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La suma de Yolanda Díaz: nueve meses para recomponer la unidad de la izquierda y enfilar las generales

Alberto Ortiz

2 de abril de 2023 23:18 h

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“Quiero ser la primera presidenta de mi país, quiero ser la primera presidenta de España”. Yolanda Díaz ha cerrado el círculo que comenzó a trazarse hace dos años, con la abrupta salida de Pablo Iglesias del Gobierno y el interrogante dilatado desde entonces sobre si finalmente la vicepresidenta segunda asumiría el deseo de su antiguo amigo y compañero político: sucederlo como líder y candidata de la izquierda. “Me tomé mi tiempo, sé que a veces no me comprendíais. Dudo mucho, pero creo que la duda es muy importante para tomar decisiones importantes en la vida”, alegó Díaz este domingo ante 3.000 personas en Madrid. Dos años de dudas que comenzaron con un ‘no’ tras ser designada por el exsecretario general de Podemos cuando anunció su salida de la primera línea política.

Fue en febrero de 2021. Pablo Iglesias trasladó de forma clara sus planes a Yolanda Díaz en una reunión en el Ministerio de Trabajo: el entonces secretario general de Podemos tenía en mente dar un paso a un lado en uno o dos años y dejar el liderazgo del espacio político en sus manos, pero ella lo rechazó. Un mes después, el 15 de marzo, sin comunicárselo para evitar una nueva negativa, Iglesias anunció en un vídeo que dejaba el Gobierno para competir en las elecciones madrileñas convocadas hacía unos días y avanzó que su sucesora como vicepresidenta y como candidata de Unidas Podemos sería Díaz.

Como ocurre casi siempre en política, las palabras que escogen los dirigentes no son azarosas. Iglesias puso dos condicionales a la decisión que él mismo había tomado por ella. “Si ella así lo decide” y “si así lo quiere la militancia” de las organizaciones de Unidas Podemos. La primera era más urgente y evidente: debía decidir si daba el paso inmediato de ocupar el cargo de Iglesias en el Gobierno y compatibilizarlo con el de ministra de Trabajo, y de paso, la dirección de la coalición de los dos partidos tanto en el Ejecutivo como en el Congreso. Y después, aceptar esa voluntad de ser candidata a las elecciones. La segunda hipótesis se ha convertido en la semilla de la discusión que ha rodeado los últimos compases del proceso de lanzamiento del proyecto político de Díaz.

La ministra se enteró al mismo tiempo que el resto de España, en medio de una reunión con ministros europeos, como ha contado en alguna ocasión. Aceptó de inmediato el primer encargo, el de ser vicepresidenta segunda del Gobierno y liderar la coalición en los dos últimos años que restaban de legislatura. Para el segundo encargo, el de ser candidata de Unidas Podemos en 2023, estableció sus propias condiciones. Lo haría a su manera, con la creación de una plataforma política distinta, con la incorporación de la sociedad civil y de las organizaciones que se habían ido separando del espacio. Y solo después de todo eso daría respuesta al condicional de aquel vídeo de Iglesias: “Si ella así lo decide”. 

Han pasado casi 750 días desde entonces. Más de dos años mediados por el fin de la pandemia, una guerra con importantes consecuencias económicas, la ruptura de las relaciones personales entre los dos protagonistas del inicio de esta historia y las tensiones entre Podemos y Sumar, la plataforma política que Yolanda Díaz lanzó este domingo en un acto en Madrid en el que no estuvieron los principales dirigentes del partido que la incorporó en sus listas y la hizo después ministra; en un acto en el polideportivo Antonio Magariños en el que la vicepresidenta anunció que aspirará a llegar a la Presidencia del Gobierno al frente de una coalición de todos los partidos a la izquierda del Partido Socialista. 

Yolanda Díaz ha reconocido en alguna ocasión que la forma en que Pablo Iglesias tomó y ejecutó esa decisión le pesaron. Lo hizo hace poco en una entrevista en Radio Nacional de España. “Me ha pesado porque soy una demócrata [admitió]. Hay que respetar a las formaciones políticas. Yo no soy de Podemos, la decisión era de relevancia. Tardé muchas horas en poner un tuit. Yo no hago las cosas así. Sí me pesó, la acepté y creo que estoy cumpliendo con el mandato que tengo que es ser vicepresidenta de España”. Iglesias explicó su decisión en el libro Verdades a la cara, un repaso de sus años en la primera línea política junto al periodista de elDiario.es Aitor Riveiro: “Para que saliera bien, sabía que no podía decírselo a Yolanda. De hecho, si se lo hubiera comunicado no me habría dejado hacerlo”.

Ensanchar el espacio

Díaz entendió rápidamente que si aceptaba el encargo de ser la líder de Unidas Podemos y eventualmente candidata de esa coalición debía ensanchar el espacio políticamente, ante la certeza de que la marca Podemos había sufrido un paulatino desgaste con el paso de los años que había que frenar. Con esa idea en la cabeza hizo dos fichajes para su equipo. Por un lado, reclutó a Josep Vendrell como jefe de gabinete, un experimentado político forjado en Iniciativa per Catalunya que se incorporó después a la coalición que ahora lleva el nombre de Catalunya en Comú y que lidera la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau. 

Vendrell había ocupado puestos de relevancia con ICV. Fue jefe de gabinete de Joan Saura en la consejería de Relaciones Institucionales y Participación, entre 2003 y 2006, en el primer gobierno del tripartito catalán, y los cuatros años siguientes secretario de esa misma consejería. Años más tarde, en 2016 formaría parte de las listas al Congreso de los Diputados de En Comú Podem, la coalición de los comuns con Podemos, donde estuvo hasta 2019. En esa legislatura, él y Díaz entablaron una amistad que le sirvió a la ministra para acordarse de él y su forma de trabajar cuando asumió la Vicepresidencia tercera –después segunda, tras la remodelación del Gobierno ese verano– y el liderazgo de Unidas Podemos. 

Otro de los fichajes a los que Díaz recurrió en esos días, con el mismo objetivo de ensanchar el espacio, fue el de Rodrigo Amírola, un filósofo conocido en el micromundo de Podemos por su pasado en la Secretaría Política de Íñigo Errejón, que lo incluyó en sus listas para el Consejo Ciudadano en Vistalegre 2. Tras la derrota en aquella traumática Asamblea Ciudadana, Amírola recaló en Barcelona, donde acabaría como jefe de Gabinete de la líder de ECP en el Parlament, Jessica Albiach. Yolanda Díaz lo contrató como asesor de discurso, donde trabaja desde entonces junto al escritor gallego Fran Pérez Lozano.

Con la actualización de su equipo, Díaz comenzó a dar vueltas a la idea de un proyecto político que pudiera volver a atraer al menos a una parte del volumen de votantes que apoyó a Unidas Podemos en 2016. Cinco millones de papeletas y 71 escaños que se habían ido licuando en los años posteriores de guerra sucia contra el partido y de cuitas internas que fueron resquebrajando la formación. La coalición obtuvo 3,1 millones de votos en 2019, un 12% de apoyos que ha seguido menguando en las encuestas desde la investidura del primer Gobierno de coalición en España desde la Segunda República. 

El equipo de Díaz llegó a la conclusión de que había que unir al espacio que en su momento consiguió pelear por la hegemonía de la izquierda en España y que no lo consiguió por apenas 400.000 votos. Por el camino se habían ido separando fundadores como Íñigo Errejón, Luis Alegre, Carolina Bescansa, pero también los anticapitalistas Miguel Urbán, esencial para entender el nacimiento de Podemos, o Teresa Rodríguez. También personas como Pablo Bustinduy, Xavier Domènech o quien fuera alcaldesa de Madrid en la confluencia que apoyó Podemos en 2015, Ahora Madrid, Manuela Carmena. 

El equipo de la vicepresidenta se centró en trazar una estrategia que pudiera recuperar una foto de unidad de la izquierda, y cuando esa idea tomó forma, se la trasladó en primer lugar a su antecesor en una reunión en el verano de 2021. Un proceso de escucha, en el que dar voz a la sociedad civil, sin protagonismo para los partidos, para construir una nueva plataforma política. Iglesias no opuso peros a la idea de Díaz, según la reconstrucción que hizo el director de elDiario.es, Ignacio Escolar, en un artículo en octubre del año pasado. 

Pero en esa decisión, la de rehacer de alguna manera el Unidas Podemos de 2016 y empezando además desde otra plataforma, estaban contenidos todos los desafíos que han ido entorpeciendo el camino desde entonces. Cómo ampliar el espacio y acercar a las formaciones orbitantes sin levantar suspicacias en el principal partido de la izquierda española, cuyo líder le había encomendado la tarea. El reto no parecía sencillo, no lo ha sido y promete seguir siendo complicado. 

El acto de Valencia

La primera prueba, apenas unos meses después la reunión con Iglesias en la que Yolanda Díaz le explicó sus planes. Todas las fuentes coinciden sobre por qué se empezaron a torcer las relaciones entre Podemos y la vicepresidenta. El 13 de noviembre de 2021, Díaz asistió a un acto con Mónica Oltra (entonces líder de Compromís), Ada Colau, Mónica García (Más Madrid) y Fátima Hamed (del ceutí Movimiento por la Dignidad y la Ciudadanía). Un mes antes, El Periódico de España había adelantado la noticia de que Díaz asistiría a ese acto, organizado por Compromís, en el que no estaba invitada ninguna dirigente de Podemos, ni la entonces ya secretaria general del partido, Ione Belarra, ni la ministra de Igualdad, Irene Montero. En las fotos de la inauguración Díaz aparecía sonriente junto a Errejón.

Un día después de esa publicación, Iglesias le reprochó a su sucesora que fuese a participar en ese acto e incluso le pidió que no asistiera, según fuentes cercanas a la vicepresidenta segunda, que añaden un detalle: Díaz trató de hablar con Compromís para que invitara a dirigentes de Podemos. La dirección de la coalición valenciana, que no tiene buenas relaciones con el partido que lidera Belarra, declinó aquella petición al considerar que ya había dos dirigentes de Unidas Podemos en el acto, contando a Colau. 

Iglesias tardó un año en revelar en público su enfado que no ha parado de crecer. En la tertulia en la que participa los lunes en el programa Hora 25 de la Cadena SER. “¿Cómo piensas que se sintieron los militantes de Podemos cuando Yolanda aparece al lado de Mónica García y de Mónica Oltra y no aparece ni Ione Belarra ni Irene Montero? Y Podemos traga”, dijo Iglesias. Y añadió: “Cuidado con faltar al respeto a los militantes de Podemos. Había compañeros en ese acto [uno del partido el domingo anterior] que decían: ‘Compañera, te hemos hecho vicepresidenta, te hemos hecho ministra. ¿Por qué no está Ione Belarra a tu lado? Respétanos”. En el momento de las declaraciones, justo un año después del acto de Valencia, la tensión entre Díaz y Podemos era más patente que nunca, pero volvamos atrás, a los meses después de Valencia, en el otoño de 2021. Un día antes, en la Universidad de Otoño de Podemos había lanzado dardos parecidos sin poner nombre a su destinataria.

La imagen en Valencia supuso la ruptura entre Iglesias y Díaz y por ende el empeoramiento de las relaciones entre la dirección de Podemos y la vicepresidenta segunda. Si se hace caso a los organizadores, el acto no formaba parte de la hoja de ruta que empezaba a diseñar para su proyecto político, pero marcó casi desde el principio el ecosistema de relaciones entre partidos del embrión de esa plataforma, cuyo despegue Yolanda Díaz fue postergando por diversas razones. La primera, la invasión de Vladímir Putin a Ucrania el 24 de febrero de 2022, que afloró además uno de los primeros conflictos políticos a la interna del grupo confederal en el Congreso. Podemos presionó desde el primer minuto con una vía diplomática para oponerse al envío de armamento, una posición de la que se desmarcó Díaz. 

Ese no sería el primer desencuentro entre Díaz y Belarra a cuenta de las decisiones del PSOE sobre el conflicto. Tampoco el primero en el seno de Unidas Podemos, que ya había sufrido un terremoto interno tras la polémica condena del Supremo al diputado Alberto Rodríguez por propinar una patada según la sentencia a un policía en una manifestación en 2014, a pesar de que las pruebas no iban más allá del testimonio del propio agente. 

A raíz de esa condena, la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, decidió retirar el escaño a Rodríguez. Tras conocerse la noticia, una parte del grupo parlamentario –encarnado en Podemos–, en solitario y sin consultar a la otra parte, anunció una querella contra Batet, la tercera autoridad del Estado y dirigente destacada del principal partido de la coalición de Gobierno. La querella finalmente quedó en nada y la bronca interna –la otra parte del grupo y como parte de ella la vicepresidenta segunda no compartían la decisión– se apagó también en privado, pero tuvo una consecuencia lateral: Alberto Rodríguez dejó el partido por discrepancias con la dirección. Consideraba que lo habían usado como arma arrojadiza para enfrentarse a Díaz, con la que todavía hoy mantiene una buena relación.

Al margen de aquellas cuitas, la ministra de Trabajo anunció en los primeros meses de 2022 que en la primavera comenzaría la gira por todo el territorio español como parte de su proceso de escucha, pero esa caravana de actos la pospondría finalmente hasta el verano. “Soy una persona volcada en la gestión del ministerio”, dijo Díaz por aquel entonces, cuando el Gobierno trataba de buscar vías para contener los efectos económicos derivados del conflicto, que ya se empezaban a notar, como la subida de la luz y el combustible. 

Esos primeros días del año, en realidad, estuvo a punto de saltar todo por los aires. No solo su proceso de escucha sino toda la carrera política de Yolanda Díaz. La reforma laboral, aprobada por el Gobierno el diciembre anterior se negociaba entonces en el Congreso y los votos estaban ajustados por la negativa de Esquerra Republicana a aprobar un texto que no consideraban suficiente. La vicepresidenta segunda y el Partido Socialista encararon entonces una negociación con actores fuera del denominado bloque de la investidura, la “geometría variable” denostada por Podemos. La reforma laboral salió aprobada por un solo voto, el del exdiputado del PP Alberto Casero por un error, después de que dos diputados de Unión del Pueblo Navarro rompieran la disciplina de voto de su partido y pusieran en peligro la votación.

Yolanda Díaz, que había avisado en sucesivas ocasiones que dimitiría si ese texto no salía adelante, pudo respirar tranquila. El texto que reivindicó este domingo en Magariños: “La política útil es lo contrario a hacer descarrilar la única reforma laboral que ha recuperado derechos para las personas trabajadoras. Votar en contra de la reforma laboral junto al PP y VOX no es política útil. Es puro politiqueo”.

El proceso de escucha

La decisión de posponer el proceso de escucha y la puesta en marcha de su proyecto político tuvo consecuencias inmediatas. En abril, el presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno Bonilla, convocó elecciones anticipadas con la idea de imitar el movimiento que un año antes le había servido a Isabel Díaz Ayuso para desprenderse de Ciudadanos en el Gobierno y mantener el poder autonómico con el apoyo externo de Vox. El movimiento del líder andaluz dejaba a una izquierda en retroceso con poco margen de maniobra para recomponerse. Las fuerzas a la izquierda del PSOE tampoco tendrían el paraguas nacional de Yolanda Díaz para tratar de buscar una alianza electoral. 

Aún así, lo intentaron. Todas salvo Adelante Andalucía, el espacio de Teresa Rodríguez, que había salido de Podemos en febrero de 2020 por discrepancias estratégicas con la dirección política de Pablo Iglesias. Podemos, Izquierda Unida, Más País, Iniciativa del Pueblo Andaluz y Alianza Verde se reunieron durante días para negociar una coalición electoral, que acordaron presentar bajo la marca Por Andalucía. Las conversaciones encallaron en la distribución de los puestos de salida ante la dificultad de que todas esas fuerzas llegaran a un consenso sobre cuánto pesaba electoralmente cada partido. Izquierda Unida defendía su prevalencia por su implantación histórica en la región y tras la descapitalización de Podemos en Andalucía con la salida de Teresa Rodríguez.

Podemos se resistió hasta el último momento a renunciar a que su candidato a la presidencia de la Junta fuese el que encabezase la coalición, en favor de la de IU, Inma Nieto, que sí contaba con la anuencia de Más País, Equo e IPA. A última hora, con los minutos justos antes de que acabara el plazo para registrar la confluencia, Podemos difundió un acuerdo en el que accedía a que Nieto fuese la candidata para “favorecer una coalición entre los partidos y poder mejorar la vida de los andaluces y andaluzas”. La candidatura, sin embargo, no llegó a tiempo al registro y quedó validada únicamente la que englobaba a las fuerzas que se habían puesto de acuerdo originalmente en la marca y las listas. 

Aquello trajo consecuencias. La primera experiencia de reconciliación entre fuerzas como Podemos, IU y Más País –que obtuvo un puesto de salida por Sevilla a pesar de la escasa presencia de esa formación en Andalucía– nació con grandes problemas. La vicepresidenta segunda terminó interviniendo en las negociaciones y amadrinando una candidatura que nunca ha terminado de funcionar. En Podemos siempre ha levantado muchas suspicacias que la fórmula no se registrara a tiempo y algunas voces incluso sugieren que Izquierda Unida lo hizo a propósito. Tras el embrollo jurídico que supuso la conciliación de los intereses de la coalición en el Parlamento andaluz, el grupo nunca ha llegado a funcionar. El precedente andaluz vuelve a la memoria de muchos dirigentes de Podemos cuando se abordan las discusiones sobre una coalición electoral para las elecciones generales. 

Matadero: “No va de partidos, no va de siglas”

Julio de 2022. La vicepresidenta tiene todo listo para empezar su proyecto después de un curso accidentado. Una foto cuestionada por Podemos, un grupo parlamentario tensionado, las dificultades del Gobierno ante la guerra y el precedente andaluz (y, de paso, el cambio de liderazgo en el Partido Popular, con la llegada de Alberto Núñez Feijóo). El equipo de la vicepresidenta segunda ya tiene listo el nombre, el logo, una página web y hasta unos estatutos, todo registrado en el Ministerio del Interior en forma de asociación. El proyecto que dará forma al proceso de escucha se llamará Sumar y el primer acto será en Madrid, en el Matadero, el 8 de ese mes. 

La expectación generada ante los movimientos de la vicepresidenta segunda, ya entonces la líder con mejor valoración por la ciudadanía, según la mayoría de encuestas, facilitó que ese día en centro de Madrid se acercasen hasta 5.000 personas. “Impulsamos un movimiento ciudadano, desde la sociedad, en el que el protagonismo es vuestro, no nuestro. Vosotros vais a sumar. No va de partidos, no va de siglas; va de inteligencias colectivas, de pensar un país mejor”, dijo en el acto, en el que dio la palabra a representantes de organizaciones y proporcionó las primeras claves de su proyecto político. 

En ese acto no hubo a petición suya líderes de los principales partidos, aunque sí representación. “Tenemos más de un año para pensar en el país que queremos”, conminó a toda esa gente con una frase de doble lectura: el proyecto de país lo debe diseñar la ciudadanía y el plazo será de un año. 

Ese día, Sumar empezó a diseñar su hoja de ruta, con el despliegue de una treintena de grupos de trabajo por sectores, con expertos de cada ramo, que desde entonces han ido enriqueciendo un programa electoral “para la próxima década”, que servirá en los próximos días como base política del proyecto de la vicepresidenta. Lo que ha llamado en varias ocasiones “un nuevo contrato social”. 

Así, sin el peso de los partidos, Yolanda Díaz abrió el camino para un proyecto de escucha que ha ido recorriendo las diferentes comunidades de España y que empezó a viajar en septiembre, desde casa, en la localidad lucense de O Courel, azotada por los incendios de ese verano y castigada desde siempre por la despoblación. “No se suma desde arriba, se suma desde abajo. Y escucharnos es fundamental para cambiar las cosas”, dijo en un acto en el que habló de los temas en los que se siente más cómoda, la economía, la intervención del Estado, los modelos productivos. 

Pero antes de hablar, Díaz se había dedicado a escuchar, sobre el escenario, a las vecinas de O Courel, que comentaron los problemas de su tierra. Yolanda apuntaba en su primera libreta las palabras de sus vecinas. “Tenemos un sentimiento de abandono. Como somos mil, no tenemos mucha importancia”, decía un paisano. “Hay 18 profesores para 30 chavales de primaria, pero cuando llegan a la edad de ir al instituto muchas familias deciden irse porque aquí no hay para llevarlos”, explicaba otra. 

Yolanda Díaz arrancó así el curso político en el que tuvo que compaginar de forma definitiva su trabajo en el Ministerio, su liderazgo en la Vicepresidencia y también en el grupo parlamentario de Unidas Podemos con el lanzamiento de su plataforma política. La dirigente gallega ha aprovechado la mayoría de fines de semana desde entonces para ir visitando diferentes ciudades y territorios con el proceso de escucha, en un formato relativamente similar en todos ellos. Un escenario con sillas reservadas para referentes de organizaciones de todo tipo: feministas, ecologistas, LGTBI, migrantes, jóvenes. Y en paralelo, diferentes reuniones con los grupos de trabajo. 

En medio de su proceso de escucha, Yolanda Díaz ha tejido una estrategia doble. La puesta en el escenario de la sociedad civil ha alejado la idea de un proyecto únicamente formado por partidos, pero mientras tanto ha ido montando alianzas que son clave para lo que dentro de poco tendrá que conformarse como un partido, una federación de partidos o una coalición electoral, las tres únicas formas jurídicas de concurrir a unas elecciones. Su cercanía con Colau ha apuntalado un entendimiento con los comuns en Catalunya, mientras que los gestos a Mónica García, a Íñigo Errejón o a Joan Baldoví le han servido para acercarse a las fuerzas progresistas de mayor presencia en la Comunitat Valenciana y Madrid.

Para la organización de los actos de escucha, el equipo de la vicepresidenta segunda se ha apoyado sobre todo en la estructura de Izquierda Unida, que le ha aportado el músculo necesario para un gira que se ha extendido por 17 comunidades autónomas y 20 ciudades en unos 25 actos desde que comenzara en Madrid hasta el último acto hace dos semanas en las islas Canarias. A muchos de estos actos, además, Sumar ha ido invitando a dirigentes de las direcciones territoriales de Podemos, así como a las de otros partidos, con diferentes fotos de unidad que han servido para vender a la vicepresidenta segunda que el talante hacia la unidad era compartido también por la formación más allá de la dirección nacional, recelosa desde el verano de 2021 con los movimientos de Díaz. 

Tensión entre Podemos y Díaz

El arranque de los actos de escucha coincidió con la máxima tensión entre la dirigente gallega y Podemos. El detonante fueron las infructuosas negociaciones para la renovación del Consejo General del Poder Judicial con el PP. Podemos quería proponer como candidata a la jueza Victoria Rosell, pero la negativa de los populares hizo que tanto el PSOE como el sector de Yolanda Díaz quisiesen ceder en ese nombre en pos de un acuerdo que veían posible. En el último segundo, Feijóo se retiró de la negociación por las presiones de sectores de su partido y evitó en consecuencia la primera foto de ruptura del grupo parlamentario en una votación en el Congreso.

Pocos días después, Podemos celebró su tradicional Uni de Otoño, en la que participaron además de Irene Montero (Ione Belarra, de baja por maternidad, asistió pero no intervino), Iglesias y Juan Carlos Monedero. La ministra de Igualdad reivindicó el valor de su partido y aventuró que el ciclo electoral de 2023 iría otra vez “de destruir a Podemos” por ser la única fuerza que “hace imposible al régimen del 78 recomponer los consensos sociales que recomponen sus privilegios”.

El papel protagonista fue para Iglesias, que repasó de forma velada y sin nombrar a Díaz, sus desencuentros con la formación en los últimos meses: “Podemos es una fuerza política que está en el Gobierno pero no está en el consenso [en referencia a la postura sobre Ucrania y el rechazo a la OTAN]. Eso es lo que pretenden destruir con la ingenuidad estúpida de muchos sectores de la izquierda que tuvieron miedo a decir que no había que mandar armas a Ucrania, que era una hipocresía comparar Ucrania con Gernika, o que había que decir no a la OTAN”. 

El ex secretario general de Podemos llegó a decir que no hay discurso “más reaccionario” que el que dice que los problemas son los partidos. Y luego añadió: “Hay que apostar por confluir con Sumar en las elecciones generales, pero Podemos debe ser respetada”. Y cerró: “¡Ay de aquel o de aquella que se atreva a faltarle el respeto a la militancia de Podemos!”.

¿A qué se refería Iglesias? Lo explicó un día después, en esa misma declaración en Hora 25 rescatada unas líneas más arriba de esta crónica. El fundador de Podemos ponía en boca de los dirigentes y militantes de su formación el malestar por todos los desprecios que a su juicio había ido haciendo Yolanda Díaz a Podemos en los últimos meses. “Respétanos, lo que hiciste en Trabajo es extraordinario y lo hiciste gracias a un partido que te defendió y no es el tuyo”, dijo entonces. 

En este momento de la historia, merece la pena un inciso: Yolanda Díaz abandonó Izquierda Unida en 2019 tras discrepar con la posición que había mantenido la dirección de la federación en las fallidas negociaciones de Gobierno con el PSOE. Alberto Garzón entonces prefirió apoyar un Ejecutivo en solitario desde el PSOE mientras que Díaz, en línea con el pensamiento de la dirección de Podemos, era partidaria de la coalición que finalmente se dio. Desde entonces, la dirigente mantiene como único carnet político el del Partido Comunista de España. 

Aquellos días, los de la Uni de Otoño y las posteriores declaraciones en la SER se convirtieron de alguna forma en la ruptura pública entre Iglesias y Díaz, dos viejos amigos que se conocieron en uno de los primeros éxitos electorales de la ministra, Alternativa Galega de Esquerda, la coalición entre la Anova de Xosé Manuel Beiras y Esquerda Unida. Iglesias recaló allí, en 2012, como asesor enviado por Izquierda Unida desde Madrid y juntos recorrieron todos los rincones de Galicia en el Golf de la entonces candidata. AGE consiguió ser tercera fuerza y aunque el experimento a la postre saldría mal, sirvió para establecer un lazo fundamental en los dos políticos que permitiría a Yolanda Díaz dar el salto a la política nacional años más tardes de la mano de su antiguo asesor. Fin del inciso.

Hacia finales de 2022, las cosas no habían mejorado en el espacio y los periodistas políticos y los analistas comenzaban a especular con un escenario de ruptura total entre el proyecto de Yolanda Díaz y Podemos. En una intervención en el Consejo Ciudadano Estatal de diciembre, la secretaria general, la ministra de Derechos Sociales, Ione Belarra, abrió la puerta a una lista alternativa: “La unidad es aún más importante que el nombre de la candidata o candidato”. 

En ese discurso puso además las bases de la hoja de ruta que a su juicio debería seguir la izquierda, con la elección democrática de las candidaturas a las generales. “Puede que con Podemos no alcance, pero lo que es seguro es que sin Podemos, sin su militancia, sin su apoyo social y sin nuestra historia, no se puede”, dijo, en una frase que rememoraba la del presidente argentino, Alberto Fernández, cuando encabezó una candidatura de unidad que dio la victoria al peronismo en 2019: “Con Cristina [Fernández de Kirchner] no alcanza, pero sin ella no se puede”.

Yolanda Díaz viajó a finales de diciembre a Brasil para asistir a la toma de posesión del presidente Lula da Silva. Quizás inspirada por el sindicalista saludando desde Planalto entendió que había llegado el momento de sentarse a hablar con Podemos, y también con el resto de formaciones, para tratar de apaciguar las tensiones y allanar el camino para el lanzamiento de su candidatura, que había previsto inicialmente para las primeras semanas de enero pero que fue retrasando por diferentes razones. A la vuelta de Brasilia, convocó a los equipos negociadores para unas conversaciones incipientes que empezasen a poner las primeras líneas de un futuro acuerdo. 

En paralelo, Díaz volvió a impulsar su proceso de escucha, con un acto multitudinario en Barcelona, que desbordó los aforos, donde habló la alcaldesa Ada Colau. Presentó en Madrid las primeras conclusiones de los grupos de trabajo y viajó también a Baleares, Murcia o Santander. 

Conversaciones para un acuerdo

Las conversaciones entre Sumar y Podemos sirvieron además para apagar el ruido interno dentro del grupo parlamentario y para mantener una posición prácticamente unitaria durante una de las peores crisis para el Gobierno en general y para el Ministerio de Igualdad de Montero en particular: las presiones del PSOE para reformar la ley del ‘solo sí en sí’ ante las rebajas de condenas que algunos jueces empezaron a aplicar a finales del año pasado en aplicación de la nueva norma. La división sí asomó con el fracaso de la reforma de la ley mordaza, con Enrique Santiago alineado con los socialistas en la defensa del texto ya pactado y Podemos, con las tesis de ERC y EH Bildu. 

Esa tensión se vivió ya en la última fase de lanzamiento de Sumar, con los primeros mensajes de la vicepresidenta segunda que anticipaban el esperado acto para el anuncio que había demorado dos años. Ante los primeros amagos, Podemos dio el primer paso y pidió en público un acuerdo de coalición con Sumar que contemplase por escrito el compromiso para celebrar unas primarias abiertas con todas las organizaciones del espacio. El equipo negociador de la vicepresidenta segunda, encabezado por Vendrell, y el de Podemos, por la secretaria de Organización, Lilith Verstrynge, han tratado en las últimas semanas de alcanzar un pacto de mínimos que les diese garantías suficientes a los de Belarra para poder asistir al acto del domingo.

Ante la marcha irregular de las conversaciones, Yolanda Díaz lanzó un mensaje más que velado a su antiguo amigo y compañero político. Desde un acto de escucha, uno de los últimos, en Andalucía, repitió casi palabra por palabra, un extracto del discurso que Iglesias había dado cuatro años antes en un acto en el Reina Sofía, tras la vuelta de su baja por paternidad, apenas unos meses después de la ruptura con Íñigo Errejón: “Sé bien que es difícil sumar tradiciones diferentes, que es difícil sumar lo distinto, lo diferente, a las personas que vienen de tradiciones políticas diferentes. Pero tengo claro que cuando aspiramos a cambiar nuestro país, cuando coincidimos en el 90% del programa político, tenemos que estar a la altura del reto que nos ocupa”.

Las conversaciones siguieron, pero sin éxito final. La negativa final de Podemos ha difuminado la imagen de unidad que Díaz buscó proyectar desde el primer minuto con Sumar. Si alguna vez pasó por su cabeza prescindir del partido que fundó Iglesias esa idea se desvaneció pronto y en los últimos meses los movimientos han ido encaminados a un acuerdo para reunir a todas las fuerzas de la izquierda en una misma plataforma electoral. En ese espacio ya están, o quieren estar, otros 15 partidos como Izquierda Unida, Más País, los comuns o Compromís, que no aceptan negociar antes de las municipales y autonómicas. 

Este domingo, 2 de abril, Yolanda Díaz no solo puso en escena su candidatura, también la de la unidad con todos esos actores políticos. “Gracias a Alberto Garzón por estar donde hay que estar”, le ha dicho Yolanda Díaz desde el escenario del polideportivo Magariños de Madrid. La vicepresidenta ha ido nombrando a todos los líderes uno por uno. A Colau, por convertir a Barcelona “en referente internacional”; a Mónica García, por la “dignidad de la sanidad pública”; a Rita Maestre, por “saber sumar”; a Íñigo Errejón, por la “inteligencia” para aportar a un nuevo proyecto de país.

“Esta es la política con mayúsculas es dialogar con el que no piensa como nosotras para llegar a acuerdos, acordar, unir voluntades esperanzas y sueños”, ha dicho Yolanda Díaz, que ha buscado un espacio en su discurso para reivindicar su independencia, como mujer y como líder de un espacio político que no admite “tutelas”. “Estamos cansadas de tutelas, de ser ninguneadas. Estamos muy cansadas. No pertenecemos a nadie más que a nosotras mismas”, ha dicho. 

Será a partir del 28M cuando llegue el test final para Yolanda Díaz y su ensayo de unidad. Cuando todas las fuerzas pongan sus requisitos y muestren si tienen o no voluntad de concurrir juntos en una misma lista que pueda garantizar una movilización de la izquierda en las generales y la posibilidad de reeditar el Gobierno de coalición. “A Sumar le toca ensanchar la democracia. Está en riesgo por el partido del odio, que tiene muchos nombres en Italia, Brasil, Chile, Estados Unidos. Uno de los grandes retos de Sumar es ensanchar la democracia. Hemos venido a algo muy grande. A ganar un país”, ha dicho Díaz este domingo. Un país que será muy difícil de ganar sin la fuerza de todos los espacios políticos de la izquierda y sobre todo sin la fuerza de Podemos. 

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