Muere Carrillo, símbolo de la Transición
Ha muerto uno de los grandes símbolos de la Transición. Santiago Carrillo, nacido en Gijón el 15 de enero de 1915, secretario general del PCE durante el franquismo y durante los primeros años de la democracia (1960-1982), ha fallecido este martes durante la siesta. Y, con él, se marcha el líder político que pilotó la evolución del PCE hacia el eurocomunismo, alejándose del comunismo soviético, y apostando por un sistema democrático de libertades. Fueron largos años de exilio en Francia, de cruzar de forma clandestina por la frontera, con peluca incluida, como a menudo solía recordar el Ministro de la Gobernación de UCD durante la Transición, Rodolfo Martín Villa (1976-1979).
La apuesta de Carrillo a finales de los sesenta por el eurocomunismo del italiano Enrico Berlinguer y el francés Georges Marchais resultó clave para propiciar la transición democrática española. Se acaba la década de los 60, en la que se habían producido las rupturas con Fernando Claudín y Jorge Semprún, acusados de fraccionarios. Pero las críticas a la invasión soviétiva de Checoslovaquia en 1968 resultaron decisivas.
Entre la ruptura y la reforma, Carrillo convenció a los comunistas de abrazar la reforma, votar la Constitución de 1978 con Monarquía incluida y preconizar la reconciliación entre vencedores y vencidos de la Guerra Civil. Un conflicto trágico que le acompañó durante toda su vida por los fusilamientos de Paracuellos en noviembre de 1936: la dictadura franquista le responsabilizó, como Comisario de Orden Público de la matanza cuando ascendió al liderazgo comunista en 1960. Una acusación que nunca pudo demostrarse de forma incontestable. Él siempre rechazó cualquier responsabilidad.
Pero las urnas no reconocieron este esfuerzo moderador de Carrillo ni el protagonismo del PCE en la lucha antifranquista. Las elecciones de 1977, que se celebraron dos meses después de la legalización del PCE el Sábado Santo, situaron al PSOE como primer partido de la izquierda con 118 diputados (frente a 19 del PCE) y a Felipe González como el líder de una generación que no había vivido la guerra y que quería mirar hacia delante. Por mucho que los golpistas comandados por Tejero entraran en el Congreso el 23 de febrero de 1981, ante la resistencia de un puñado de diputados, entre ellos Carrillo y Manuel Gutiérrez Mellado, entonces vicepresidente y jefe del Estado Mayor Central (1976-1981).
La victoria por mayoría absoluta de Felipe González (202 escaños) en 1982 truncó la carrera política de Carrillo (4 escaños), quIen al poco terminó fuera de su partido de toda la vida, dirigido tras su dimisión por Gerardo Iglesias.
Desde que abandonó su escaño, Carrillo ha dedicado estas tres décadas al oficio en el que se empleó en los años previos a la Guerra Civil cuando trabajaba en El Socialista, el periódico del PSOE. Carrillo fue el líder de las juventudes socialistas (1934-36) antes de pasarse al PCE de José Díaz y Dolores Ibárruri, Pasionaria. Ha publicado una veintena de libros, artículos en prensa y ha participado activamente en programas de radio y televisión.
Fue en todos estos años un privilegiado observador de la vida política, desde la izquierda pero ya fuera del PCE e Izquierda Unida, organizaciones con las que mantuvo una relación fría durante los liderazgos de Iglesias (1982-88), Julio Anguita (1988-1998) y Francisco Frutos (1998-2000). El acercamiento llegó de la mano de Gaspar Llamazares (2000-2008), también propiciado por la decepción que sintió con la segunda legislatura de José Luis Rodríguez Zapatero (2008-2011).
El ex dirigente comunista había sufrido en la última semana un empeoramiento en su estado de salud, después de que en los últimos meses tuviera que ser ingresado en diversas ocasiones. La última vez fue el pasado mes de julio, cuando estuvo varios días en observación en el hospital Gregorio Marañón de Madrid por un problema de riego sanguíneo.
Manuel Fraga, su gran rival en el lador conservador, falleció el 15 de enero pasado; Marcelino Camacho, fundador de CC OO, el sindicato afín al PCE, murió en octubre de 2010. Ambos, junto con Carrillo, representaban una generación que vivió una guerra fraticida, una dictadura y una reconciliación que alumbró la actual democracia.
Su capilla ardiente será dispuesta el miércoles en el auditorio Marcelino Camacho, en la sede de CC OO en Madrid, y sus cenizas serán esparcidas en la costa cantábrica de Gijón.