Revivir el 15M: diez momentos para recordar el origen de una década en movimiento
1. Domingo 15 de mayo de 2011
Era 15 de mayo de 2011 y en España gobernaba José Luis Rodríguez Zapatero. Faltaba una semana para las elecciones municipales y autonómicas de trece comunidades españolas, donde eran candidatos entre otros Francisco Camps, Juan Antonio Belloch, Dolores de Cospedal, Esperanza Aguirre, Alberto Ruiz Gallardón, Jordi Hereu, Rita Barberá o Francisco Álvarez-Cascos.
Mientras en conferencias y en televisión triunfaba el ejemplo de un chaval de 23 años que había escrito un libro subtitulado “Cuando el mundo se derrumbe, hazte emprendedor”, un grupo de colectivos juveniles ignorados convoca por Internet una concentración para pedir una “Democracia real ya”. Es una protesta contra los recortes públicos y la doctrina económica que tanto los principales partidos políticos como los medios de comunicación dan como receta inevitable para salir de una crisis financiera cuya carga de culpa, además, recaía sobre sus propias víctimas.
“No somos mercancía en manos de políticos y banqueros”, se lee en la pancarta de aquella manifestación.
Esta foto la hice desde el camión de los promotores de la concentración que arengaban a la gente con un micrófono y un gran altavoz. De aquel camión nadie habla, nadie se acuerda, porque no era necesario: la exposición de creatividad, cánticos, pancartas, intenciones fue tal que solo querías que el del megáfono se callara. Lo que ocurría en la plaza era diferente, la simbología no era la de las manifestaciones clásicas de izquierdas ni sindicales ni estudiantiles ni activistas ni de ONG. El ambiente era otro. Algo estaba naciendo.
La manifestación terminó y la gente se fue.
2. “Que se vea que vamos a aguantar hasta las elecciones”
Ya de noche, un grupo de chavales decide acampar en Sol. Los primeros 40 de Sol. Llevan ya unas horas dando vueltas por la zona después de la manifestación, que les ha dejado ganas de más.
Diez años después, sigue siendo fascinante la clarividencia del tipo que coge el megáfono para preguntar si hay posibilidades de una acampada que emule lo que ya se ha visto en Egipto. En este vídeo del momento se ve que tienen muy claro qué hay que hacer y que desde el primer minuto, cuando aquello no era más que una reunión de rezagados, se vieron visos de aguantar “hasta las elecciones, como mínimo”. Quedaba una semana.
Aquel chico se llamaba Miguel. Simboliza a otros muchos migueles. Le entrevisté a la mañana siguiente y seguía allí con su claridad mental. Se resistió a dar entrevistas durante meses. Todavía hoy responde lacónico a los mensajes. Como otros muchos de aquella generación, acabó aportando sus aprendizajes del 15M en varias plataformas y al final para un gobierno municipal, en segundo plano.
Los acampados habían negociado con la Policía. Dos chicas fueron a hablar de madrugada con el jefe del operativo, que los vigila a cierta distancia. La conversación se graba. La Policía les dejará quedarse si no montan tiendas ni ponen objetos físicos como palés o vallas de las obras que había en las cercanías. La primera noche de acampada fue en realidad una sentada nocturna.
Pero los primeros 40 de Sol se transforman en más de cien para la segunda noche. La Policía se mosquea. Aquella segunda noche sí, Interior (entonces el ministro era Alfredo Pérez Rubalcaba) ordena desalojar la acampada. Sucede casi a las 5 de la mañana.
Y ahí empieza todo. El vídeo de los antidisturbios despertando y levantando a los chavales se graba y se cuelga en Twitter casi en directo. A primera hora de la mañana hay más gente hablando de la acampada en Internet que gente acampando en Sol. Esa fue siempre parte de la clave.
3. Las redes sociales reaccionan
Como reacción al desalojo, se produce una reacción multitidunaria en redes sociales desde primera hora de la mañana, desde varias ciudades. Este vídeo muestra la evolución de las interacciones en Twitter alrededor del 15M desde antes de que se produjera hasta días después.
Hay autoconvocatoria multitudinaria para protestar en la plaza y apoyar la acampada. Aquí comienza realmente el 15M que todos tenemos en la cabeza. A las 18h ya hay cientos de personas haciendo un gran círculo. Es la primera asamblea multitudinaria. Hay una pequeña carpa con un cartón donde se listan las cuentas en redes sociales que se acaban de abrir. Hablo con Miriam, una de las personas que gestiona las primeras redes del 15M. No da crédito.
No he vuelto a ver a Miriam nunca más, pero a otras personas que manejaron las redes sociales en aquellos meses las he visto durante años marcando agenda a periodistas y políticos en Internet, organizando campañas de activismo digital con impacto permanente, creando ambientes de participación sin precedentes en España, aportando su talento para organizaciones sociales o para victorias electorales. También he visto a otros pelearse entre ellos por quién se quedaba con las cuentas, con las contraseñas, con los lemas, con las marcas, con la legitimidad.
4. Aquella noche del 17M: “Estamos haciendo historia”
La tecnología se convierte en fundamental desde las primeras horas. El 15M se produce justo cuando los dispositivos móviles empiezan a ser un miniordenador con conexión permanente. Una anécdota personal como ejemplo: me habían robado el móvil unos días antes, en un viaje a Portugal. La cámara del móvil robado no hacía ni fotos decentes. Con el móvil nuevo puedo hacer vídeos, fotos y una cosa nueva que se llama streaming. Puedo retransmitir desde el móvil. Me subo a una azotea y emitimos. Me bajo a la plaza y me pongo a pasear durante horas, le pregunto a la gente qué hace allí. Mientras, ponen cartones y aparecen lonas azules.
Fueron 5 horas en directo desde el móvil. Estos son 20 minutos que resumen aquella noche del 17 de mayo y lo que se vería en los días posteriores.
Los que empezamos en la plaza transmitiendo, colgando fotos, tuiteando (decenas de periodistas ya y cientos de ciudadanos compartiendo la experiencia), no somos muy conscientes de la repercusión de nuestras publicaciones. En aquella época, el contador de retuits de Twitter paraba de contar cuando superabas los 50. Alguien me avisa de que esta foto ha salido en el New York Times.
5. El 15M es contagioso
Otras ciudades empiezan a tener su propia acampada. El 15M ya es un método que se replica de Catalunya a Andalucía, de Galicia a Baleares, de emigrados de Londres a los viajeros españoles en Vietnam. Sigue aflorando otra característica fundamental del movimiento: la necesidad desesperada por encontrar nuevas metáforas políticas, nuevos lenguajes para la izquierda. Mucha tecnología (‘404 error en el sistema’, decían las pancartas más celebradas) y mucha cultura popular y audiovisual. De Sevilla salieron joyas como esta:
La acampada de Sol crece tanto en tan poco tiempo que hacen falta mapas para orientarse. Este era el plano de las comisiones:
Alrededor del corazón logístico, las comisiones temáticas se buscan plazas aledañas para poder celebrar asambleas (más bien foros de debate e ideas) sobre temas de profundidad: sistemas financieros, participación democrática, migraciones, medio ambiente, elecciones, formatos de estado, feminismo. Un gran reset mental para los mayores, un máster para los nuevos. Pasión por la política.
6. La jornada de reflexión.
La Junta Electoral advierte: el 15M no tiene permiso para estar en las plazas el sábado 21 de mayo porque es día de reflexión antes de las elecciones. Por segunda vez en una semana, la prohibición de hacer algo provoca exactamente el efecto contrario: una ola de solidaridad masiva, en redes sociales y presencial. En la medianoche del viernes 20 al sábado 21 de mayo, la medianoche en que empezaba la jornada de reflexión, decenas de miles de personas se reúnen para el primer 'grito mudo', un sobrecogedor silencio que luego estallaba en un grito rebelde. Aquello se convirtió en un ritual cada noche.
La prensa se desesperaba.
Las consecuencias en aquellas elecciones municipales y autonómicas fueron mínimas. El bipartidismo siguió donde estaba, el PSOE sufrió pero sin debacle, UPyD fue paradójicamente uno de los beneficiados, IU subió algo… pero nadie rentabilizó realmente lo que estaba pasando. Meses después, Rajoy ganaría las elecciones sin grandes alternativas fuera del bipartidismo. Era demasiado pronto. La sociedad estaba cambiando todavía a nivel político casi molecular, quedaría tiempo para que eso se notara en el sistema de partidos.
7. Hay que irse
Cruzado el rubicón de las elecciones del 22 de mayo, con el paso de los días la atención informativa empezó a dispersarse y a rebuscar en las miserias de aquellas plazas que eran también convivencias complejas. En Barcelona sufrían desalojos. En Madrid, la acampada de Sol estaba atrapada en sí misma. Poco pasó y poco se supo para lo que pasó.
Cada vez más activistas tenían claro que había que levantar el campamento porque la logística de mantener aquello funcionando y en condiciones de seguridad se lo tragaba todo. Había cada vez más personas ajenas al movimiento viviendo allí y cada vez más policía infiltrada.
Una minoría insistía en quedarse y las decisiones se tomaban por consenso, así que durante días hubo un tira y afloja subterráneo que no se apreciaba demasiado en las grandes asambleas centrales de Sol pero era muy patente en las asambleas de coordinación y dinamización, más pequeñas y discretas, que tenían lugar a la espalda de El Corte Inglés. Era un espectáculo ver cómo personas ya expertas en la moderación de consensos usaban tácticas indirectas para conseguir el resultado que defendían.
El único acuerdo posible fue, y no era poco, que podían estar de acuerdo en estar en desacuerdo. La acampada se levantaba el 12 de junio, se dejaría un punto de información y los que quisieron quedarse, unos pocos, se quedaron.
8. El primer desahucio parado
El 15M consigue volar por fin libre de tiendas de campaña. Las energías se dedican a pensar grupos de trabajo, acciones, asambleas de barrio, asombrosos memes en redes sociales.
Esta nueva sociedad civil naciente conseguirá durante los próximos años que los medios de comunicación dejen de hablar tanto de partidos y declaraciones y empiecen a hablar de políticas en profundidad. Desahucios, deuda, democracia, transparencia, privatizaciones, agua, educación, salud, vivienda.
El primer desahucio parado en Madrid fue dos días después del levantamiento de la acampada, el 15 de junio de 2011. Calle Naranjo, 14, barrio de Tetuán.
Ese mismo día, miles de personas rodearon el Parlament de Catalunya para protestar contra la aprobación de los presupuestos de la Generalitat, que incluían recortes y privatizaciones. El president, Artur Mas, tuvo que entrar en helicóptero.
9. Del 15-O a las mareas
Comenzó el verano y las movilizaciones no se detuvieron, con marchas masivas durante meses y acciones esporádicas cada semana. Hubo episodios de mucha tensión, como las cargas policiales en las protestas contra la Jornada Mundial de la Juventud que arropaba la visita del Papa a Madrid, pero sobre todo se vivía un enamoramiento mediático (no en todos los medios, claro; ni si quiera en la mayoría) con aquella juventud que había roto todos los estereotipos que se tenían de ella. Los medios acabaron entregados al 15M y los debates que el 15M proponía, porque daba audiencia y porque los periodistas jóvenes supieron poco a poco hacerles ver a los jefes que se jugaban su credibilidad. El apoyo social era muy mayoritario, según todas las encuestas.
En una locura que salió bien, el movimiento se vio con fuerzas para intentar una gran movilización en otoño. El 15 de octubre de 2011 se convocaron concentraciones en ciudades de toda España y de todo el mundo, aprovechando también el tirón de Occupy Wall Street, una acampada surgida ante la Bolsa de Nueva York el 17 de septiembre. Algunos activistas, ya 'quincemayistas' hasta la médula, se habían ido a EEUU para volver a vivir la experiencia.
Hubo manifestaciones en muchas ciudades. Decenas de marchas entraron en Madrid por diferentes vías, desde el norte, el sur, el este y el oeste, cortando las principales infraestructuras de comunicación. Una enorme demostración de fuerza y de coordinación. El 15-M no se apagaría en mucho tiempo.
Desde 2011 a 2014 aquella energía se desplegó de todas las formas posibles. La PAH, 15MPaRato, Sueldos Públicos, Graba Tu Pleno, Oficina Precaria, huelgas generales, Rodea el Congreso, la marea verde, la marea blanca, la marea azul, la tecnopolítica y el hacktivismo, la cultura Wikileaks, la política colaborativa, una nueva ola feminista y también nuevos medios de comunicación y nuevos formatos, de los más asépticos como el periodismo de datos a los más pegados a primera línea de manifestación, o directamente el mediactivismo. Con el 15M, se recuperó la idea de que se podía hacer política desde fuera de los partidos políticos, una obviedad que sin embargo era ridiculizada sistemáticamente, recordando a aquella juventud acampada que para participar en democracia lo que había que hacer era votar y callar. Y si no, “que monten un partido”, decían.
Cuánta riqueza e innovación aportó el 15M como para que ahora solo se recuerde como unas acampadas.
Muy rápido, en apenas dos años, la mayoría de estos colectivos intentaban sacarse de encima la etiqueta 15M para no verse esclavos de su significado y poder actuar con libertad, algo eficaz a corto plazo pero que en el largo acabó por diluir la importancia del movimiento, darlo por superado. Hoy se echa de menos esa vigencia del 15M, no como nostalgia sino como inspiración.
Los cientos de colectivos, plataformas, mareas e iniciativas que florecieron de 2011 a 2014 marcaron tanto a la sociedad que mediáticamente giraba todo alrededor de ellas. Los protagonistas de la actualidad no eran los políticos sino los activistas, que estaban a todas horas en todas partes. Además de la cascada constante de caras anónimas que iban rotando, Ada Colau se convirtió en una estrella mediática, Alberto Garzón también lo fue, Pablo Iglesias empezó así, Telecinco y La Sexta apostaron por debates políticos donde antes había programas de entretenimiento, las portadas hablaban de revoluciones digitales y la revista de corazón Pronto regalaba pegatinas de la PAH como reclamo comercial.
10. El cambio de ciclo
Durante tres años se suceden las movilizaciones de todo tipo, pero el tono va cambiando. La transversalidad, la creatividad, la complicidad de la audiencia de televisión, la simpatía de intelectuales y referencias de la opinión pública, la participación multitudinaria… Nada parece ser suficiente para producir un cambio dentro de las estructuras políticas. Gobierna Rajoy y gobierna Bruselas, que avanzan por la senda de los recortes sin inmutarse. Los activistas empiezan a hablar de “bloqueo institucional”.
A finales de 2013 ya hay varias reuniones paralelas entre activistas de Madrid o Barcelona para intentar pensar en alguna iniciativa electoral de cara a las europeas de 2014 o las municipales de 2015. Visto lo visto, lo electoral parece lo único a lo que queda por recurrir.
Podemos se adelanta. Ve claro que es el momento de acelerar. En enero de 2014 se funda y se presentarán a las elecciones europeas de mayo de 2014. Entre una cosa y la otra, se produce la última gran movilización de este ciclo, la que podemos decir que cierra la era del 15M en la calle.
Son las Marchas de la Dignidad del 22 de marzo de 2014, una enorme movilización preparada desde diferentes comunidades durante meses por colectivos sociales, agrarios, sindicales y de izquierdas y que usan sin complejos el liderazgo de figuras personales como la de Pablo Iglesias para animar a la participación. El tono, las banderas, las formas, los cánticos, la estética, los carteles, no recuerdan mucho a los que han dominado el 15M madrileño. Pero Pablo Iglesias sabe cómo engancharse al discurso de “ni izquierdas ni derechas” para conectar con lo que aún está vivo e intentar llevarlo hacia su siguiente fase. “¿Esto es de izquierdas? No, esto es de sentido común”. Estas palabras son del acto de presentación de aquellas Marchas de la Dignidad:
Iglesias ya es un fenómeno en televisión. Podemos está a punto de dar la sorpresa en las europeas y, con ello, abrir la caja de pandora de un proceso imparable. El debate electoral lo centrará todo durante años, incluso más allá de Podemos: Guanyem Barcelona con Ada Colau, Ganemos Madrid que será luego Ahora Madrid, el Partido X, las mareas atlánticas, los municipalismos en cada esquina. La espiral va a absorber toda la capacidad creativa, de trabajo y emocional de miles de personas que se implican en diferentes procesos en diferentes ciudades: listas, campañas, primarias, comisiones, vídeos, redes, programas electorales participativos, mecanismos de transparencia, lo local, lo global, círculos, barrios, platós de televisión.
Los mejores activistas, periodistas, politólogos, investigadores culturales, funcionarios de su generación dedicarán los siguientes cinco años al fenómeno de la construcción de alternativas políticas desde dentro de las instituciones. El debate de las ideas se queda de nuevo paralizado. La guerra es total en todos los frentes posibles. Muchos se quedarán por el camino. Quemados, decepcionados, hostigados. Otros conseguirán gobernar, rectificar planes urbanísticos, revertir privatizaciones, aprobar leyes ambientales, equivocarse, buscar enemigos, ganar y perder.
Han pasado solo diez años.
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