De Sevilla a Silicon Valley
En España existe desde hace ya varios años una moda que consiste en animar a los jóvenes a emprender y a innovar. Sufrimos, como casi todos, las consecuencias de una crisis que parece infinita, pero no contentos con eso se nos carga con la responsabilidad de salir de ella, a ser posible, con nuestros propios medios asumiendo todo tipo de riesgos.
En esta vorágine surge un anglicismo que nos han metido hasta en la sopa: startup, término que define a incipientes empresas eminentemente tecnológicas que intentan producir, probar y aprender de sus errores ágilmente, crecer rápido y, a ser posible, levantar millonarias rondas de inversión o venderse al mejor postor. Un concepto ampliamente ensayado en Estados Unidos por sus particularidades sociales y geopolíticas, y un carro tentador al que el resto de países desarrollados parece estar dispuesto a subirse a toda costa.
Commite es una de esas empresas puesta en marcha por jóvenes ingenieros españoles graduados en plena crisis económica que apostaron por quedarse en nuestro país físicamente, pero cuyos clientes no están en Andalucía, ni en Madrid, ni siquiera en Europa, sino en Silicon Valley (EE.UU.), la meca de la tecnología y los Business Angels.
Son un pequeño estudio de diseño de productos digitales situado en la sevillana Cuesta del Rosario. Sin embargo, todos sus proyectos han sido planificados y desarrollados por equipos de personas trabajando “juntas” a más de 9.000 km de distancia, los que separan Sevilla de Palo Alto.
Ahora, por primera, vez viajan a San Francisco para vivir en primera persona una realidad que sólo conocen digitalmente tras horas y horas de videoconferencias con socios y clientes americanos. Y quieren contarlo en primera persona.