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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

CRÓNICA

Sánchez aplaca la crítica interna y se propone resetear el proyecto socialista en el congreso federal

7 de septiembre de 2024 22:03 h

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Y la montaña parió un ratón. Ni cisma, ni más crítica implacable que las de Emiliano García Page y Javier Lambán. Un clásico ya en los Comités Federales del PSOE desde que Pedro Sánchez es secretario general. Las previas fallaron una vez más. No temblaron los cimientos de la calle Ferraz y tampoco el líder de los socialistas acabó sepultado por la censura de los barones, como algunos habían pronosticado. Así puso el broche el líder de los socialistas a una primera semana de septiembre en la que recuperó la iniciativa frente a un Alberto Núñez Feijóo que no termina de encontrar el tono ni el eje de una estrategia propia, más allá de decorados de cartón piedra para sus puestas en escena.

El presidente del Gobierno afronta el otoño dispuesto a dar batalla sin elecciones a la vista. Con o sin Presupuestos para 2025. Con o sin el apoyo de todos los barones de su partido. Y “con o sin el concurso del poder legislativo”. Al PP le pide que abandone la oposición “destructiva” y a los suyos que “aprieten los dientes y miren hacia adelante” frente a los ataques para construir España desde una agenda socialdemócrata que, a tenor de lo que afirmó este sábado ante la plana mayor de su partido, se propone restaurar de arriba a abajo en el congreso federal del próximo noviembre. 

Sánchez arrancó el lunes de esta semana con el anuncio de que se presentará a la reelección como secretario general del PSOE mientras Feijóo y Ayuso competían por el titular del mismo día con sendas entrevistas en radio y televisión. El martes se conocía el acuerdo del CGPJ para que por primera vez una mujer y progresista presidiera el Tribunal Supremo y el órgano de gobierno de los jueces. Y el miércoles, durante una conferencia en el Instituto Cervantes, fijaba el rumbo del gobierno y las prioridades para el nuevo curso político y, por la tarde, anunciaba la incorporación de un pata negra del PSOE como es Óscar López al Consejo de Ministros en sustitución de José Luis Escrivá, que fue nombrado, no sin polémica, gobernador del Banco de España mientras en el PP Ayuso reventaba la cumbre de Feijóo con sus barones en su empeño de boicotear las bilaterales que Sánchez tiene previsto celebrar de los presidentes regionales. Para cuando llegó el viernes, los populares eran motivo de chanza en media España por una fotografía de Feijóo y sus líderes territoriales en un palacio madrileño a modo de émulo de La Moncloa pero sin lograr cerrar una propuesta única en materia de financiación autonómica.

Con una aplastante seguridad en sí mismo y un discurso netamente ideológico, Sánchez se plantaba ante el Comité Federal de su partido para convocar oficialmente el congreso de noviembre y pedir a los suyos “ambición en las propuestas y rigor en los debates” con los que pretende resetear el proyecto socialista. “Somos la punta del progreso y en el próximo 41 Congreso nos toca a nosotros actualizar el sueño socialdemócrata”, enfatizó.

Tocar todo, menos la Monarquía

 Si de Alfonso Guerra fue la célebre  frase de que “a España no la va a conocer ni la madre que la parió” de Sánchez es “voy a tocarlo todo menos la Monarquía, que de eso ya se encargarán las Juventudes Socialistas” (sic). La soltó en tono jocoso en los corrillos posteriores a la reunión de la dirección federal del pasado lunes, según varios testigos presenciales, pero da idea de la puesta a punto que el secretario general pretende del ideario socialista con la vista puesta en un modelo federal a modo del alemán o el canadiense. De momento, abre la puerta a permitir que todas las comunidades que lo deseen recauden y gestionen más impuestos, que tengan nuevas transferencias competenciales y que se les reconozcan sus  singularidades.

Aspira a una nueva etapa autonómica, “que puede ayudar a crear un sistema de financiación más justo, que reduzca las diferencias territoriales, garantice la suficiencia del gasto público y ”exija la corresponsabilidad con los gobiernos autónomos“. Fue todo lo que dijo para sortear las críticas internas a la financiación singular de Catalunya y que esta vez no sólo han llegado desde  la derecha, sino también de sus socios parlamentarios y de la mayoría de los barones socialistas.

Y es que, en su opinión, el debate “no es entre territorios sino entre modelos, entre quienes ven derechos en los servicios públicos y quienes ven mercancías”, según afirmó antes de acusar al PP de usar la financiación autonómica como su enésima coartada y acallar la contestación interna del PSOE con datos. 

Desde 2018, se han transferido 935.000 millones de euros a las comunidades autónomas, además de los 30.000 en aportaciones extraordinarias por la covid. En total, 300.000 millones más de los que transfirió el Gobierno de Mariano Rajoy. Y todo ello sin incluir los fondos europeos. “Nunca en la vida, nunca en estos 40 años de Estado autonómico, un Gobierno de España ha volcado más recursos para financiar a las comunidades autónomas”, afirmó antes de cargar contra quienes “piden con una mano, mientras que con la otra hacen regalos fiscales a los más ricos”.

Fue, sin embargo, la intervención de Salvador Illa ante el Comité Federal del PSOE la que más calmó las turbulentas aguas socialistas. “Que nadie lo dude, la solidaridad no se ha puesto, no se pone ni se pondrá en duda por parte del PSC. Lo he dicho en público y en privado, mi proyecto es un autogobierno fuerte -en el que se inscribe el acuerdo de financiación- y una implicación en la mejora de España en una Europa de horizonte federal. Catalunya no solo no se va, sino que vuelve”. 

El president de la Generalitat, que fue el más aplaudido por el cónclave, aún diría más: “He sido ministro de España. Sé lo que es España y lo que es Cataluña. Sé que estoy dónde estoy como resultado de un esfuerzo colectivo de todas y todos vosotros. El mismo entusiasmo, la misma convicción, el mismo esfuerzo desinteresado y la misma ayuda que hemos sentido los socialistas catalanes la vamos a devolver multiplicado”. 

Sin duda, fueron sus palabras junto al temor ante el anunciado relevo en los liderazgos territoriales tras el congreso federal lo que, sin duda, amilanaron a algunos barones de los que salieron en tromba contra la financiación singular de Catalunya, tras el acuerdo suscrito con ERC. Con el asturiano Adrián Barbón ausente por compromisos de su agenda institucional, la mirada estaba en el madrileño Juan Lobato como en el andaluz Juan Espadas. Nadie apreció en ninguno de los dos la contundencia que habían empleado ante los micrófonos en días anteriores. Todo lo contrario. Incluso, Juan Lobato se ofreció a liderar la ponencia sobre financiación autonómica y modelo territorial en el Congreso Federal, después de considerar “legítimo” el acuerdo fiscal entre PSC y ERC para que Cataluña comience a recaudar el cien por cien de los impuestos. En su opinión, es un punto de partida para comenzar a plantear este debate.

Con parecida tibieza se expresó Espadas, que hizo un alegato en favor de la gran victoria en Catalunya y la normalización y sostuvo que “la solidaridad entre españoles está fuera de toda duda porque son nuestros principios y valores”. El andaluz, que pidió a sus correligionarios no caer en el marco de las derechas, felicitó incluso a Sánchez por su “valentía” al convocar el congreso, una decisión que no se ha entendido igual en todos los territorios.  

Page, por el contrario, hizo de Page al mantenerse firme tanto en su preocupación por el acuerdo alcanzado entre el PSC y ERC como en la crítica. Así sostuvo que los territorios no pagan impuestos, sino que lo pagan los ciudadanos y las empresas. “Una cosa es singularidad y otra cosa es un régimen específico”, denunció no sin antes recordar que “cuando hay presidentes en el partido, no se discuten los liderazgos pero sí se pueden y deben debatir sobre políticas e ideas”. Algo que espera que ocurra en el congreso de noviembre. Mucho más implacable incluso que el castellano-manchego, fue el aragonés Javier Lambán, que alertó de la “inconstitucionalidad” de un concierto económico en Catalunya y rechazó una reforma del sistema de financiación “de manera unilateral”. Eso fue todo porque más que en Catalunya, en la financiación autonómica o en posibles desigualdades, lo que pase en el PSOE de aquí a noviembre hay que leerlo sólo en clave orgánica. Nada como despertar dudas sobre la continuidad de los líderes territoriales como táctica política para garantizar lealtades.

Es política y no precisamente con mayúsculas de lo que hablamos.