones de esposa e hija. Con la víctima, afirman fuentes consultadas, mantuvo una estrecha relación personal que acabó en enfrentamiento hace unos años y que podría haber influido en la conducta de las dos mujeres detenidas. Se investiga si también tuvo que ver la situación laboral difícil de la madre y de la que también culpaba a Isabel Carrasco.
Un talante autoritario
Carrasco no era nada amiga de que le llevaran la contraria y tenía un fuerte temperamento, lo que le permitió superar todos los obstáculos habituales en la derecha leonesa. Una primera incursión en los puestos más altos se vio frenada cuando su padrino –Manuel Pérez Villar, presidente de Alianza Popular en León y consejero de Economía con Aznar en Castilla y León en los años 80– tuvo que retirarse a raíz de su condena por prevaricación en el escándalo de la minería.
Con Juan José Lucas, fue nombrada consejera de Economía en 1995, pero volvió a sufrir un revés, lo que en su caso significó tener que conformarse con ser senadora. Pero comenzó a maniobrar en León para hacerse con la presidencia del PP provincial a través del apoyo de pequeños alcaldes y de dirigentes locales. A pesar del interés del aparato en Valladolid y Madrid para que no fuera así, logró desarbolar a sus enemigos internos. Su innata habilidad le permitió convertir León en su fortín personal y que destacados miembros de su partido en León, Valladolid o Madrid no fueran capaces de doblegarla.
No faltaron contactos con personajes oscuros. Nunca ocultó su estrecha relación y amistad con José Martínez Núñez y su familia: son conocidos por el caso Gürtel, el de Cuiña, el del hormigón, y la operación Caballo de Troya, vinculada al caso Marsans.
En la penúltimas elecciones locales, Carrasco fue capaz de convertirse en presidenta de la Diputación contra el criterio de su propio partido. Aunque ya era presidenta del PP en la provincia, no le dejaron presentarse por León, ciudad. Hasta entonces, el presidente de la Diputación solía ser un concejal elegido en las listas de la capital. Tuvo que irse de la capital –donde vivía- a su pueblo, al pequeño municipio de Cuadros, para entrar en una lista que le permitiera salir elegida.
Después ejerció su poder entre las juntas locales del partido a base de promesas futuras y de los favores concedidos como consejera en el pasado, para alcanzar el puesto de presidenta. El vicepresidente de la Diputación que ha aparecido en todas las fotos de las honras fúnebres, Marcos Martínez, es el alcalde de Cuadros.
Desde allí se aupó a la vicepresidencia primera de Caja España. Y, con los dos cargos, logró tejer una red de confianza y de respaldo a sus fieles, ya infranqueable para sus rivales dentro del PP.
Carrasco volvía a sonar ahora de nuevo “para un cargo en Valladolid”, quizá de consejera del Gobierno autonómico con vistas al relevo en la presidencia de Juan Vicente Herrera. Ni el odio que despierta en sus adversarios, ni la división interna que el partido en León ya casi reconocía abiertamente, ni los años habían desgastado lo suficiente su fortaleza política.
La presidenta de los 13 sueldos
Ni siquiera los escándalos recientes. Es la presidenta que saltó a la fama nacional por sus trece cargos con otros tantos sueldos o dietas. Fue una de las personas que lideraban una Caja España que acabó inundada de números rojos: terminó siendo absorbida por Unicaja. Una presidenta que, por la denuncia del partido regionalista leonés PAL-UL, estaba inmersa en una investigación por presunto cobros irregulares de kilometrajes en la Caja mientras viajaba en el coche oficial de Diputación. O una presidenta con causas laborales abiertas por recursos y acusaciones de enchufismo en oposiciones.
Su imagen no era buena, pero era temida, a pesar de su cercanía en el trato corto. Era lo que procuraba cultivar en la prensa local, a pesar de los exabruptos públicos que a veces provocaba su fuerte temperamento. Esa imagen quedó en evidencia cuando ordenó retirar la publicidad institucional a Radio León-Cadena SER por informar del caso de los kilometrajes. No hizo sino evidenciar algo que en el mundo de la prensa leonesa era sabido: que a Carrasco había que tratarla bien en los medios por los recursos públicos en publicidad que manejaba directa e indirectamente.
Era una mujer de fuerte carácter, con un liderazgo que se ha comparado a los de Fabra, Baltar y compañía, los que durante años mantuvieron la férrea estructura de poder del PP en las provincias. En León se vio este lunes en un céntrico restaurante cenando a Esteban González Pons, Agustín Díaz de Mera, Juan Vicente Herrera, el subdelegado en León, Juan Carlos Suárez Quiñones, y al delegado en Castilla y León, Ramiro Ruiz Medrano o al alcalde de Salamanca y secretario del partido en la región, Alfonso Fernández Mañueco, que se perfila como delfín de Herrera. El martes, uno de los comentarios más extendidos dentro del PP local y de las instituciones es qué pasará con el PP en León: si el triste suceso evitará un desmoronamiento en luchas fratricidas o si lograrán otro líder como ella.