CRÓNICA

Sánchez vende un piso (España) amplio, bien amueblado y con unas vistas increíbles

15 de noviembre de 2023 14:59 h

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Pedro Sánchez tardó en torno a una hora y veinte minutos en hablar de amnistía y Catalunya. A los diputados del Partido Popular no les quedaban uñas que morder y mantenían un exceso de testosterona sin utilizar. Hasta parecían menos levantiscos que de costumbre, como si estuvieran ahorrando energías para el momento culminante. Cuando llegó, tampoco perdieron la cabeza. Habían aguantado de todo, porque Sánchez dedicó la primera media hora de discurso a denunciar los programas de la derecha y la extrema derecha.

Era el discurso de investidura de alguien que se presentaba diciendo: yo no soy como ellos. A fin de cuentas, es lo que hizo en la campaña electoral y no le fue del todo mal. Ahora tocaba rematar la faena después de haber conseguido el premio gordo. Obtener el apoyo de Junts, el último obstáculo que le separaba de la reelección, a cambio de la amnistía.

Antes del plato fuerte, el candidato socialista fue directo al hígado del PP con constantes referencias a las primeras medidas de los gobiernos autonómicos y ayuntamientos del PP y Vox en varias comunidades autónomas después de las elecciones de mayo. Los de la oposición le gritaron más –uno le llamó “sinvergüenza”– cuando destacó que esos nuevos altos cargos se habían subido el sueldo, totalmente cierto en el caso de varias ciudades, y ampliado el número de asesores.

A las imprecaciones, Sánchez les respondió: “Se les va a hacer muy larga la intervención”, les dijo. Se le veía tan relajado que por un momento podía haber sacado el traje de PerroSanxe. Ha demostrado tantas veces que le resbala el discurso de la derecha que ya no llama la atención. Más que nada porque sabe que eso cabrea aun más a la derecha.

Llegó el bloque de la amnistía y el líder del PSOE no se complicó la vida. Las cuestiones jurídicas quedaron reducidas a una simple enumeración. Habrá tiempo en el resto del debate para profundizar en ello. Dedicó la mayor parte del tiempo al mensaje que ha empleado siempre. La confrontación total con los independentistas catalanes ha demostrado que no funciona. Sánchez apuesta por la distensión y el diálogo, siempre que se pueda. Lo mismo que afirmó hace tiempo para justificar los indultos.

Para solucionar el conflicto catalán, hay dos caminos, dijo. “Podemos ir por la vía de la imposición y crispación social o podemos intentarlo por la vía del entendimiento y perdón”. Con la aprobación de la futura amnistía, “hemos antepuesto el encuentro a la venganza”.

Presumió de que “la convivencia ha vuelto a las calles”. Los diputados del PP se rieron. Sánchez se refería a las calles de Barcelona y otras ciudades catalanas. Los de la oposición a las calles de Madrid.

Por todo ello, el presidente en funciones planteó la disyuntiva que se le ha escuchado en varias ocasiones. “¿Qué prefieren la mayoría de los ciudadanos? ¿La España de 2017 o la de 2023?”. Con una dosis de pragmatismo: “Las circunstancias son las que son”. Con los resultados de estas elecciones, esto es lo que hay.

Sánchez intentó negar las alegaciones habituales en la política y en los medios de comunicación, y no totalmente desencaminadas, de que esta legislatura vivirá y morirá por Catalunya. Por la conflictividad que supondrá la aplicación de la amnistía, por la furia que originará en el PP, por las relaciones traumáticas de Esquerra y Junts o por ver hasta dónde llegará Carles Puigdemont en su intento de volver a ser un protagonista esencial de la política española.

En su discurso, pretendió destacar que su prioridad continuará siendo las políticas sociales, donde no hubo grandes novedades y sí mantener lo que ya se inició en la anterior legislatura. Quiso lanzar una idea de España más positiva que la que se oye en la derecha, angustiada por el hundimiento del país y el aumento de la autocracia, real o ficticia.

Frente a la imagen de una España convertida en un desastre, como se escucha constantemente en el PP y Vox, Sánchez puso la mejor intensidad de un vendedor de pisos. “Nuestro país, España, es un país formidable”.