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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

El PP se sumerge en los agujeros negros de Venezuela

Pablo Iglesias, durante su duelo con Luis Aznar.

Iñigo Sáenz de Ugarte

Pasadas las elecciones andaluzas, los senadores del PP han continuado con su trabajo de venganza contra las demás formaciones políticas por la comisión de investigación de la financiación del PP que aprobaron en el Congreso. Recientemente, estuvieron Susana Díaz, Manuel Chaves y José Antonio Griñán en la comisión montada en el Senado coincidiendo con la campaña electoral andaluza. Este jueves, le tocaba a Pablo Iglesias.

El Senado como institución dedicada fundamentalmente al entretenimiento no tiene una reputación tan consolidada como las televisiones privadas, pero esta comisión está haciendo grandes esfuerzos para ponerla al mismo nivel. La presencia de Iglesias era uno de los platos fuertes de sus sesiones. Perfecto para un 'prime time'. ¡Podemos! ¡Venezuela! ¡Irán! ¡Chávez! ¡Eduardo Inda! ¡El rey Juan Carlos! ¡Paraísos fiscales! Más que un tráiler, JJ Abrams habría podido hacer siete 'teasers' con todo este material.

En un momento dado, el senador del PP Luis Aznar recomendó a Iglesias que leyera a Montesquieu (los políticos españoles están obsesionados con Montesquieu; siempre están citando su nombre, pero es poco probable que lo hayan leído). Una pérdida de tiempo. En esta comisión del Senado sólo se lee a Valerio Lazarov. Lo que manda es el zoom lanzado a los ojos del espectador hasta que se rinda.

Aznar es un experto en el ventilador y no es tacaño a la hora de llenar la carga. A eso está dedicando su última legislatura de una larga carrera política. Ahora se encontró con un adversario que sudó la camiseta en tertulias televisivas hace unos años y que está acostumbrado a devolver todas las bolas. Pablo Iglesias es capaz además de hablar durante varios días. “Aburre usted a las cabras”, le dijo Aznar. Eso es un menosprecio. Iglesias podría aburrir a todo un zoo si quisiera.

Al principio, el líder de Podemos se tomó algo en serio la comisión. Si se supone que la comparecencia es sobre la financiación de partidos, hablemos de la financiación de Podemos con los datos, que Iglesias pasó a detallar ante la perplejidad de Aznar. Ingresos de Podemos en 2017: subvenciones, 7,7 millones; recibidos por los grupos parlamentarios, 4,8 millones; donaciones por cargos electos, 3,2 millones; donaciones por particulares, 1,06 millones.

Mal. Error. Aznar no estaba interesado en eso. Le había preguntado si había trabajado para el Gobierno de Venezuela. Pero como antes también había dicho que estaría interesado en conocer “la fórmula mágica” que Podemos disfrutó para financiarse en su primera campaña electoral, las europeas de 2014, je, je, mágica, qué chiste más bueno, vamos, hombre, seguro que alguien les había untado para montar el nuevo partido..., Iglesias también dio el dato.

Podemos se gastó 134.196 euros en esa campaña de 2014. No podía dejarlo ahí, no sería Iglesias si dejara escapar esa oportunidad. Hizo el cálculo para apuntar que cada escaño les salió a 26.839 euros y recordó que en esos comicios el PP se gastó 11 millones para acabar obteniendo 16 escaños. Mala relación calidad-precio.

Tampoco. Nuevo error. Esos 134.196 euros son cuatro perras que no dan para la historia de una gran conspiración con un grupo de izquierdistas latinoamericanos y puede que hasta de Oriente Medio que crearon un partido político de España para acabar con el sagrado bipartidismo y las instituciones españolas más puras, como la paella, el jamón serrano y el chorizo. Hay incluso iraníes de por medio que deben de ser esos peligrosos “chiítas” que tanto miedo daban a María Barranco. Todo eso ocurre en la cabeza de Luis Aznar.

Lo que dice el Tribunal Supremo

Antes de que Aznar revelara sus cartas, Iglesias tuvo la oportunidad de hacer un repaso a todos los autos judiciales que han rechazado las acusaciones contra Podemos. “A su partido no se le ha investigado judicialmente”, había dicho Aznar. Esa era una frase muy fácil de desmentir. Iglesias tiró de las resoluciones judiciales de la Audiencia Nacional y de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo, que tumbaron todas las querellas presentadas por el grupo ultra Manos Limpias y otras organizaciones dedicadas a esos fines por el supuesto origen venezolano del dinero de Podemos. La materia prima de varias de esas denuncias procedían de la 'policía política' montada por el PP en Interior, el submundo donde prosperaba el comisario Villarejo.

Esas querellas –diez, según Iglesias– fueron rechazadas por no aportar indicios de delitos, no incluir “elementos objetivos”, basarse en recortes de artículos de prensa o, como mucho, en indicios de cosas que sí podían haber ocurrido, pero que no eran constitutivas de delito. Iglesias disfrutó especialmente al apuntar que entre los firmantes de esos autos estuvo en varias ocasiones el juez Marchena, al que el PP quiso colocar como presidente del Tribunal Supremo hasta que Pablo Casado cambió de opinión. Ahí Aznar se empezó a poner nervioso, porque fue su jefe en el grupo parlamentario, Ignacio Cosidó, el que provocó la polémica que dejó a Marchena sin el cargo a causa de unos whatsapps en los que cantaba victoria por colocar al magistrado en lo más alto de la cúpula judicial.

Evidentemente, Marchena fue una de las palabras más usadas por Iglesias en la comisión para cabrear a Aznar. Cosidó también salió mucho.

Aznar presentó un vídeo que lleva tiempo circulando en el que se ve a Iglesias homenajeando a Hugo Chávez en una televisión venezolana poco después de su fallecimiento. El líder de Podemos aceptó el envite y dijo que la situación actual de Venezuela es “nefasta”. “Creo que rectificar en política está bien. Puedo debatir sobre cosas que he dicho en el pasado y en las que me equivoqué”, dijo. Pero eso no tiene mucho que ver con la financiación de Podemos y por tanto a Aznar tampoco le preocupaba mucho.

El aspecto surrealista de la comisión se elevó a niveles escacharrantes cuando la presidenta mencionó 'La venganza de Don Mendo' e Iglesias se arrancó a citar varios versos de la obra, no uno o dos, que no sólo de Gramsci vive el hombre. Y Aznar no quiso ser menos y también aportó unos cuantos de la obra. Los británicos pueden citar a Shakespeare en sede parlamentaria y nosotros nos tenemos que conformar con Pedro Muñoz Seca. Esto es lo que hay.

A cuchillada limpia

Como todo era un espectáculo de la política que deja algo avergonzados a los votantes, tras esos momentos tan ligeros, los protagonistas abandonaron la pluma y enarbolaron la espada.

Iglesias: “Ustedes han utilizado el Ministerio de Interior para fabricar pruebas”.

Aznar: “¿Hay alguna prueba jurídica de eso?”.

Iglesias: “Su partido es una prueba de corrupción en España”.

Aznar: “Usted no tiene fuerza moral para decir eso”.

Iglesias había querido pasar de acusado a fiscal, y allá fueron las cloacas del Ministerio de Interior –hasta Rafael Hernando, del PP, emplea ese término, con lo que cualquier día nos lo encontraremos en el organigrama del Ministerio– de la época de Jorge Fernández Díaz e Ignacio Cosidó.

Aznar perdió la cabeza y se dejó de medias tintas: “Usted ha estado cobrando dinero de Venezuela. Usted ha estado cobrando dinero de Irán. Le han pagado hasta el teléfono. Se ha saltado a la torera el embargo de la Unión Europa a Irán”.

Poco antes, había revelado la estrategia del PP en la Comisión. Las comparecencias forman parte del show. Lo que le interesa de verdad son las conclusiones, que estarán probablemente ya redactadas y en las que, entre otras cosas, se dirá que Podemos fue financiado por Venezuela, Irán y “probablemente otro Gobierno extranjero”. Para el PP, eso será la 'verdad judicial' y al Tribunal Supremo que le den.

Como con los agujeros negros del 11M, las conspiraciones no necesitan sentencias judiciales que las corroboren.

Al final, todo acabó mal. Se le acabó la sonrisa a Iglesias y tanto Aznar como él se llamaron de todo. Que es de lo que se trataba. La comisión del Senado es un trabajo del PP pagado con fondos públicos para vengarse de los otros partidos. No se puede esperar otra cosa de ella.

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