El silbato como arma femenina contra el acoso sexual, una idea surgida hace dos años en la capital de México, ha dado el salto hasta Marruecos, donde un grupo de activistas repartieron hoy cerca de 10.000 silbatos por todo el país para animar a las mujeres a silbar ante cada caso de ataque.
La versión marroquí del #MeToo se llama #Masaktach (No me callo) y surgió hace unos meses en las redes sociales. Son sus activistas las que hoy se lanzaron a las calles de todo el país para repartir los silbatos con el lema “Si se sobrepasa, pita”.
“No se trata de una manifestación ni de una marcha”, dijo a Efe una de las fundadoras del movimiento, Leyla Slassi, sino de sensibilizar y “literalmente hacer ruido” para atajar un fenómeno que “está ahí, en todo momento y en todo lugar”.
Las transeúntes que hoy eran abordadas en las avenidas céntricas de Rabat mostraban en un principio su sorpresa ante el inesperado “regalo” de un silbato, y se lo tomaban en un principio a broma, hasta que, tras una breve conversación, entendían la filosofía de la acción y aceptaban llevarse su silbato.
Uno de los mensajes que repetían las activistas era la propia ley 503-1-1 del Código Penal marroquí, que castiga con penas de entre uno y seis meses de cárcel más una multa a quien practique el acoso “en espacios públicos y otros con actos, palabras y gestos de carácter sexual o con fines sexuales”.
La ley, que acaba de aprobarse recientemente, ha tenido un recorrido hasta ahora discreto, y el primer juicio celebrado en la ciudad de Fez contra un acosador para aplicarle esa nueva ley acabó en nada, pues la víctima retiró su denuncia ante la atención mediática levantada por el caso.
El movimiento feminista lamenta que esa ley, pese a su contenido positivo, no contemple mecanismos concretos que hagan más fáciles las denuncias, ni tampoco incluya sensibilización entre los policías y los jueces, encargados de aplicar esa ley.
El acoso sexual hacia las mujeres es un fenómeno endémico en Marruecos, y se manifiesta en la misma calle y en los transportes públicos, pero también en espacios laborales o en comercios, con frases, gestos y hasta tocamientos que son generalmente percibidos como parte de la cultura popular.
“Desde que tengo uso de razón, siento que el espacio público y los transportes son espacios que no me pertenecen. Sencillamente no me encuentro cómoda”, dice Leyla Slassi.
“El fin de nuestra campaña de repartir silbatos es doble: dar a conocer la nueva ley y que las mujeres cobren conciencia de que deben ser respetadas en todo momento y lugar”, precisa.
Slassi dice que el movimiento se inspiró en la campaña lanzada en 2016 por el gobierno municipal de la capital mexicana, bautizada popularmente como “El pito de Mancera” (por el nombre del alcalde de México que lanzó la idea).
Sabedoras de que la movilización callejera masiva es difícil en Marruecos, Masaktach ha elegido el espacio virtual de las redes para llevar a cabo su activismo, con algunos logros notables.
Así, por ejemplo, consiguieron que las canciones del popularísimo cantante marroquí Saad Lamjarred, actualmente en prisión preventiva tras ser acusado de violación (y ya es la tercera vez que es acusado de lo mismo) fueran retiradas de las emisoras marroquíes, que las seguían emitiendo con el argumento de la presunción de inocencia.
Para el movimiento, el simple hecho de emitir las canciones del presunto violador -un verdadero ídolo en Marruecos y en parte del mundo árabe- equivalía de algún modo a perpetuar la cultura de la violación, y fue su campaña en las redes la que invirtió la tendencia e hizo que Lamjarred bajara de su pedestal de ídolo.
El fenimismo “clásico” abrió de alguna forma el camino -dice Slassi-, pero en la actualidad su capacidad movilizadora es muy escasa, por lo que Masaktach ha tomado el relevo en el espacio virtual, pero su vocación es clara: apropiarse del espacio público.