La primera sacudida tuvo lugar en Murcia, el terremoto político alcanzó a Madrid y las réplicas se multiplican. La siguiente parada de la onda expansiva es Andalucía. El presidente del Gobierno y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, ha encajado el mazazo electoral del 4M haciendo un llamamiento colectivo a una reflexión sobre la estrepitosa derrota frente a Isabel Díaz Ayuso. De momento, la Federación Socialista Madrileña vuelve a estar descabezada. Tardaron 48 horas, pero hubo responsabilidades por la hecatombe de las elecciones que hicieron caer al partido de primera a tercera fuerza con el peor resultado histórico. El secretario general de los socialistas madrileños, José Manuel Franco, comunicó a Sánchez su dimisión “por dignidad” este martes, Franco dejó claro que no se sentía el único responsable. Después cayó la renuncia al escaño del candidato, Ángel Gabilondo, quien 24 horas antes había asegurado que mantendría el acta en la Asamblea para hacer oposición a Ayuso. Con el PSOE de Madrid sin dirección, aunque con el camino expedito para articular al equipo que empiece a trabajar de cara a 2023, Sánchez ha puesto fecha a la batalla final contra Susana Díaz, a la que ya venció en las primarias que le devolvieron a la secretaría general tras aquel 1-O de 2016 en que fue descabalgado como líder del PSOE por llevar hasta el final su negativa a abstenerse frente a Mariano Rajoy.
El 13 de junio la expresidenta andaluza se medirá con el alcalde de Sevilla, Juan Espadas, y ese resultado, esperan en Ferraz, pondrá fin a una guerra que se prolonga ya desde hace más de cinco años. El plan es que el PSOE andaluz abra un nuevo capítulo en un feudo histórico, donde gobiernan PP y Ciudadanos desde hace dos años y medio y ahora el socialismo no tiene las mejores expectativas de voto.
En la trepidante carrera que es estos años la política española, Sánchez ha decidido abrir dos frentes al mismo tiempo.
En Madrid, el PSOE se ha comprometido a hacer una lectura pausada de los resultados del 4M porque reconoce que hay distintas causas que explican la debacle socialista y el imponente triunfo de Ayuso. Sánchez admitió este jueves ante la Ejecutiva del partido errores de la propia estrategia de campaña, pero también lo atribuyó a la idiosincrasia de Madrid y al planteamiento de la contienda. Los socialistas admiten que el PP ha sabido leer y sacar rédito al cansancio de la pandemia. “No hemos sabido conectar, comunicar, con un estado de ánimo que la ciudadanía también expresa en las elecciones”, afirmó en la rueda de prensa posterior a la reunión interna el secretario de Organización, José Luis Ábalos.
A pesar del reconocimiento de errores de comunicación y de estrategia, Ábalos aseguró que no se puede esperar de Ferraz un “ajuste de cuentas” con Moncloa, es decir, con el equipo del presidente que ha diseñado la campaña –el jefe de gabinete, Iván Redondo, y su mano derecha, Paco Salazar–. “No somos de la política del desprecio a quienes han tratado de aportar lo mejor con éxito o sin éxito. Queremos tratar bien a nuestra gente que ha aportado, que lo ha intentado con el mejor de los propósitos”, respondió Ábalos. En las filas del PSOE madrileño sí apuntan directamente a Moncloa por los “bandazos” de la campaña de Gabilondo. Pero Ábalos defendió a todo el conjunto y, en el caso de la comunicación, admitió que la propia “dinámica” de la campaña pudo provocar esa deriva.
No obstante, los asistentes a la Ejecutiva captaron el mensaje de Sánchez de reivindicación tanto de la labor del candidato como de la federación madrileña, aunque admitió que esta tiene problemas estructurales desde hace tiempo. La dimisión de Franco y la renuncia de Gabilondo abren un espacio ahora para que una gestora, la enésima en Madrid, pilote la federación hasta el congreso en el que los socialistas elegirán un nuevo líder, en cuya designación nadie duda que Sánchez tendrá la última palabra antes de la ratificación por parte de la militancia. En las próximas semanas se irá deshojando la margarita de quiénes componen el nuevo núcleo de poder en el PSOE de Madrid con la designación del portavoz y la dirección de grupo en la Asamblea. La número dos de la candidatura, Hana Jalloul, era la favorita para suceder a Gabilondo, pero en las filas socialistas creen que ha pinchado en la campaña. Quien ya se está moviendo para optar al puesto es el técnico de Hacienda y exalcalde de Soto del Real Juan Lobato aunque hay otros nombres de las personas que impulsó Moncloa en la elaboración de la lista, como el de la arquitecta y diputada regional Mónica Carazo. Por ahora Ferraz tiene que designar la comisión gestora que se hará cargo de todo ese proceso.
Andalucía, un escenario envenenado
Y el esfuerzo principal del partido se centra en alejar lo máximo posible del presidente el revés electoral. “Las elecciones fueron en Madrid, circunscritas a este territorio y responden a la realidad de este territorio”, reiteró Ábalos.
El adelanto electoral en la Comunidad de Madrid ha sido la excusa perfecta de Ferraz para adelantar las primarias en el PSOE de Andalucía ante el temor de que Juan Manuel Moreno Bonilla decida convocar los comicios aprovechando la ola de Ayuso. Se trata de la batalla final entre Sánchez y Díaz, pero puede acabar siendo un nuevo escenario envenenado para el líder socialista: una victoria de Díaz sería un revés para el presidente y, además, en Ferraz dan por hecho que una derrota asegurada en las urnas; pero la apuesta por Juan Espadas tampoco garantiza la recuperación de la Junta para los socialistas, a tenor de las encuestas. El PSOE ve con preocupación cómo el PP se hace fuerte en el que ha sido tradicionalmente su bastión.
El día después de las primarias para elegir al candidato socialista a la presidencia regional los socialistas tendrán que gestionar dos escenarios igualmente complejos: una victoria de Susana Díaz al sanchismo fortalecerá a la eterna rival de Sánchez, que encajaría un segundo revés en apenas mes y medio; además, su candidato alternativo, el alcalde de Sevilla, Juan Espadas, volvería con estigma de derrotado por los suyos al Ayuntamiento más importante que ostentan los socialistas en España. La oposición en el consistorio tardó diez minutos en pedirle que dejase su puesto tras deslizar su candidatura.
Por contra, una victoria de Espadas abrirá un proceso de renovación en el PSOE andaluz, la federación más potente del partido, con el objetivo de vigorizar la marca antes de las andaluzas. Pero al día siguiente Espadas será un candidato extraparlamentario y Susana Díaz seguirá siendo secretaria general, presidenta del grupo parlamentario y líder de la oposición a Moreno Bonilla. Una bicefalia anómala, temporal –previsiblemente hasta el congreso regional de diciembre– y de difícil gestión, habida cuenta que el grupo parlamentario socialista está dividido entre afines y críticos a la sevillana. La ambiciosa idea de renovar caras, proyecto y estrategia de oposición pasa primero por arrinconar a Susana Díaz en el último escaño de su bancada –o que ella misma dé un paso atrás y entregue todo el poder orgánico–, un escenario que hoy por hoy no contempla.
Más bien al contrario. Susana Díaz sufrió una abrupta metamorfosis este jueves, tras anunciar con el rostro serio que acata la imposición de Ferraz de adelantar las primarias a la Junta, “sin que haya siquiera elecciones convocadas y en medio de una pandemia mundial”. Desde que perdiera ostensiblemente las primarias contra Pedro Sánchez, en 2017, ha mantenido un perfil bajo, conciliador, entregado, casi más sanchista que el propio Sánchez. Todos los lances que han tenido en este tiempo –la última, el cese de la delegada del Gobierno en Andalucía, afín a Díaz–, la sevillana los ha capeado sin entrar en el cuerpo a cuerpo. Por lo visto este jueves, eso se acabó. Díaz ha respondido a la declaración de guerra que Ferraz hizo en 2018, cuando perdió la Junta de Andalucía por primera vez tras décadas de poder ininterrumpido lanzando el primer cañonazo a Ferraz el primer día de su precampaña de primarias: ha acusado a la dirección federal de “erosionar la imagen del PSOE andaluz” y torpedear su labor de oposición.
Positive Energie, se leía en su camiseta. La dirección federal asegura que comunicó a Díaz su intención de anunciar el adelanto de primarias en la ejecutiva de este jueves por la tarde. La dirección andaluza replica que intentó negociar con ellos el día antes una “salida pactada” al conflicto para evitar dañar más al partido: “No podemos seguir matándonos”. Díaz comunicó el martes –día de elecciones en Madrid– una reunión con su ejecutiva para debatir el tema de las primarias y al día siguiente, dice, se enteró por la Cadena SER del adelanto. Las versiones difieren notablemente y señalan a uno de los dos como el “traidor” a la lealtad al partido. De nuevo, el PSOE pasa de la guerra fría a la guerra abierta entre sanchistas y susanistas, y lo hace menos de 24 horas después de haber sufrido la mayor derrota en las urnas en Madrid frente a un renacido PP.
“Algo no estamos haciendo bien cuando miles de ciudadanos nos han vuelto la espalda, como hemos visto estos días”, fue el segundo cañonazo de Díaz, que sacó de la ecuación a Gabilondo –“Ha hecho un gran trabajo”, defendió–, y apuntó directamente a Sánchez, como sucedió en 2015 y 2016. La expresidenta andaluza irrumpe en campaña con el aval de haber ganado las dos últimas elecciones andaluzas, incluso las últimas generales en Andalucía –500.000 votos socialistas más que en las autonómicas– se las apunta en su haber. Sus críticos, entre quienes están cuatro de los ocho secretarios provinciales, la dan por amortizada, le recuerdan que perdió el Gobierno andaluz tras 37 años del PSOE en el poder, y la acusan de haber hecho una oposición errática estos dos años de legislatura a Moreno Bonilla, que aparece en las encuestas como un líder moderado consolidado, sin acusar el estigma de estar gobernando con el apoyo de la extrema derecha.
Hay más de 44.000 militantes del PSOE de Andalucía que van a decidir el futuro del partido, pero estas primarias miden mucho más que el destino de la federación más numerosa y antaño la más musculada. La última batalla entre Sánchez y Díaz amenaza con abrir en canal al partido, debilitado tras las madrileñas, y reabrirá heridas del pasado sin cicatrizar. “No hay más salida que la unión”, dijo ayer la dirigente andaluza, pero la ex presidenta ya no disimula su beligerancia. Díaz cree que Ferraz quiere convertir el PSOE andaluz en “una sucursal”, “una delegación territorial”, “privarle de su autonomía política”, del peso específico y la influencia que ha tenido siempre en los asuntos orgánicos y de España, a costa de hacer un partido más centralista, vertical, presidencialista. “No me interesa el poder por el poder, tampoco ascender en mi trayectoria política, mi compromiso es con los andaluces”, dice Díaz, dejando muy atrás que lo sacrificó todo por marcharse a Madrid para arrancarle a Sánchez la secretaría general del partido que ella misma le había brindado un año antes.
Es un discurso que se le ha oído mil veces a Teresa Rodríguez, ex líder de Podemos expulsada de su grupo, que abandera ahora una firme posición andalucista y se presenta como la única fuerza política con el epicentro en esta tierra, sin órdenes ni mandos a distancias de Madrid. Esa identidad que emana del 28F y que el PSOE de Manuel Chaves y José Antonio Griñán supieron convertir en seña de identidad para su federación y, desde aquí, tutelar el equilibrio territorial para el resto de España: café para todos. Habrá que ver si Díaz juega esa peligrosa carta en las primarias, contra los suyos, dibujando un relato del sanchismo contra el susanismo en el que los primeros son Madrid y los segundos, Andalucía.
Es el riesgo que asume Ferraz, que tiene en su mejor baza delegar la última cabalgada contra Díaz en el socialismo crítico andaluz, que está organizándose y coordinándose en torno a Espadas, pero que aún tiene que pulir un proyecto y un equipo de consenso.