Pedro Sánchez quiso ser más Perro Sanxe que nunca y se quedó en Sánchez, el presidente que tiene que improvisar lanzando las piezas del rompecabezas al aire a ver si caen perfectamente encajadas. En un momento en que su partido está temblando en varias regiones por las repercusiones del acuerdo con ERC, Sánchez eligió en la última rueda de prensa antes de las vacaciones mostrar el aspecto del héroe de película de acción que sabe que todo acabará bien a pesar de que le estén disparando desde todos los lados. Lástima que ningún líder político pueda aparentar ser como Arnold Schwarzenegger en mitad de un tiroteo. No le vale solucionarlo todo con un disparo certero y decir 'hasta la vista, baby'.
“En estos ocho meses, no hemos parado”, dijo en su intervención inicial para intentar demostrar que su Gobierno no está funcionando con el piloto automático al no haber aprobado unos presupuestos. Todo va de cine, aunque es cierto que la situación económica no puede ser mejor en términos generales. “Me han escuchado decir que la economía va como un tiro”, dijo. Seguro que le han oído decirlo, porque lo repite con frecuencia. La política es algo más que la suma de empleo, inflación y PIB. Hay otros campos de batalla en los que un Gobierno puede descarrilar.
Las vías de la financiación autonómica no tienen pinta ahora de aguantar muy bien. No es sólo García Page el que tiene la tensión por las nubes. Otros dirigentes socialistas no ocultan su malestar, o directamente su miedo, por la noticia de que el acuerdo de investidura de Salvador Illa en Catalunya obligará a ceder a la Generalitat la recaudación futura de todos los impuestos y un cálculo posterior para que esa comunidad aporte recursos a la solidaridad entre regiones.
Para conseguir que las bases de ERC apoyen el acuerdo, el Gobierno ha dejado que sea ese partido el que defina el pacto y utilice las palabras “concierto económico”, un concepto que la ministra de Hacienda negaba que se pudiera aplicar. Las demás comunidades se han quedado pensando: ¿y qué hay de lo mío? No hay respuestas claras desde Moncloa.
“Estamos dando un paso en la federalización de nuestro Estado autonómico. Eso es incuestionable y una muy buena noticia para el sistema político español”, dijo. ¿Cómo afectará ese paso tan trascendental a las otras comunidades? No se sabe. Tendrán que seguir aguantando la respiración hasta la consulta entre los militantes de ERC que se celebra el viernes.
Quien ya no está dispuesto a hacerlo es Emiliano García Page. El presidente de Castilla-La Mancha contraprogramó la rueda de prensa de Sánchez con un discurso anterior sin preguntas de periodistas. Se presentó con una rosa roja en la mano, símbolo del PSOE. Pretendía destacar que es él, y no el inquilino de Moncloa, el que representa las esencias del partido. Confundió los conceptos de contribuyente y territorio, un truco muy habitual entre los independentistas catalanes, para afirmar que no aceptará la “obscena” soberanía fiscal que reclama ERC.
“Como presidente, no me representa ese documento y no me vincula. No podemos ser los que paguemos otra investidura”, dijo Page antes de disparar directamente contra Sánchez. “El problema no está en Esquerra. El problema está en quien abandona su programa político”. Ahí se refería al líder del PSOE. Esta vez, no había cautela en sus palabras.
Los periodistas preguntaron a Sánchez por la furibunda reacción de Page. Se la tomó a broma: “La noticia sería que hiciera una rueda de prensa apoyando al Gobierno de España”. Y se reía. Las cosas de Emiliano. Pero otros dirigentes regionales del partido están igualmente alarmados. La única diferencia es que han hablado en términos genéricos, pero bastante claros, a la espera de conocer cómo se concretará el acuerdo con Catalunya.
Se desconoce qué tiene que responder Sánchez por ejemplo a las palabras del líder del PSOE andaluz, Juan Espadas, y por extensión a sus votantes en Andalucía. “No voy a permitir ni agravios ni privilegios que perjudiquen a Andalucía”. Lo de la federalización que mencionó el presidente quizá tenga que ver con que otras regiones tendrán acceso a los mismos derechos que se concederán a Catalunya. Pero esas comunidades no parten de una situación económica similar. A la espera de más información, tienen razones para creer que saldrán perjudicados.
Hasta ahora, todas las acusaciones desde la derecha no han hecho mucha mella en el electorado socialista. Siempre están los que, como un columnista de El Mundo, han vuelto a decir que el PSOE está muerto o a punto de vestir la mortaja. Lo dijo antes de las elecciones de julio y pudo comprobar cómo el muerto empezaba a pegar saltos de alegría al poder mantenerse en el poder.
En esta ocasión, los avisos son más preocupantes. Esos dirigentes autonómicos socialistas empiezan a pensar cómo explicarán a sus bases los términos del acuerdo de la investidura de Illa. A día de hoy, no lo tienen claro y los que lo tienen claro están contando hasta cien para no explotar.
Cuando les pregunten qué es eso de que los catalanes saldrán ganando –porque no nos engañemos, no hablarán de Esquerra o de Illa, sino de los catalanes–, no van a poder contraatacar con eso de la “federalización”. No ganas una discusión en un bar de Toledo, Sevilla o Zaragoza con esos conceptos.