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Muggles contra sangre pura en la política española

La política es un asunto muy de clases. Los míos contra los tuyos. Los puros contra los contaminados contra los indiferentes. Los orgullosos de serlo contra los incapaces de aceptarlo. Cuando tus adversarios te colocan en el lado de los impíos, hay que darse prisa y responder diciendo que no, en absoluto, son ellos los impuros. 

En el primer pleno en el legislativo tras las elecciones andaluzas, el Partido Popular se apresuró a neutralizar la línea de ataque que va a sufrir en los próximos meses por el probable pacto con Vox. No es que le vaya a servir de mucho, pero tiene que intentarlo. Así que la senadora Cristina Ayala preguntó a la vicepresidenta Carmen Calvo en el Senado si eso de defender la Constitución tras lo ocurrido en Andalucía (frente a la amenaza ultra) sirve con “sus socios independentistas, para los de Bildu y su copresidente de facto, el señor Iglesias”. 

Con tantos socios como dice el PP que tiene, es raro que el Gobierno no tenga garantizada la aprobación de los presupuestos, pero eso es otra historia. 

En el argumentario del partido expresado por Ayala, todos esos 'muggles' no son auténticos defensores de la Constitución, ergo, no son gente democrática a la que haya que respetar mucho. No son “constitucionalistas fetén”, en expresión de la senadora. Ejemplos positivos serían Alejandro Ruiz-Huerta (superviviente de la matanza de Atocha), Miquel Roca, Francisco Tomás y Valiente y Manuel Fraga. Sangre democrática muy pura. Muy fetén. 

La Mesa del Senado había decidido antes realizar una pequeña edición en la pregunta de la senadora para eliminar la expresión “filoetarras de Bildu”, a instancias del senador de esta formación Jon Iñarritu, que había advertido de que ellos también podrían hablar de “franquistas, fascistas y corruptos” para referirse a los parlamentarios del PP.

La Mesa del Senado, controlada por el PP, descubrió de repente que no hay problema con mirar por encima del hombro a los seres inferiores, pero no conviene que te escuchen insultarles. Te aplicarán la misma medicina.

Al otro lado del cuadrilátero, la vicepresidenta Calvo afinó el mismo tratamiento. En este caso, la limpieza de sangre se ve claramente dañada por la intención del PP de pactar con la extrema derecha en Andalucía. Y no es ya un acuerdo parlamentario, sino una comunión de ideas lo que denunció Calvo. “Nunca hemos comprado políticamente el independentismo y ustedes han abrazado las ideas de Vox”, respondió la vicepresidenta, sin llegar al extremo de imaginar un trío entre Casado, Abascal y el caballo de este, uno de los grandes protagonistas visuales de la campaña.

A la senadora de Ciudadanos Lorena Roldán, Calvo le recordó las palabras de Manuel Valls, apoyado por Cs para la alcaldía de Barcelona, al que los socialistas van a citar tanto en los próximos meses por la amenaza de la ultraderecha que algunos terminarán pensando que se presenta por el PSOE.

La irrupción de Vox en la política española equilibra un poco el juego de las acusaciones en este debate en el que cada parte no se imagina cómo puede verse obligada a rebajarse a hablar con esos otros seres. El PP martillea cada día de la semana con la relación del Gobierno de Pedro Sánchez con los independentistas catalanes –de momento no muy fructífera en esta legislatura–, mientras que los socialistas tendrán ahora la oportunidad de recordarles su romancero andaluz a medias con Vox.

Todos son un poco muggles.