Sánchez echa mano del PSOE para el Gobierno y abre una nueva etapa en el partido
Nadie es eterno y en política todo cambia. Con la reciente remodelación del Gobierno, Pedro Sánchez ha dado muestra de que en el suyo sólo había dos piezas intocables. La suya, por supuesto, y la entente con Unidas Podemos, cuyos ministros permanecen todos en sus puestos. La comunicada este sábado no fue una crisis de trámite, sino profunda y con una doble intencionalidad política: reforzar el perfil político del gabinete y superar definitivamente las heridas abiertas en el PSOE en 2017. Salen siete ministros, llegan otros tantos nuevos y uno, Miquel Iceta, cambia de cartera al pasar de Política Territorial a Cultura. “El señor te lo dio, el señor te lo quitó y bendito sea el nombre del señor”, ironizó uno de los salientes.
Pedro Sánchez mira a 2023 con un cambio que rejuvenece el gabinete y responde a los ejes verde, social e igualdad, pero sobre todo pasa página en el Gobierno y en el partido. Más bien vuelve a su versión 1.0, la que apoyaron en 2014 algunos dirigentes territoriales para la secretaría general del PSOE sin el efecto distorsionador de Susana Díaz, que nunca supo leer el partido y el país en términos globales. Los mensajes son nítidos. El presidente deja atrás la primera etapa de su Gobierno con la salida de varios ministros, entre ellos sus principales puntales, como la hasta ahora vicepresidenta Carmen Calvo o el secretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos, pero sobre todo abre una nueva etapa en el partido con la incorporación de rostros jóvenes del socialismo procedentes de distintas familias, especialmente del madinismo y el susanismo.
La superación de la crisis de 2017 se da por concluida con la llegada al Consejo de Ministros de Isabel Rodríguez, que será la nueva portavoz de la coalición, o de Pilar Alegría, que ocupará la cartera de Educación. Ambas apoyaron la candidatura de Díaz en las últimas primarias.
El presidente apuró hasta el último momento los cambios de la profunda remodelación en la que llevaba trabajando varias semanas. Prácticamente nadie de su entorno tenía toda la información que, como en otras ocasiones, ha transmitido de forma parcelada. De hecho, varios de sus ministros estaban fuera de Madrid y les comunicó la decisión por teléfono. Entre ellos, Arancha González Laya, Isabel Celaá y Juan Carlos Campo.
Con la salida de Calvo, Ábalos e Iván Redondo, el líder socialista manda el recado de que se acabaron los enfrentamientos internos y las intrigas palaciegas, después de tres años de choques entre Moncloa y Ferraz. Ni una más. El ex jefe de gabinete, uno de los principales protagonistas de los roces dentro del Ejecutivo, intentó sin éxito permanecer en el Gobierno como ministro de Presidencia. Sánchez entendió, sin embargo, que ya no encajaba en el equipo y le agradeció los servicios prestados.
A pesar de la salida de Ábalos, el que hasta ahora ha sido principal referente del partido, Sánchez echa mano de pesos pesados del socialismo al sustituir a Redondo –experto en comunicación política y marketing, pero sin ninguna filiación política– por Óscar López, un hombre de partido, reconocido por la vieja guardia y que representa en buena medida al “PSOE de siempre” por su pasado como secretario de Organización de Alfredo Pérez Rubalcaba. El cambio ha sentado bien en las estructuras socialistas al entender que desaparece una pieza “que gripaba el motor” gubernamental y en la que Sánchez “había perdido hace tiempo la confianza al sospechar que trabajaba para sí mismo y no para un proyecto colectivo”, según relatan fuentes socialistas.
Ábalos no será secretario de Organización
Tras la muerte política definitiva de Susana Díaz, Sánchez cose definitivamente las heridas del PSOE, aunque deja atrás a quienes fueron sus principales valedores, que ni siquiera sospechaban que este domingo ya no formarían parte del Consejo de Ministros. De hecho, ambos tenían agenda institucional prevista para toda la semana que entra. Ábalos tampoco imaginó que el presidente tenía pensado relevarle en la Organización del partido, algo que ocurrirá en el congreso del próximo octubre.
La defenestración de Calvo y Ábalos son las que más han impactado en el partido. En el entorno de Sánchez aseguran que la ya exvicepresidenta lo ha encajado bien, pero que la decisión de Ábalos ha sido la más dura, a pesar de que el presidente entendía que acumulaba ya demasiado desgaste. El partido quedará en manos de Adriana Lastra, que es la actual vicesecretaria general y portavoz parlamentaria, y de Santos Cerdán, que hasta ahora se ocupa de la Coordinación Territorial. En ese núcleo duro emerge ahora también Félix Bolaños como hombre fuerte del partido en el Gobierno, después de su ascenso al ministerio de Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática y de asumir la coordinación interna que ya venía realizando de facto desde 2018 junto a Calvo.
Era sabido que Sánchez deseaba cambiar el Gobierno para elevar el perfil político de sus ministros con la vista puesta ya en las elecciones de 2023, pero también a la dirección del PSOE. De hecho, ha preferido que la remodelación del Gobierno fuese en julio pese a que hubo asesores que le recomendaron que la hiciera en otoño coincidiendo con el 40º Congreso del PSOE. Todo después de que Sánchez diera por cumplido su compromiso con quienes le apoyaron en la batalla de hace cuatro años, tal y como había adelantado elDiario.es.
Relevo de los técnicos
Al gabinete se incorporan perfiles procedentes de la acción municipal, en particular varias alcaldesas con carné socialista y con victorias acumuladas en las urnas. Es el caso de la primera edil de Puertollano, Isabel Rodríguez, que ostentará la portavocía y la cartera de Política Territorial; Raquel Sánchez, regidora de Gavá, que sucede a Ábalos en Transportes, Agenda Urbana y Movilidad; y su homóloga en Gandía, Diana Morant, que será ministra de Ciencia e Innovación. El presidente ha puesto en valor, además, la “renovación generacional” en un gabinete que pasa de una media 55 años a 50, así como el incremento de mujeres, que pasan a representar el 63% del Gobierno.
En los últimos meses Sánchez ha ido dando protagonismo a nuevos perfiles que puedan servir para el futuro del partido a nivel nacional, pero también para la renovación de los territorios. De ahí que haya prescindido de perfiles más técnicos, como el de Arancha González Laya, a la que sustituye José Manuel Albares en Exteriores; de Pedro Duque, que deja Ciencia e Innovación en manos de una ministra con carné del partido; o de Isabel Celaá, que tras tres años abandona el Ministerio de Educación y Formación Profesional para que entre Pilar Alegría, que fue la portavoz de Susana Díaz en las primarias y a la que en Ferraz ven con buenos ojos para relevar a Javier Lambán cuando llegue el momento.
Incluso para la Secretaría de Estado de Comunicación, que dependerá ahora de Óscar López como jefe de gabinete, Sánchez quiere un perfil político que sustituya a Miguel Ángel Oliver, cuya actuación durante los tres años que lleva en el puesto no ha satisfecho ni al Gobierno ni a los periodistas.
El Gobierno entra así en una nueva fase al llegar al ecuador de la legislatura, si bien permanecen en el cargo todos los ministros de Unidas Podemos. Sánchez abordó el asunto en varias ocasiones esta semana con la vicepresidenta Yolanda Díaz con la intención de tocar alguna pieza, pero la líder del socio minoritario le trasladó que no quería mover a nadie porque habría supuesto tensiones en un momento de reconfiguración del espacio tras la salida de Pablo Iglesias. En Unidas Podemos consideran, además, que esa marcha del exvicepresidente ya fue cambio suficiente para la coalición. De la remodelación del Gobierno se enteraron antes que los propios interesados porque el presidente se lo trasladó a Díaz y ella, a su vez, a los ministros del grupo confederal, que ven con buenos ojos “la salida de perfiles conservadores y la entrada de otros más progresistas”, informa Aitor Riveiro.
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