Votar hasta que el PP pueda gobernar. No han pasado ni tres meses del 23J y Alberto Núñez Feijóo pide ya una segunda vuelta. Y así seguirá, aunque Sánchez logre los apoyos para ser investido. Con más o menos intensidad, pero la estrategia cada vez que la derecha está en la oposición es la misma.
La lista de descalificaciones, insultos y agravios es inabarcable. En el PP, hay barra libre contra Pedro Sánchez. Y la escalada crece por momentos. No hay espacio para el diálogo. Mucho menos para el acuerdo. La Legislatura que se avecina augura años de máxima tensión política. Nada nuevo. Cuando la izquierda gobierna, la derecha se hiperventila, tensa las instituciones y profetiza el Apocalipsis. Aún no está claro que vaya a ser investido de nuevo y Sánchez ya ha tenido que pedir al líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, que se contenga en su estrategia de agitar la calle -dos manifestaciones en dos semanas contra una amnistía que ni se conoce ni está aprobada y contra un Gobierno que no existe- y de no respetar la institucionalidad de la jefatura del Estado en lo que respecta a su propuesta para la Presidencia del Gobierno.
Se ha visto este 12 de octubre, cuando la derecha social ha vuelto a corear el ¡que te vote Txapote! que difundieron las Nuevas Generaciones en la última campaña electoral y llegó a gritar en el mitin de cierre de la misma la propia Isabel Díaz Ayuso. En su imparable escalada contra Sánchez, la presidenta madrileña ha relacionado en una misma frase al presidente del Gobierno, el terrorismo y la decapitación de 40 bebés israelíes a manos de Hamás, un bulo extendido desde su cuenta oficial de la red social X.
En el PSOE prevén una legislatura en la que las derechas promuevan “una oposición destructiva en la que el PP raye los cauces democráticos y apele a las emociones más primarias, como la rabia o el miedo, que son también las más corrosivas para la convivencia”. Política de tierra quemada, en definitiva, igual a la que ya practicaron entre 2004 y 2008 en el primer mandato de Zapatero durante la negociación para acabar con el terrorismo de ETA y la reforma del Estatut de Catalunya como telón de fondo.
De nada sirvió que destacados dirigentes del PP reconocieran años después que tanto la recogida de firmas como el recurso ante el Tribunal Constitucional contra el Estatut fueron errores estratégicos de la oposición que practicó Mariano Rajoy. Hoy vuelven por sus fueros siguiendo la estela de aquellos años en los que los populares abonaron incluso un boicot a los productos catalanes y practicaron la confrontación total con el Gobierno de la Generalitat.
Pedro Sánchez, que aún anda en la liturgia previa a la sesión de investidura en busca de apoyos entre los grupos parlamentarios pero espera pronto tener cerrado un pacto de Legislatura, proyecta ya sin embargo un gabinete de marcado perfil político con el que plantar cara a la oposición de Feijóo. Así lo ha trasladado a distintos interlocutores socialistas con los que ha hablado recientemente de cómo afrontar el futuro inmediato.
La decisión de que fuera el ex alcalde de Valladolid Óscar Puente quien diera la réplica a Feijóo en su investidura fallida no fue improvisada y tampoco respondió a una elección coyuntural, sino más bien a la decidida voluntad de Sánchez de abordar cambios profundos tanto en el ámbito parlamentario como en el Gobierno, donde tengan un papel protagonista nombres de marcado perfil político y también mediático capaces de utilizar el lenguaje de forma inteligible para la sociedad.
No, Puente no será el nuevo portavoz del Grupo Socialista, un cargo para el que a Sánchez le gustaría según ha comentado poner a una mujer en sustitución de Patxi López, pero sí será una de las caras más reconocibles en la configuración de los nuevos equipos. De hecho, muchos socialistas le sitúan incluso dentro del Consejo de Ministros, aunque eso hoy por hoy está solo en la cabeza de un Pedro Sánchez, poco dado a compartir hasta el último minuto los nombres de sus equipos. Lo mismo se barrunta de su actual jefe de gabinete, Óscar López, a quien muchos socialistas sitúan también dentro del próximo gabinete, que tendrá, con absoluta seguridad, menos carteras que el actual.
La intención del todavía presidente en funciones pasa por recuperar para la primera línea, pero no necesariamente dentro del Gobierno, a algunos nombres que él mismo envió a galeras por un tiempo. Es el caso del ex ministro de Fomento y ex secretario de Organización, José Luis Ábalos, con quien Sánchez ha recuperado la interlocución en los últimos meses y compartido análisis estratégicos.
“No se trata solo de combatir la virulenta oposición del PP, sino de prescindir también de la tecnocracia, después de 5 años de experiencia de gobierno”, asegura un destacado socialista, que en línea con lo expresado por algunos ministros en funciones considera que la próxima legislatura no será de una prolija producción legislativa dada la complejidad de la aritmética parlamentaria que salió de las urnas el pasado 23J.
Otro dirigente lo expresa en parecidos términos: “A diferencia del mandato que termina, en el que se hicieron muchas cosas y se contaron tan mal que la derecha impuso un relato alternativo, en esta ocasión no se harán tantas, pero se tendrán que contar mejor”. De ahí, el marcado perfil político que el presidente quiere imprimir al próximo gabinete y con el que busca, a tenor de lo que cuentan sus colaboradores, “más explicación y menos acción”.
La salida de Nadia Calviño del gabinete para poner rumbo a la presidencia del Banco Europeo de Inversiones será, sin duda, una de las sustituciones más complicadas que tendrá que afrontar Sánchez en un momento, además, en el que todo apunta a que España no escapará del enfriamiento económico, según las últimas previsiones del FMI. Pero no será el área económica la única a la que llegue un relevo, que se da por seguro también en las carteras de Justicia, Fomento, Cultura e Interior, de las que gestiona la parte socialista de la coalición. De las que dependen de Sumar, salvo Yolanda Díaz, no se espera tampoco continuidad pero eso es algo que depende sólo de la vicepresidenta en funciones, que ya ha dicho “no” y “nunca” en relación a la permanencia de Irene Montero en Igualdad, una cartera cuyas competencias quieren recuperar para sí mismos los socialistas en la nueva distribución.
Salvo Yolanda Díaz, por motivos obvios, Teresa Ribera y María Jesús Montero, no hay actual miembro del gabinete que hoy pueda decir con absoluta seguridad que seguirá sentado en la mesa del Consejo de Ministros porque los cambios, a tenor de lo que cuentan distintas voces socialistas, serán profundos. Esto, claro, si antes del 27 de noviembre, el hoy aún candidato a la Presidencia del Gobierno encuentra los votos necesarios para ser investido. Si no es así, el 14 de enero, iremos de nuevo a las urnas.
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