Sánchez saca del gabinete a Carmen Calvo e Iván Redondo y nombra a Bolaños ministro de Presidencia
Pedro Sánchez prescinde de Carmen Calvo como vicepresidenta primera en la nueva remodelación del Gobierno y también del que ha sido su jefe de gabinete en Moncloa, Iván Redondo. Félix Bolaños, hasta ahora uno de los hombres de máxima confianza del presidente en Moncloa, será el ministro de Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática en sustitución de Calvo, según han informado fuentes gubernamentales a elDiario.es. La salida de Calvo supone un ascenso para Nadia Calviño, que será vicepresidenta primera, según ha informado El País.
En los últimos días se había especulado con la posibilidad de que la número dos del Gobierno abandonara el Ejecutivo, después de una supuesta pérdida de confianza del presidente con motivo de la negociación de la Ley Trans, que enfrentó a Calvo con la titular de Igualdad, Irene Montero, durante meses. Al final, Sánchez tuvo que apartarla de la negociación para desencallar el texto. Desde entonces cada vez que se le preguntaba por su continuidad ella misma decía que era una competencia exclusiva del presidente, que los ministros están “a su disposición” y que lo que más le importaba era sacar al país de la pandemia. “Lo demás evidentemente no es tan importante”, añadía. Desde su equipo, no obstante, trasladaban con insistencia que la complicidad y confianza de Sánchez en ella no había sufrido cambios, algo que negaban otros ministros, con quien Calvo también había mantenido duros enfrentamientos.
Bolaños, que hasta ahora era secretario general de Presidencia del Gobierno, será quien asuma ahora esa cartera. Hombre de confianza de Sánchez, ya ha trabajado en la coordinación del Gobierno en los últimos años, lo que le había enfrentado a Redondo. Abogado de profesión y con carrera en el Banco de España, Bolaños ha estado en la sala de máquinas de las grandes decisiones del Gobierno, como la elaboración de los expedientes de los indultos o el proceso de exhumación de Franco del Valle, que fue el momento en el que apareció por primera vez ante las cámaras. Discreto y siempre apartado de los focos, ha sido el “hacedor” de no pocos acuerdos entre los socios de la coalición, pese a que los méritos intentaran apuntárselos otros.
Los cambios no solo afectan a la estructura ministerial, de donde salen también los titulares de Exteriores, Cultura, Justicia, Transportes y Ciencia, entre otros.
Iván Redondo, el hombre que susurraba al oído del presidente y de media docena de periodistas, el “todopoderoso” peón, el asesor que estaba dispuesto a “tirarse por un barranco” es uno de los principales damnificados de esta remodelación. Y no por voluntad propia. De hecho, el viernes noche nada sabía de lo que tramaba el presidente. Tampoco de su salida del Ejecutivo. No en vano, desde hace días desde su círculo más estrecho habían transmitido con rotundidad que la crisis de gobierno que preparaba el presidente no sería antes del otoño. Redondo tenía una cita en Mérida este mismo sábado para visitar el teatro romano con unos amigos, que tuvo que suspender de inmediato cuando Sánchez le comunicó los cambios. Con él abandona también el gabinete la vicepresidenta primera, Carmen Calvo, su eterna “enemiga íntima” en un gabinete en el que chocaron desde el primer día por la coordinación de los ministerios.
Después de no pocos enfrentamientos con la plana mayor del PSOE, a Redondo se le acusaba de interferir en asuntos que no tenían que ver con su competencia gubernamental e intentar tomar el control de un partido en el que ni siquiera militaba. Experto en comunicación política, propaganda e intriga, se le consideraba la persona más influyente de La Moncloa. Ningún otro jefe de gabinete tuvo antes tanto poder como el que acumulaba Redondo, que fue asesor de varios dirigentes del PP antes de serlo de Sánchez.
Experto en colgarse en exclusiva las medallas de los aciertos y endosar a los demás los fracasos, no había ministro ni dirigente socialista que no se quejara de sus “maniobras”, de su gestión de la comunicación del Ejecutivo y, sobre todo, de su obsesión por trabajar para sí mismo. Tanto que cuando se atribuía los méritos de las decisiones políticas, parecía como si Sánchez estuviera a su servicio, lo que despertaba la queja permanente de la dirección socialista.
Acostumbrado a trabajar lejos de los focos, no se arredró ante la virulencia de la oposición ni rehuyó los ataques y proclamó su fidelidad absoluta a Pedro Sánchez hasta el punto de sostener en el Parlamento: “Un asesor se tira a un barranco por su presidente. Yo me tiro por él. Ahí estaré con él hasta el final”.
Redondo no estará ya hasta el final y, aunque fuentes de su entorno, sostienen que el presidente le ofreció una cartera ministerial para que siguiera formando parte del proyecto, él mismo la declinó, después de exigir una reordenación de competencias con la que no transigió el presidente. Nunca fue un hombre que se restase relevancia, como evidenció en el inicio de su comparecencia ante la Comisión de Seguridad Nacional del Congreso . “Soy consciente de la importancia de mis palabras y de mis silencios”, advirtió.
A Redondo le sustituirá como jefe de gabinete un veterano socialista conocedor del funcionamiento del partido, del que fue secretario de Organización en los tiempos de Alfredo Pérez Rubalcaba: Óscar López, que hasta ahora era presidente de Paradores. En el primer mandato de Sánchez como secretario general, López fue portavoz en el Senado, pero en la batalla de las primarias se posicionó con Patxi López. Con su designación el presidente redobla el perfil político del gabinete con la vista puesta ya en la segunda mitad de la Legislatura y recupera a su lado a uno de sus amigos de juventud, con quien coincidió en sus tiempos de asesor en el Parlamento europeo. Nadie como López, que fue “fontanero” de José Blanco en sus tiempos de vicesecretario general del PSOE, conoce el partido.
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