Ya está prácticamente deshojada la margarita. A falta de conocer quién será el ministro de Justicia –con sus diferentes competencias–, Pedro Sánchez ya ha definido el grueso de su futuro Consejo de Ministros. Será uno de los más numerosos de la democracia, salvo algún as bajo la manga que lo engorde, con 22 departamentos, además del presidente. Este domingo a las 14 horas será cuando el presidente del Gobierno comunique a los medios de forma oficial –tras habérselo transmitido al rey– la estructura del nuevo Ejecutivo.
Como ya hizo en su llegada a Moncloa tras la moción de censura, el líder socialista se ha rodeado de perfiles técnicos y ha dejado al mínimo la representación del PSOE en la composición del Gobierno.
Mientras que Unidas Podemos ha tirado de carga política para las carteras ministeriales –están los líderes de Podemos e IU, así como Yolanda Díaz, una dirigente histórica de la izquierda gallega, e Irene Montero, que es de los principales cargos de la formación– el socialista ha optado de nuevo por un buen número de “independientes de reconocido prestigio”, como reiteró hasta la saciedad en las campañas electorales. Sánchez consigue así contemporizar las críticas por el perfil izquierdista de su Ejecutivo con la entrada o mantenimiento de perfiles moderados.
Las dos principales novedades del Gobierno cumplen con ese requisito. El economista José Luis Escrivà estará al frente del Ministerio de Seguridad Social, Inclusión y Migraciones. Su última parada profesional ha sido la AIReF, un organismo independiente para el que fue propuesto por Cristóbal Montoro. Su nombramiento ha causado estupor en las filas socialistas porque supone la salida del Ejecutivo de Magdalena Valerio, que se enteró por la prensa de que Yolanda Díaz se quedaría su otra competencia: Trabajo. Valerio fue una firme defensora de Sánchez en las primarias y en estos meses ha mantenido en todo momento la discreción, a pesar de los conflictos que ha tenido con Nadia Calviño ante su negativa a derogar la reforma laboral.
Malestar por la pérdida de presencia del PSOE
La otra sorpresa ha sido la de Arancha González Laya al frente de Exteriores, Unión Europea y Cooperación, una experta en economía global, alejada del mundo diplomático y sin vinculación con el partido. A la espera de los pocos nombramientos pendientes, esos dos fichajes engrosan el número de independientes frente los ministros con carné socialista respecto a la anterior legislatura. La entrada de González Laya también ha levantado algunas suspicacias internas de quienes apostaban por José Manuel Albares, el actual Secretario General de Asuntos Internacionales, Unión Europea, G20 y Seguridad Global en Moncloa y que ha sido el artífice del perfil internacional que ha tenido Sánchez durante su mandato.
De los catorce miembros confirmados de la parte socialista del gabinete, nueve tienen militancia. No obstante, el único puesto que cubre cuota partidista es el de Salvador Illa, que entra en el Gobierno por la parte del PSC. Su llegada al Ministerio de Sanidad ha provocado la salida de Luisa Carcedo, otra de las personas más fieles a Sánchez en la batalla por el liderazgo del partido. Su apoyo en las primarias supuso el fin de su buena relación con Javier Fernández, el entonces presidente asturiano que se hizo con las riendas de la gestora. Incluso dirigentes próximos a Fernández con quien la asturiana ha perdido la sintonía en los últimos años han lamentado la decisión de Sánchez.
Un peso político en la portavocía
Lo poco que emitía Moncloa en las últimas semanas respecto al gabinete es que tendría una línea continuista, que “la columna vertebral” se mantendría y así ha sido en el grueso de las carteras. A las salidas de Carcedo y Valerio –ambas miembros de la dirección del partido– se suman la de José Guirao, hasta ahora ministro de Cultura y Deporte –y que tiene carné, pero no ha tenido cargos dentro del partido–, y la de la ministra de Justicia, Dolores Delgado –que fue una de las ministras que más se implicó en las campaña del PSOE de Madrid, a pesar de no es militante, pero cuya gestión ha sido cuestionada por dirigentes de la confianza de Sánchez–.
En lo que ha reforzado Sánchez al PSOE ha sido en la portavocía del Gobierno, consciente de que Unidas Podemos tendrá buena parte del foco mediático por los destacados perfiles que ha elegido. Así, ha ascendido a María Jesús Montero, la ministra de Hacienda, que ha ganado peso político en los últimos meses y a quien muchos socialistas ven en el futuro al frente de la federación andaluza que ahora pilota Susana Díaz. Su sintonía con los socios del Gobierno es buena.
Los otros dos únicos cargos con poder en el partido son José Luis Ábalos, que es el secretario de Organización y quien administra desde Fomento (ahora renombrado como Transporte, Movilidad y Agenda Urbana) las inversiones territoriales, y Carmen Calvo, que seguirá como vicepresidenta primera con la carga política del Ejecutivo, aunque pierde Igualdad –una de las banderas socialistas en favor de Unidas Podemos–, a cambio de las competencias en Memoria Democrática.
Coto a Unidas Podemos en el área económica
Los grandes ascensos son los de Nadia Calviño a la vicepresidencia económica con la que sitúa al perfil más liberal del Ejecutivo con mando en plaza sobre los ministros del ramo de Unidas Podemos (especialmente Trabajo y Consumo). Sánchez también dio un golpe de autoridad al dar un peso específico a Teresa Ribera al llevar la Transición Ecológica y el Reto Demográfico a una vicepresidencia al margen de la negociación con Iglesias.
A pesar de que tiene militancia socialista, Ribera no es un figura de peso político sino de perfil técnico. Cuando se especulaba con que sería comisaria europea, Sánchez asistía atónito a esas informaciones al considerar que no dejaría marchar a quien, a su juicio, “más sabe” del área en España y tiene que poner en marcha los instrumentos para hacer frente a la emergencia climática.
En esa misma situación están otros ministros, como Luis Planas (Agricultura, Pesca y Alimentación); Isabel Celaá (Educación y Formación Profesional); y Reyes Maroto (Industria y Turismo), que tienen afiliación al PSOE, aunque no un peso relevante dentro de la organización. Como ya sucedió en la anterior formación del Gobierno, Sánchez no ha seguido, como en el pasado, la representación territorial en el Consejo de Ministros más allá del asiento del PSC.
Sánchez mantiene a los demás independientes de su primer Gobierno y de los que presumió durante las campañas y cuando instaba a Unidas Podemos a seguir su ejemplo y proponer perfiles no politizados. Margarita Robles, que fue portavoz socialista en el Congreso pese a no tener carné –aunque sí un vínculo histórico con el PSOE–, seguirá en Defensa; Fernando Grande-Marlaska, en Interior; y Pedro Duque, en Ciencia e Innovación, aunque pierde la competencia de Universidades.