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La semana del PSOE tras el 4M: Franco y Gabilondo ejercen de cortafuegos para proteger a Sánchez

Pedro Sánchez en un acto de Ángel Gabilondo.

Irene Castro

11 de mayo de 2021 22:31 h

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El PSOE asumió la noche electoral que la digestión tras su peor resultado histórico en la Comunidad de Madrid sería “complicada”, pero en las filas socialistas dan por superada la “conmoción” inicial y tratan de poner rumbo a 2023. La asunción de responsabilidades políticas tardó 48 horas y llegó de la mano del secretario general de la federación, José Manuel Franco, que presentó su dimisión el jueves. A él lo habían colocado en la diana en la propia federación mientras la dirección regional apostaba por que Ángel Gabilondo diera un paso atrás para iniciar el proceso de renovación en la Asamblea de Madrid de forma inmediata con la vista puesta en las elecciones que tendrán lugar en dos años. 

En ese impás, Ferraz no contemplaba la caída de Franco, que ya estaba de salida porque no repetiría liderazgo en el congreso que se celebrará a finales de año, pero la presión era enorme [había amenazas de dimisión de miembros de la dirección regional, aunque no se produjo más que una en la reunión de análisis de los resultados] y en muchas direcciones. Para la cúpula socialista lo vital era alejar a Pedro Sánchez y al Gobierno de una debacle a la que los distintos interlocutores consultados encuentran explicaciones muy diversas.

Sánchez tardó seis días en hacer una valoración en público sobre los “resultados rotundamente malos” este lunes, cuando el análisis en las filas socialistas ya estaba más reposado y trató de alejar el peor resultado de la federación madrileña de su gestión. El líder socialista se refirió a las “circunstancias extraordinariamente adversas” en las que se había desarrollado la campaña y, tras admitir errores de los socialistas, aseguró que la derrota es una “oportunidad para aprender”. 

La intención del Ejecutivo es marcar distancias con lo sucedido en la Comunidad de Madrid y recuerdan que la debacle del PP en Catalunya no se leyó como una desaparición del PP a nivel nacional. “El Gobierno está en lo importante”, expresó en una comparecencia en Atenas en la que dejó clara su intención de retrasar lo máximo posible las generales [las fijó en enero de 2024] como hizo a puerta cerrada en la reunión de la dirección del PSOE. Sin embargo, sí hay dirigentes socialistas que temen un cambio de ciclo en España gracias a la reagrupación del centro-derecha en torno al PP con la muerte de Ciudadanos mientras que en Moncloa se encomiendan al tiempo y la recuperación económica frente a la tendencia a la baja que ya han empezado a pronosticar las encuestas. Que Pablo Casado no tenga a corto plazo más socio que Vox para gobernar es otro alivio para los socialistas a nivel nacional. 

Por ahora se han emplazado a una reflexión serena sobre los resultados y sobre todo a la renovación del PSOE madrileño, una organización muy pendiente históricamente en sus cuitas internas. Y en los análisis el “desastre” de la federación es uno de los primeros asuntos que salen a colación. “El partido está roto”, advierten en las filas socialistas. También es la primera tirita que ha puesto Ferraz al asegurar que trabajan desde este momento en su puesta a punto. La gestora se configuró menos de 24 horas después de la dimisión de Franco y se ha reunido ya dos veces. En la última hicieron un llamamiento a la afiliación. “Nuestro objetivo principal es leer el presente con mirada de futuro”, expresó la presidenta, Isaura Leal, que se comprometió a que “la transparencia y la información” formen parte de su “acción cotidiana”. 

El señalamiento más claro también ha sido a Gabilondo, no tanto por la campaña como por su labor de oposición frente a Isabel Díaz Ayuso. La preocupación en las filas socialistas cundía desde mucho antes de que se previera un adelanto electoral por su tibia respuesta a la presidenta madrileña, que se había convertido en la “trinchera” frente a Sánchez. Y ese problema se entremezcla con el anterior: tampoco la dirección tuvo fácil encontrar dentro del grupo parlamentario un número dos que hiciera esa labor más dura de oposición. El elegido fue finalmente el veterano José Cepeda. Quien sí rentabilizó esa labor de oposición fue la candidata y diputada de Más Madrid, Mónica García, que se convirtió en la antítesis de Ayuso durante toda la pandemia. 

Tregua: la responsabilidad es “colectiva”

No obstante, en la ejecutiva federal en la que se analizaron los resultados, Sánchez defendió a puerta cerrada tanto a Gabilondo como la federación madrileña -a la que él pertenece- ante las advertencias sobre la política de fichajes que ha sido un clásico del PSOE madrileño. Ábalos le puso voz a esa férrea defensa posteriormente ante la prensa. “El PSOE no ha hecho una oposición en ese sentido fuerte de desgaste del PP porque nos sentíamos corresponsables en la gestión contra la pandemia. No podíamos apelar a una oposición leal y a la vez no hacerla en la Comunidad de Madrid”, resumió. Respecto a la asunción de responsabilidades en el PSOE de Madrid, Ábalos insistió en que se trataba de una “obra colectiva” y que la dimisión de Franco tenía más que ver con dejar el camino libre para el futuro. 

Pero el líder socialista ya era consciente de la necesaria renovación del PSOE madrileño ante la salida prevista de Gabilondo. Precisamente metió mano en la candidatura electoral y confeccionó una lista a su medida pensando en esa renovación de cara a 2023. Será ese nuevo equipo el que tenga que plantar cara a Ayuso, pero también competir con Mónica García, a quien en el PSOE reconocen que el sorpaso ha tenido mucho que ver con que ha sido el verdadero azote frente al Gobierno regional. 

Nadie ni en Ferraz ni en Moncloa supo ver, no obstante, el adelantamiento de Más Madrid, al que inicialmente veían como un fenómeno urbanita de la capital -donde los socialistas admiten también que tienen un verdadero problema-. Sánchez estuvo convencido, además, hasta el final, de que había posibilidades de que gobernara la izquierda por los fallos en los propios datos demoscópicos que manejaba Moncloa y que no detectaron una bolsa de votantes normalmente abstencionista que esta vez cogieron la papeleta de Ayuso. 

“Lo fundamental es evaluar el proyecto que ofrecemos, puesto que hay propuestas que sistemáticamente no cuentan con el aval mayoritario de la población. También el lenguaje y la forma en que lo trasladamos, y muy especialmente, a quién nos queremos dirigir para crecer e implicar en nuestro proyecto político. En definitiva, cambiar para adaptarnos a la realidad de la sociedad madrileña, debemos empezar el camino que nos permita recibir su confianza”, reflexiona el diputado madrileño Daniel Viondi en un artículo publicado en el HuffPost en el que admite que los socialistas no consiguen llegar a una sociedad que “ha cambiado mucho en los últimos años, ha variado sus intereses y ha considerado prioritarias otras necesidades”.

¿Y por qué Ayuso arrasó? Por un lado en el PSOE sostienen que la idiosincrasia de Madrid es muy determinada y por eso circunscriben los resultados a esta región y no al conjunto del país. “El ultraliberalismo que ha traído el PP durante 26 años ha calado en la ciudadanía de Madrid. La constante lluvia fina del individualismo económico y social se ha transformado en un modo de vivir para una parte mayoritaria de la ciudadanía. Han arrasado en las urnas con un mensaje efectivo desde el populismo de derechas que nace de las consecuencias de la pandemia y que entronca perfectamente con su ideario político”, expresa Viondi.

Fatiga pandémica y un marco adverso

La lectura más generalizada en las filas socialistas es que ha sabido sacar rédito de la fatiga pandémica. Mientras Gabilondo inició la campaña leyendo los datos de las nefastas cifras de contagios, ingresos e incluso fallecimientos en la región, Ayuso estaba ya en otra pantalla. “No hemos sabido conectar, comunicar con un estado de ánimo que la ciudadanía también expresa en las elecciones [reconoció Ábalos]. La ciudadanía no solo se expresa en torno a propuestas políticas. Expresa también preocupaciones o anhelos”. 

Es ahí donde los socialistas, empezando por el propio Sánchez, admiten que uno de los problemas ha podido ser el planteamiento de la campaña y no tanto el proyecto en sí. “Unas elecciones no son un concurso de marketing comercial donde cada uno vende el mismo producto y donde el valor está en la forma de venta. Podemos fallar en la comunicación, en lo que es la oferta de nuestro proyecto, pero eso no lo invalida. Seguimos pensando que los problemas de Madrid están donde estaban y lamentablemente sabemos que el espacio y la acogida para las propuestas políticas de verdad no fue precisamente lo que centró la campaña electoral”, admitió Ábalos.

Fue una explicación menos controvertida que la que dio en plena resaca electoral la vicepresidenta primera, Carmen Calvo, al justificar como parte de la hecatombe el marco en el que se habían desarrollado los comicios. “Para un socialista es difícil hablar de cañas, de ex y de berberechos. Estamos acostumbrados a jugárnosla con programas, gestión y trabajo”, señaló al día siguiente de las elecciones. 

Los socialistas no se sintieron cómodos en el marco impuesto por Ayuso, pero fueron ellos quienes entraron en él desde el principio, según argumentaban en la dirección madrileña, donde vieron con preocupación cómo Sánchez confería a la presidenta autonómica relevancia nacional en la 'cumbre de las banderas' en la que se desplazó a la Puerta del Sol o entrando en el cuerpo a cuerpo en el arranque de la campaña. 

Los socialistas reconocen también cierto desgaste por la figura de Pablo Iglesias, que admiten que causa rechazo en una parte de su electorado. Pese a que celebraron su irrupción en la campaña al garantizar la entrada de Unidas Podemos en la Asamblea de Madrid multiplicando las posibilidades de suma de la izquierda, en las filas socialistas admiten ahora que ha podido haber voto socialista fugado incluso al PP por ese repudio. 

Y en buena medida la aparición en escena de Iglesias explica el 'no' que Gabilondo le espetó en un inicio al que todavía era vicepresidente del Gobierno. La estrategia diseñada en Moncloa ha estado desde el principio en el punto de mira de Ferraz y la federación madrileña, que dudaban de que mirar al centro [con propuestas como la de no tocar los impuestos] les fuera a dar rédito. Los “bandazos” posteriores al plantear la contienda tras las amenazas de muerte en los términos de disyuntiva entre “democracia o fascismo”, que en el PSOE pensaron que podía servir para movilizar al electorado progresista, están también en el listado de causas con las que los socialistas explican el derrumbe. “Ni una buena campaña habría solucionado esto”, concede un destacado dirigente madrileño. 

Una semana después de las elecciones y tras la convulsión inicial, los socialistas tratan de pasar página y, a pesar de que muchos critican la falta de autonomía de la federación, esperan que Sánchez decida quién coge la riendas de la organización. Por ahora el presidente se ha mostrado convencido de que tendrán más suerte en 2023: “En Madrid la izquierda volverá con más esperanza y más fuerza de la mano del PSOE”.

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