ANÁLISIS

La ruptura entre Podemos y Sumar: ¿el fin de una época?

9 de diciembre de 2023 22:37 h

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¿Es el fin de una época? El espacio político a la izquierda del PSOE estalló este martes, algo que llevaba tiempo viéndose venir, y parece que de forma irreconciliable, al menos en el corto plazo. Ese espacio político ha implosionado después de haber representado una alianza amplia y estable desde la irrupción de Podemos (2014), las candidaturas municipalistas (2015) y “el pacto de los botellines” entre Pablo Iglesias y Alberto Garzón (2016). Un espacio político que llegó a máximos de seis millones de votos el 20 de diciembre de 2015, entre Podemos y las confluencias más Izquierda Unida: en conjunto, medio millón más que el PSOE. Eran tiempos en los que Podemos representaba una transversalidad que le conectaba con el 15M en un momento en que el bipartidismo estaba bajo mínimos, con la abdicación de Juan Carlos I, la crisis de la arquitectura del 78 y la ausencia de un partido de ultraderecha en las instituciones.

Desde entonces, de manera más o menos estable, fueron concurriendo a todas las elecciones Podemos, IU y los comunes, mientras por el camino se desenganchaba Compromís y se escindía Más Madrid. Aquel camino culminó con el primer Gobierno de coalición en ocho décadas, en enero de 2020, con Pablo Iglesias, Yolanda Díaz, Irene Montero, Alberto Garzón y Manuel Castells en el Consejo de Ministros.

Este 23 de julio de 2023 Sumar tomaba el relevo, después de unas elecciones autonómicas y municipales del 28M en las que el mapa local y regional se tiñó de azul oscuro gracias a los acuerdos de PP y Vox. Pero el 23J la nave nodriza –concepto acuñado por Juan Carlos Monedero en 2015– ya no eran Podemos y Pablo Iglesias, que había dejado la política institucional en mayo de 2021, sino la candidata y vicepresidenta del Gobierno, Yolanda Díaz, y su equipo.

El acuerdo de Sumar para las elecciones, cerrado el 9 de julio tras dos semanas de duras negociaciones –que acabaron con Irene Montero fuera de las listas–, supuso la más amplia coalición electoral de la izquierda, con una quincena de organizaciones: se lograron 31 escaños, de los cuales cinco correspondieron a Podemos –los mismos que IU y comunes–. Apenas cinco meses después, uno de los principales actores de esa coalición, Podemos, sin portavocías en el Congreso, sin capacidad de registrar iniciativas y sin presencia en el Consejo de Ministros, anunciaba este martes su paso al Grupo Mixto, donde se encontrará con BNG, UPN y Coalición Canaria.

“Sumar ha intentado impedir que los diputados y diputadas de Podemos hagan política. Hace unas semanas, PSOE y Sumar decidieron echar a Podemos del Gobierno. Hemos intentado hacer todo lo posible en Sumar, pero se ha demostrado imposible. Por eso les anuncio que, desde ahora, pasamos al Grupo Mixto”, dijo el diputado de Podemos Javier Sánchez Serna ante la prensa en en el Congreso.

La decisión llega, también, durante un debate sobre Oriente Próximo en el pleno, con la comparecencia del ministro de Exteriores, José Manuel Albares, en el que pidió participar la secretaria general de Podemos, Ione Belarra. Al final, intervino Agustín Santos Maraver, número dos de Díaz en la lista por Madrid y ex representante de España ante la ONU.

La portavoz de Sumar, Marta Lois, respondía: “Nos mostramos sorprendidos y lamentamos la decisión de abandonar el grupo parlamentario. Lamentamos la ruptura de Podemos con nuestro grupo, supone un incumplimiento del acuerdo de coalición electoral de Podemos con Sumar, y la ruptura de un acuerdo que era para toda la legislatura. Es una gran deslealtad con los más de tres millones de ciudadanos que nos han votado el 23 de julio”.

A partir de aquí, las próximas citas electorales, en Galicia y Euskadi y, particularmente las europeas del 9 de junio de 2024, cuando se cumplirán diez años de la irrupción de Podemos el 25M de 2014, evidenciarán el fin de una época de unidad amplia a la izquierda del PSOE acompañada de resultados electorales inéditos y con una presencia en el Gobierno que no se producía desde la Segunda República.

Pero este 2024 no es 2014: el 15M parece de otra era –los que tenían 20 años entonces cumplen 33–; el bipartidismo ha recuperado posiciones, ha desparecido Ciudadanos y la extrema derecha de Vox cogobierna ayuntamientos y comunidades autónomas junto al PP, con lo que eso está suponiendo de retrocesos legislativos y recortes de derechos sociales.

Al final, los grupos políticos ocupan el espacio que buscan pero, también, el espacio que les deja el resto y aquel en el que pueden desenvolverse mejor. Si Sumar ocupa el lado pragmático y de alianza con el PSOE, Podemos puede asumir el espacio más a la izquierda y reivindicar, además, el feminismo, toda vez que Igualdad ha pasado al PSOE e Irene Montero ha sido excluida del Gobierno. Y, más aún, estando fuera de un Ejecutivo que tampoco goza de una mayoría progresista para aprobar una agenda ambiciosa, en tanto que depende de PNV pero sobre todo de Junts.

De alguna manera, es todo una suerte de geografía política. ¿Hay tanto espacio a la izquierda? Esa pregunta se despejará de aquí a junio. El campo político al final se define por las luchas simbólicas en el foro público, y para la mayoría del electorado la política está dividida en dos bloques: derecha e izquierda.

Podemos intentará desenvolverse en el margen que queda para criticar al gobierno de PSOE y Sumar, y para presionarles hacia la izquierda, seguramente en una alianza republicana con EH Bildu y ERC, pero está por ver el tamaño de ese espacio político, cómo queda Sumar después de esa competición política y electoral, y cómo queda el conjunto de ese espacio que llegó a seis millones de votos hace apenas ocho años.

Y, también, está por ver cómo afectará a Sumar esa interpelación desde su izquierda, si querrá o no ocupar ese espacio de forma discursiva y simbólica; o si referentes de IU y el PCE disputarán más protagonismo para competir con Podemos.

¿Espacio rojiverde?

El estallido del espacio político, que el 23J sumó tres millones de votos, se produce, también, después de conocerse la composición del Grupo Ejecutivo del Movimiento Sumar, en el que ha decidido no participar Podemos, y que se anunció este sábado. En total son 20 miembros, entre los que hay partidos de la coalición electoral y miembros de Sumar, y que cedía a un partido como Equo dos asientos, los mismos exactamente que a IU, comunes o Más Madrid. Y de entre los miembros elegidos por Sumar, la diputada por Cádiz, Esther Gil, anunciaba en X que había sido escogida como la “representante andaluza” en el órgano, algo que decían desconocer otros actores del espacio político.

Del mismo modo, también decían desconocer algunos de los integrantes del espacio político que Íñigo Errejón iba a ser nombrado coordinador de la ponencia política junto a Marta Lois; y que Lander Martínez –diputado y persona importante en el desarrollo de Movimiento Sumar– será el coordinador de la ponencia organizativa junto a Paula Moreno –coordinadora del grupo de Cuidados del equipo de expertos de Sumar formado durante el proceso de escucha–.

¿Qué será el partido Sumar? ¿Cómo se desarrollará? ¿Será una suerte partido de partidos con doble militancia a la manera de Catalunya en Comú? ¿Competirá políticamente o electoralmente con los comunes, Compromís y Más Madrid? ¿Lo hará con Izquierda Unida? Quedan muchas cuestiones por responder, quizá el camino aún no esté decidido y dependa del desarrollo político de los próximos meses.

Pero lo que sí parece es que, con la marcha de Podemos del grupo parlamentario de Sumar y la competición entre ambos, queda por ver cuán rojo y cuán verde se va dibujando el espacio que aspiraba a ser rojiverde, a la vista también de la correlación de fuerzas en la dirección de 20 de Sumar, en la que apenas una organización se referencia en el espacio de La Izquierda del Parlamento Europeo (IU), mientras la mayoría lo hacen en Los Verdes (comunes, Más Madrid, Más País, Equo), y el resto quizá en los dos, de momento (Sumar).

¿Cómo será la próxima papeleta para las europeas? ¿Cuántos eurodiputados irán a La Izquierda y cuántos a Los Verdes? En la última cita europea, en mayo de 2019, cinco fueron a La Izquierda –María Eugenia Rodríguez Palop, Sira Rego, Manu Pineda, Idoia Villanueva y Miguel Urbán– y uno a Los Verdes –Ernest Urtasun–. En una papeleta compartida con los mismos actores que en las generales –IU, MM, comunes, Compromís, etc– pero sin Podemos cabe la posibilidad de que esta vez la proporción sea la inversa: la mayoría a Los Verdes y la minoría a La Izquierda.

Enfrente, estaría Podemos, con una candidatura referenciada nítidamente en la izquierda, previsiblemente liderada por Irene Montero y en la que pudieran entrar otros referentes que se quedaron fuera de las listas de Sumar el 23J. Y todo ello coincidiendo con el décimo aniversario del partido. Sumar logró un 12,3% el 23J: ¿cuánto logrará sin Podemos en las europeas? ¿Y Podemos, cuánto logrará yendo sin Sumar? Sea lo que sea, todo parece indicar que ninguno de los dos por sí mismo podrá llegar a ese 12%, y todo ello después de unas elecciones gallegas y vascas que tampoco parecen muy propicias para ninguno de los dos. Es decir, en siete meses la foto del espacio político a la izquierda del PSOE puede no ser tan feliz como la del estreno del nuevo Consejo de Ministros hace 15 días.

Y esas diferentes culturas políticas y referencias, que casi siempre tienen traslación con el conflicto histórico sobre cómo debe ser la relación entre los hijos de la III Internacional y los hijos de la II Internacional, se han agudizado en las últimas semanas y aún se agudizarán más: Podemos, que ya ha dicho que no pondrá en jaque al Gobierno, no dejará de reivindicar sus cinco escaños como fundamentales para cualquier votación que quiera impulsar la coalición de PSOE y Sumar; y reclamará una relación de bilateralidad con el Gobierno y con su principal partido, el PSOE, con el que las negociaciones nunca fueron fáciles ni antes de entrar en el Consejo de Ministros ni tampoco después –la ley trans, la ley de vivienda y la ley del sí es sí, entre otras, son ejemplos de ello–.

Si en el pasado se ensayó la tesis de las dos orillas, o la opuesta, la de la inevitabilidad del pacto que convertía al aliado del PSOE en una suerte de muleta subalterna, Podemos practicó una nueva forma de negociar, que incluso pasó por una repetición electoral en 2019 para así lograr el primer gobierno de coalición en ocho décadas ante las resistencias de Sánchez. Con el tiempo, esa dureza se bautizó por los críticos como ruido y, en ese contexto, Sumar se ha presentado como un actor con un tono distinto. Es decir, con una relación con el PSOE y su líder, Pedro Sánchez, diferente a la ensayada por Podemos.

Diferente relación con el PSOE, diferentes referentes históricos y diferentes referentes políticos europeos. Esto es lo que han venido demostrando Podemos y Sumar en los últimos meses, cuando tenían una alianza electoral y parlamentaria. ¿Qué se puede esperar a partir de ahora? Reafirmación de los perfiles propios, con el horizonte de elecciones gallegas, vascas y europeas en los próximos meses.

Fantasmas

Mientras, se aparecen fantasmas. Algunos del pasado, como el de la ruptura de IU y el PDNI, y otros del presente, como el de la división electoral en Portugal, donde el Bloco y el PCP llegaron a mínimos en las últimas elecciones generales en las que los socialistas lograron la mayoría absoluta. Pero el fantasma que más asusta en ese espacio político a la izquierda del PSOE es el italiano, donde ya no queda apenas rastro institucional de izquierda no socialdemócrata.

Tres días después de la caída del Muro, el 12 de noviembre de 1989, el entonces secretario general del PCI, Achille Occhetto, se presentó por sorpresa en un acto de conmemoración del 45 aniversario de la batalla partisana de la Bolognia.

Ante un grupo reducido de militantes y partisanos, Occhetto se levanta, toma la palabra y lanza el siguiente mensaje, sin haberlo acordado previamente con su dirección: “Hay que seguir con el mismo valor demostrado durante la Resistencia. Gorbachov, antes de comenzar con los cambios en la URSS, les dijo a sus mayores: ustedes han ganado la Segunda Guerra Mundial, y si no quieren que se pierda ahora, hay que afrontar grandes transformaciones”.

“No hay que continuar”, prosiguió Occhetto, “por viejas carreteras sino inventar nuevas para unificar a las fuerzas de progreso”. Y cuando los periodistas le preguntaron si apuntaba a un cambio de nombre del PCI, el secretario general contestó: “Puede pasar de todo”.

Ese mismo día, el 12 de noviembre de 1989, fallecía en Madrid Dolores Ibarruri, Pasionaria, histórica dirigente del PCE.

Pietro Ingrao, entonces número dos del PCI, se encontraba en aquel momento en Andalucía, participando en actos con dirigentes comunistas españoles. Al tener conocimiento de la muerte de Ibarruri, se trasladaron a Madrid. Allí, recibió una llamada de Occhetto comunicándole la decisión de diluir el PCI. Ingrao le transmitió su oposición, una oposición que se prolongó hasta el último día de vida del PCI, el 3 de febrero de 1991.

No era, la intervención de Occhetto, la primera vez que se planteaba el cambio de nombre del PCI, pero sí que fue la vez más decisiva. Y abrió un debate sobre “la cosa” y “el nombre de la cosa”.

Aquel discurso de Occhetto, que supuso un volantazo decisivo en el futuro del PCI y de la izquierda marxista organizada en Italia, recibe el apelativo de svolta della Bolognina. La svolta se culminó dos años después: en febrero de 1991 Occhetto entierra el PCI y alumbra una nueva formación, el PDS. Y el cambio de nombre de “la cosa”, con el tiempo, llevó a un cambio de identidad irreversible de “la propia cosa”: el PDS volvió a reconvertirse hasta terminar en el PD.

En 1991, además de nacer el PDS de Occhetto, Massimo D'Alema y Walter Veltroni, nació el Partito della Rifondazione Comunista, con cerca de un tercio de la militancia del PCI y con el apoyo paulatino de algunos dirigentes históricos, como Armando Cosutta, Fausto Bertinotti y Pietro Ingrao, entre otros.

Pero, con el tiempo el PRC, que llegó, entre 2006 y 2008, a tener presencia en el Consejo de Ministros y a presidir la Cámara de Diputados, ha terminado siendo extraparlamentario.

En todo caso, pase lo que pase en el futuro próximo, lo cierto es que lo ocurrido este martes, que llevaba tiempo anunciándose, acaba con el ciclo político que arrancó con el 15M y tuvo su traslación electoral a partir de 2014, con la irrupción de Podemos, las candidaturas municipalistas y las coaliciones electorales amplias de UP y Sumar. ¿Es el fin de una época? Está por ver qué consecuencias tiene para el mapa político no sólo a partir de las elecciones europeas, sino también para las próximas generales.