El escritor Fernando Savater ha recuperado la comedia filosófica con “El traspié. Una tarde con Schopenhauer”, que escribió en 1988 para la Televisión Española que dirigía Pilar Miró, y ha defendido la vigencia del texto, ya que el filósofo alemán es un moderno “que está muy cerca de nosotros”.
Durante una fructífera rueda de prensa, Savater ha explicado hoy en Barcelona que hace unos meses su cómplice teatral María Ruiz había encontrado el texto mecanografiado de esta obra, que interpretaron en sus papeles principales Amparo Larrañaga y Francisco Merino, y él consideró que valía la pena volverlo a reescribir para incorporarla a la memoria de su ordenador.
Sin embargo, el editor de Anagrama, Jorge Herralde, creyó que también valía la pena que esta “auténtica joya, magistral retrato de Schopenhauer”, llegara al público lector.
Preocupado por la situación actual, donde “ha dimitido hasta el papa, que está aburrido de serlo”, el filósofo donostiarra cree que el autor de “El mundo como voluntad y representación” trata siempre de “lo que no pasa (en el tiempo), de las cosas que están allí, de la esencia de lo que permanece”.
En esta pieza que no llega al centenar de páginas, Fernando Savater narra el momento en el que una joven y prometedora artista, Elisabeth Ney, trabaja con Arthur Schopenhauer en la elaboración de un busto, estableciéndose entre ellos una curiosa relación, a través de la cual parece que el contradictorio pensador revisa su opinión sobre el género femenino.
Acompañándolos en estas labores, aparecen la ama de llaves Margaret Schnepp y el personaje ficticio Rodrigo de Zúñiga, un español viajero y hombre de mundo, con el que el filósofo acabará tratando, entre otras cuestiones, sobre espiritismo.
Savater, que dice que apenas ha tocado nada del texto de 1988, ha reconocido que sí ha ahondado en la figura de Elisabeth Ney, la cual bautizó con el nombre de Arthur a su primer hijo y puede considerarse una avanzada feminista. Solía vestirse con pantalones y, cuando se casó con el médico escocés Edmund Mongomery, conservó su apellido de soltera.
Demostrando a lo largo de la trama su cariño por el filósofo alemán, el escritor vasco asevera que ha escrito una comedia partiendo de que todos los filósofos “somos ridículos por tradición, desde Tales de Mileto, que caminaba distraído mirando a las estrellas, como yo hago, y cayó en un pozo”.
En este caso, ha trabajado para poder presentar en Schopenhauer a un “filósofo puro, representante de la época salvaje de la filosofía, en el sentido de que estaba asilvestrada. Además fue un gran escritor, personaje curioso y atrabiliario”.
El momento en el que lo retrata ha sido pasados los setenta años del filósofo y unos meses antes de morir, extrayendo parte de lo que dice de sus propios escritos, “excepto alguna broma” con toque Savater.
El lector acabará viendo “la contradicción del ser pensante, que a la vez, tiene cuerpo, que envejece, que desea”. “La obra -ha proseguido- presenta esta condición: tienes que entender el mundo sin dejar de ser un mamífero”.
El escritor sostiene que Schopenhauer es el primero en pensar que “lo eterno es el mal puro”, a la vez que es el primero que reflexiona sobre las interferencias del ruido. “Hoy -según Savater- viviría la brillante confirmación de que no se soporta el vacío mental”.
Preguntado cómo está viviendo todo lo que sucede en los últimos meses, no ha obviado que lo hace con “bastante preocupación, en un momento de tormenta perfecta, en el que todo lo que podría ir mal va mal”.
Sobre España, ha mantenido que se vive un drama con partes de comedia, que incluso llegan a la astracanada. “Lástima ser español, porque, si no fuéramos de aquí, nos podríamos reír muchísimo, pero, como nos toca vivirlo, no tiene ninguna gracia”.