La supervivencia en política no siempre va ligada a la inteligencia o la fortaleza. A veces, depende solo de la audacia o de la capacidad para adaptarse a las circunstancias. Pedro Sánchez es de esos políticos con baraka y pareciera que hasta experto en la maniobra de Shuman, un procedimiento que se utiliza para salir ileso en caso de pisar una mina antipersona. Quien dice una mina, dice golpe de estado en el PSOE, una pandemia, un volcán en erupción o una guerra. Alberto Núñez Feijóo es, por el contrario, de esas personas a las que les cuesta sobreponerse a los tropiezos, se arrugan a la primera de cambio y llevan la palabra pánico tatuada en la cara.
El contraste de las dos personalidades produce, sin duda, desequilibrios. De Feijóo podría decirse que en términos parlamentarios y electorales teme a Sánchez. Y de Sánchez, que no le tiene ningún miedo a Feijóo en la tribuna, pero tampoco en las urnas. Otra cosa será lo que luego ocurra porque en política las fotografías fijas duran unos segundos y porque once meses, que son los que restan hasta las próximas elecciones generales, son una eternidad.
Hasta entonces, iremos de asalto en asalto y este martes llega el tercero que ambos líderes libran en el Senado, a petición de Sánchez. En la Moncloa creen que Feijóo “sigue desubicado”, que su exigua hoja de servicios en Madrid “ha volteado su imagen de moderación” y que, pese a sus cuatro mayorías consecutivas en Galicia, “ha demostrado ser la nada más absoluta”. Lo preocupante para el líder del PP no es lo que crean los monclovitas, sino que parte de ese diagnóstico, aunque con matices, empieza a ser compartido por algunos sectores de la derecha política y empresarial.
Más allá de impresiones, lo cierto es que la popularidad del jefe de los populares ha caído en picado a la misma velocidad con la que subió cuando se hizo cargo del liderato nacional del PP. Cuando irrumpió en el panorama estatal, tenía unos niveles de liderazgo razonablemente altos. Uno de cada tres españoles (el 35,5%) confiaba “mucho” o “bastante” en él, según las encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). La valoración media rozaba el aprobado (5,2 en una escala de uno al diez) y el 43,3% lo valoraba con puntuaciones altas, de 6 en adelante en esa misma escala.
Muy pronto esta expectativa empezó a desplomarse y mes a mes estos indicadores de liderazgo han mostrado un declive claro. Ahora el 71,2% de los españoles no confía en él. Ha perdido casi 10 puntos de confianza como líder de la oposición (del 35,5% al 26,4%, 9,1puntos menos), y 15 puntos en aprobación media (empezó con un 43,3% de valoraciones altas y ahora apenas llegan al 28,3%).
Y el desgaste se da entre todos los perfiles de población: hombres, mujeres, jóvenes, mayores, votantes de derechas y votantes de izquierdas. Especialmente entre estos últimos. El Feijóo aparentemente moderado, que anunciaba pactos y venía a bajar los decibelios de la política española llegó incluso a seducir a algunos votantes socialistas. “Quizá no tanto para cambiar de voto, pero al menos para celebrar su llegada. Ahora ni siquiera eso”, se felicitan en el PSOE. En abril de 2022 la confianza en el líder gallego entre los votantes socialistas llegó a ser de casi el 30% y un 40% de ellos lo valoraba con puntuaciones altas, de 6 o más. Desde entonces, su valoración se ha desgastado fuertemente y ha ido cayendo en ambos indicadores 14 y 26 puntos, respectivamente.
Los socialistas creen que la estrategia puesta en marcha desde La Moncloa para desenmascarar “al verdadero Feijóo” y “su falta de solvencia” ha funcionado a la vista de los datos y la intención es seguir por esa senda durante las próximas semanas, sin dejar de explicar las decisiones del Gobierno ni de adoptar las medidas que sean necesarias para salir de la crisis.
“Ni es lo que la gente pensaba ni está a la altura del país”, sentencia un miembro del Gobierno de Sánchez, que dice tener constancia de que durante su conferencia el pasado jueves en el Círculo Ecuestre de Barcelona “dejó espeluznados a muchos de los presentes por su falta de contenido, carisma y liderazgo”. En Génova, de hecho, empiezan a escucharse las primeras críticas internas por “la falta de experiencia en la política nacional”, pero sobre todo, por los clamorosos “patinazos” de su presidente nacional.
En la semana que acaba, Feijóo ha anotado otros dos resbalones en su propio marcador: el fallido plan de regeneración democrática y unas palabras con las que vinculó el terrorismo a la religión. Ambas cuestiones, sumadas a errores anteriores, han destapado la caja de los truenos en el partido.
Feijóo se plantó el lunes, con toda pompa y solemnidad, en el Oratorio de San Felipe Neri en Cádiz, donde se promulgó la Constitución de 1812, para presentar un plan de calidad institucional cuya medida estrella consistía en que gobierne la lista más votada en los ayuntamientos. Por la tarde, el documento fue ninguneado por sus propios barones. Ni sumó el entusiasmo de los propios ni generó el debate que buscaba en los contrarios, que vieron en la propuesta lo que parecía ser, una treta con la que sacudirse la presión por las posibles alianzas con Vox después de las municipales. Las reacciones internas fueron casi todas para decir que carecía de recorrido y era inviable.
No repuesto aún del golpe, el jueves tuvo que matizarse a sí mismo, tras el atentado en Algeciras en el que un marroquí, al grito de Alá, acabó con la vida de un sacristán y después de decir que desde hacía siglos no había visto “a un cristiano matar en nombre de su religión como hacen otros pueblos”. Hasta la Conferencia Episcopal salió a reprender la boutade y pedir que no se identificara el ataque con ninguna fe, ni se aprovechara para “demonizar” a los musulmanes. Y desde el Gobierno, indignado con la declaración, se le acusó de irresponsable y de dejarse arrastrar por Vox, cuyos dirigentes aprovecharon el atentado para subir varios peldaños en su escalada racista y xenófoba. Lamentan que tanto Feijóo como Abascal saltasen a las páginas del diario británico The Guardian por estigmatizar a musulmanes y migrantes. Pero en el ámbito socialista del Ejecutivo no creen que en el caso del líder del PP se tratara de un lapsus, “sino de una muestra más de su ignorancia y de una falta de preparación que antes ya había quedado al descubierto en materia económica”.
Precisamente la economía ha dejado de ser el eje sobre el que pivota la estrategia de Feijóo, quien pensó que la crisis derivada de la consecuencias de la guerra de Putin se llevaría por delante a Sánchez antes incluso de que acabara el mandato. Lejos de que esto suceda y de que el presidente tenga intención de anticipar elecciones, los datos no sólo desmienten la situación catastrófica que proclamó la derecha, sino que apuntalan el relato de la recuperación hilvanado desde la Moncloa.
La economía española no solo creció un 5,5% en 2022, según los datos de Contabilidad Nacional publicados por el INE, sino que la cifra es 1,1 puntos superior a la previsión del Gobierno y por encima también de la que preveían los principales organismos nacionales e internacionales. Ni el Banco de España, ni Funcas, ni la Airef acertaron en sus pronósticos catastrofistas. “La única que clavó el dato fue Nadia Calviño”, ironiza un socialista. En un contexto internacional de gran incertidumbre, lo cierto es que la economía del país ha demostrado una gran solidez y resiliencia, ya que la demanda interna ha aguantado el impacto de la inflación y de la subida de los costes, con un crecimiento privado y de la inversión superior al 4%.
“El sector exterior ha tenido una contribución de 2,6 puntos al crecimiento, aún en un entorno de ralentización de nuestros principales socios comerciales, gracias al dinamismo de las exportaciones, que sigue reflejando la competitividad de las empresas españolas”, aseguran desde el Ministerio de Economía. Un mapa al que desde otras áreas del Gobierno suman también que el mercado laboral mantiene su buen comportamiento con 20,5 millones de afiliados a la Seguridad Social y con la creación de 386.000 empleos a tiempo completo. Especial trascendencia otorgan además a la revaloración de las pensiones un 8,5% y que supondrá de media un incremento de 150 euros al mes entre los jubilados.
Sánchez se aproxima con estas trazas a su tercer asalto parlamentario en el Senado con Feijóo y se prepara para un debate en el que contrastará, no sólo los modelos económicos, sino también los liderazgos, “si el de Feijóo fuera a llamarse tal”, ironizan desde el gabinete del presidente.
La estrategia de la Moncloa pasa por redoblar la ofensiva con la que, desde septiembre, tratan “de desenmascarar” a un Feijóo que, en opinión de varios miembros del Gobierno, “no conoce España”, al que “hasta sus propios barones, con Ayuso en cabeza, han desmontado en menos de 24 horas su principal reclamo electoral” y que “se deja arrastrar por la agenda ultra de Vox”.
El presidente aprovechará su comparecencia del martes en el Senado, como hizo hace una semana en el Congreso, para hacer un diagnóstico de la situación económica y una reivindicación de sus recetas frente a la crisis, y dejará la réplica para testar liderazgos. “El contraste entre un Feijóo que tiene que matizar cada una de sus intervenciones públicas y que es motivo de crítica por ellas en la prensa internacional, como lo fueron las que hizo al vincular religión y terrorismo y la de un Sánchez que abandera las políticas de la UE no resiste un cuarto asalto”, concluyen.
Veremos.