Todos son Ayuso en el pueblo de la presidenta y el empresario

Víctor Honorato

Sotillo de la Adrada (Ávila) —
19 de febrero de 2022 22:43 h

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En la guerra abierta por el control del Partido Popular hay un territorio que ya ha declarado su apoyo acérrimo a la facción de Isabel Díaz Ayuso: su pueblo. En Sotillo de la Adrada, con 4.700 habitantes, casi en Madrid pero en Ávila, la presidenta madrileña recibe la defensa cerrada de todo aquel con quien se hable, sin apenas excepción. Da igual que los contratos de su Gobierno beneficiasen a un amigo de la infancia, o que haya fuertes sospechas de que su hermano se llevase una comisión irregular. Se trata de menudencias, ataques de quienes no aceptan que una mujer “que es un cacho de pan”, que es “buena” o que es “Dios”, según la describen sucesivamente múltiples vecinos, pueda gobernar tranquila y llevar al PP a lo más alto.  

En Sotillo, en el valle del Tiétar, cerca de la triple linde entre Madrid, Ávila y Toledo, la mayoría absoluta del PP es tan natural como el paso de las estaciones. Desde hace más de 25 años, la única incógnita en las elecciones es cómo de holgada será la victoria. Hace algo más de una década se gestó un amago de pelotazo inmobiliario, con un proyecto de urbanización que habría de doblar las viviendas del pueblo. Los vecinos protestaron. El salón de plenos municipal, habitualmente poco concurrido, se llenó como nunca. El PP cambió de candidato, renunció al proyecto y en 2011 volvió a arrasar. Desde entonces el discurrir político de Sotillos es pacífico, por aplastante, y difícilmente el interés por la política había vuelto a suscitar el interés que ha generado esta semana, cuando se desencadenó en público la guerra entre Ayuso y el presidente nacional del PP, Pablo Casado.

“Es un señor de mi pueblo y es verdad que lo conozco, pero no tengo ninguna relación con él”, despachó Ayuso en la Cope al hilo de los vínculos de amistad entre ella, su hermano Tomás y el empresario Daniel Alcázar. Preguntar por los vínculos del trío provoca una respuesta diferente a la de noviembre, en la víspera de la publicación por elDiario.es del contrato de 1,5 millones de euros que benefició a una empresa de Alcázar y que le supuso a Tomás Díaz Ayuso una comisión de entre 55.000 y 280.000 euros, según la versión a que se dé crédito. Lo que entonces era una respuesta simple tomando un café en el bar familiar, como decir que a Tomás y Daniel se les veía mucho juntos de chavales y que Isabel, más joven, también andaba a veces con ellos, ha dado paso ahora a silencios, respuestas evasivas (“Yo no soy de aquí”) o explicaciones con contexto, como la de Javier Cuerva, que regenta el bar 'El pequeño luchador', junto a la carretera principal, y que se presentó en las recientes elecciones en Castilla y León como número tres de la formación Por Ávila. “Se conocen desde pequeños, pero la gente vive fuera, se separa…”, empieza, interrumpido rápidamente por un parroquiano que llama a no buscar tres pies al gato y defiende que Ayuso, “lo dice todo el mundo”, es buena gente.

Caín y Abel, versión abulense

Otro tanto pasa en el bar 'La Laguna', conocido popularmente como el Leonardo –nombre del padre de Ayuso y antes de su abuelo–, que regentaba hasta hace poco la familia. Los habituales han desarrollado anticuerpos contra los periodistas que desde el jueves vienen apareciendo por el local y rechazan dar explicaciones. Hay que atacar a los viandantes al azar para encontrarse alguna respuesta sugerente, de inspiración bíblica, como la de Conchi Barreno, que lleva viniendo 40 años por Sotillo porque su esposo es de aquí: “Yo no soy responsable de lo que haga mi hermano, ¿no?”, razona. 

Un clásico restaurante del pueblo es el 'Melaneo', por donde pasan mucho Isabel y Tomás cuando están por el pueblo. El viernes comen allí Eliseo y Prado, padre e hija, que dan cuenta de unos tomates de la huerta en la terraza. Ella se permite un comentario irónico: “Antes al pueblo no lo conocía nadie y ahora ya ves”. Muy locuaz se muestra el estanquero Rafael Espinosa, al otro lado de la plaza. “Aquí [los enemigos de Ayuso] han pinchado en hueso; a ella la quiere todo el mundo”, dice el hombre, que evoca orgulloso cuando la pequeña Isabel entraba en el establecimiento con su madre. Van pasando clientes a por tabaco, alguno deja su apostilla. “Si [Alcázar] se dedica a la confección, pues aprovechó”, razona una. Otros piden, agachan la cabeza, pagan y se van. “No te lo vamos a poner fácil”, despejan en la farmacia Ruano, sin contemplaciones. “Tú no sabes lo difícil que era conseguir mascarillas al principio”, justifica David, que regenta un hostal a la salida de Sotillo, y celebra que Ayuso, una mujer “que es un cacho de pan”, tuvo el “detalle” de “regalar” las mascarillas.

Los fines de semana abre en Sotillo el pub 'Amigos de paparazzi', que toma el nombre de otro local clásico del pueblo. Aquí se congregan varias generaciones, de adolescentes tardíos a cincuentones y más allá. Los grupos generacionales respetan sus espacios en terraza, barra y pista mientras el dueño, Luis Calleja, pincha canciones, de C. Tangana a Hombres G, en una cabina construida sobre la carrocería delantera de un camión Avia. “Me dedicaba a los coches”, explica sobre el artefacto, y cuenta que está harto de los periodistas y que sí, que Ayuso estuvo por ahí en navidades y que Daniel Alcázar también ha pasado por el bar, y que claro que se conocen, pero que no vienen juntos aunque le da igual, porque, además, aunque “Ayuso es Dios”, al final “nos acabarán gobernando los comunistas” por culpa de Casado. “Casado, fracasado”, coinciden en la terraza Alfonso y otro Luis, junto a un tercer amigo, Rodrigo, el único que admite matices porque “la política es complicada”.