“Los congresos tensan a las organizaciones”. La frase es de un socialista que observa los movimientos –desde hace semanas mucho más explícitos– en el PSOE ante la cercanía del 40º Congreso. Pedro Sánchez ha dado señales inequívocas de que va a imprimir un importante cambio también al partido tras haber modificado sustancialmente el Gobierno para encarar la segunda parte de la legislatura con un nuevo reparto del poder.
El presidente ha rehecho su guardia pretoriana en varias fases. Con las caídas y ascensos, Sánchez deja atrás viejas rencillas del PSOE, pero también penaliza en cierta medida las batallas internas que se han librado entre sus equipos. El mandatario socialista ha dejado caer a quienes han sido sus pesos pesados durante este tiempo y es lo que más llama la atención en las filas socialistas: la desaparición de José Luis Ábalos, que fue uno de los que más animó a Sánchez a luchar por recuperar la secretaría general en 2017, o el relevo de Adriana Lastra como portavoz parlamentaria que, por mucho que continúe como vicesecretaria general, sale del foco.
Pero, ¿cómo queda por ahora el reparto del poder socialista? Félix Bolaños se ha convertido en el hombre fuerte del Gobierno. Asume la coordinación de la coalición en sustitución de Carmen Calvo, aunque no ha heredado el rango de vicepresidente por lo que su equipo es más pequeño. El PP ya le ha colocado en la diana a propósito de la batalla que libra Pablo Casado con Sánchez y su negativa a renovar el Poder Judicial, cuya negociación recayó precisamente en Bolaños antes de ser ministro.
Sánchez tira de cantera del partido para la segunda etapa de su mandato con la vista puesta en los procesos electorales de 2023 con la incorporación de Isabel Rodríguez, que es el nuevo rostro de la coalición además de ministra de Política Territorial, de Pilar Alegría como ministra de Educación y Formación Profesional, o de José Manuel Albares como ministro de Exteriores. En los escasos 50 días al frente de la diplomacia española ha debutado con un par de logros –la evacuación de Afganistán y la recuperación de las relaciones con Marruecos–.
Además de Bolaños, el principal enlace entre Moncloa y Ferraz y referencia para la organización será Óscar López. El perfil de este veterano ‘fontanero’ contrasta completamente con el de su antecesor, Iván Redondo, experto en marketing político que prácticamente ignoró al partido convirtiéndose en el principal enemigo a batir de la cúpula socialista. Sánchez trata de evitar los errores del pasado pensando, además, en tener la maquinaria engrasada de cara al ciclo electoral de 2023. La incorporación de López y la recuperación de perfiles como el de Rodríguez o Alegría es muestra de una cierta cicatrización del conflicto que hace apenas cuatro años partió al PSOE por la mitad. La constatación definitiva se vislumbrará, si acaso, en el Congreso de octubre.
La digestión de la salida de Lastra
Pero Sánchez, un líder indiscutido que se ha reservado todo el poder orgánico y sin contrapesos en el partido, ha optado por meter mano más allá de los cambios quirúrgicos y obligados por la reestructuración del Gobierno. La decisión de dejar a Adriana Lastra solo con la vicesecretaría general –un puesto que hasta ahora compaginaba con la portavocía en el Congreso– ha causado estupor puertas adentro.
“Sánchez ha decidido renovar los liderazgos y fortalecer los liderazgos ya existentes, que es el caso de la vicesecretaria general, mi compañera Adriana Lastra, que con la decisión que ha tomado el presidente (...) va a reforzar su papel dentro del partido y va a refortalecer el liderazgo de Adriana Lastra dentro de la vicesecretaría general del partido y que renovará, sin duda, en el próximo congreso”, expresó este viernes Felipe Sicilia, en unas declaraciones distribuidas por Ferraz.
Aunque la dirigente asturiana sostiene que el cambio obedece a la incompatibilidad de dirigir el partido con la tarea de encajar semanalmente los apoyos de un Gobierno en minoría, lo cierto es que el peso político está primero en Moncloa y, después, en el Congreso. Su relevo ha sido contestado en redes sociales con una campaña de solidaridad de dirigentes y militantes impulsada desde su entorno, consciente de que perder el foco de la portavocía parlamentaria es una degradación en un momento en el que el partido pasa a un segundo plano cuando se tiene el poder. Lastra sostiene que fue ella quien optó por quedarse en el partido, y no en el Parlamento, cuando Sánchez le comunicó su decisión de acabar con la acumulación de cargos.
Precisamente, era esta la queja que se escuchaba en las federaciones respecto a José Luis Ábalos, cuya labor en el mastodóntico Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana dificultaba su gestión en la secretaría de Organización. El plan ahora es que el puesto lo ocupe alguien dedicado al 100% a los menesteres orgánicos. En la cúpula socialista se da por hecho que Santos Cerdán, que sustituyó en ese puesto a Ábalos, continúe en él tras el congreso. Sin embargo, la frialdad con la que Sánchez se ha desprendido de los que han formado su núcleo duro hasta ahora mantiene las alarmas encendidas. Si algo define al líder socialista es la imprevisibilidad de sus decisiones.
El presidente considera que ya ha pagado los apoyos que recibió en 2017 al colocar a prácticamente todos los miembros de la ejecutiva en puestos de la Administración o las instituciones públicas. Ha premiado, eso sí, la lealtad de quienes han estado al margen de las cuitas internas en este tiempo o las han gestionado con discreción.
Un perfil más bajo en el Congreso
Aparece así el nombre de Héctor Gómez, que será el nuevo portavoz en el Congreso. El hasta ahora responsable de Relaciones Internacionales del PSOE y sanchista de primera hora en Canarias es el ascenso que más ha llamado la atención internamente. Sánchez también ha tenido que sustituir a una pieza clave: la de Rafael Simancas como secretario general del Grupo Parlamentario. Él seguirá al mando como Secretario de Estado de Relaciones con las Cortes y como número dos del grupo socialista se incorpora la cordobesa Rafi Crespín. La federación andaluza, con una relación ya normalizada con Ferraz tras la derrota de Susana Díaz, tendrá un peso especial en la dirección de grupo al mantenerse Felipe Sicilia como portavoz adjunto tras haber intentado sin éxito liderar el proyecto en Andalucía, que finalmente quedó en manos de Juan Espadas.
Frente a la sorprendente remodelación en el Congreso, la que era obligada era la reestructuración del grupo en el Senado tras la decisión de que el hasta ahora portavoz, Ander Gil, sustituyera a Pilar Llop en la presidencia de la Cámara Alta. Sánchez tira de la catalana Eva Granados. A la jugada le falta aún conseguir la ratificación del Parlament para ser designada senadora, que resultó imposible por la negativa de ERC cuando la pretensión fue hacer a Miquel Iceta presidente de la Cámara Alta. Iceta, que ha activado ya el proceso para que Salvador Illa le sustituya al frente del PSC, también ha perdido presencia al ceder la cartera de Política Territorial por la ‘maría’ de Cultura y Deporte.
Para el Gobierno, Sánchez ha incrementado la presencia de ministros con carné del PSOE frente a una primera etapa de fichajes técnicos, como Pedro Duque o Arancha González Laya, ante el previsible incremento de la tensión con Unidas Podemos a medida que se acerquen las elecciones. Por ahora el presidente ha dejado claro a su socio que confía en quien lleva la política económica –Nadia Calviño, ahora como vicepresidenta primera– y trasladó un inequívoco mensaje de apoyo a Teresa Ribera ante la crisis interna por la subida de la luz. Y todo ello acompañado de un intento de mejorar la política de comunicación de Moncloa, que era uno de los puntos débiles hasta ahora, según reconocen sin ambages los socialistas.