En un momento en el que el discurso antipolítico se ha radicalizado (recientemente PP, PSOE y UPyD han sufrido ataques en Baleares, Cataluña, Andalucía, Comunidad Valenciana y Euskadi), las alternativas emergen con fuerza. Los sondeos electorales, sea cual sea su efectividad final, llevan meses lanzando la idea de que no sólo el PP perdería su mayoría absoluta y el PSOE conocería nuevos suelos a los que seguir cayendo si se celebraran elecciones ahora, sino que también formaciones como IU y UPyD duplicarían sus escaños. Buena muestra es el que este domingo publicó El País.
Parece lógico pensar que cuando las alternativas tradicionales se agotan, muchos prefieren mirar nuevos horizontes. Por ejemplo, hay votantes descontentos con el PSOE que buscan “una izquierda de verdad” como podría encarnar IU. O simpatizantes socialistas que prefieren buscar otras alternativas de voto más moderadas sin alimentar al eterno enemigo popular. O, cambiando de bando, votantes descontentos del PP buscan partidos menos manchados por la corrupción, más abiertos en algunas políticas o más firmes en frentes hace tiempo abandonados. Y, salvo en el caso de los que eligen IU, en todos los demás supuestos descritos UPyD parece la opción ganadora.
Laicos como el PSOE, pero alineados con las víctimas del terrorismo de una forma que ni siquiera el PP hace hoy en día. Federalistas, pero antinacionalistas. Los críticos con UPyD les acusan desde la izquierda de ser una “marca blanca” del PP, y los que les miran con desdén desde el PP hablan de que son una formación “populista e inconcreta” que crece por el descontento con la crisis.
Y esa enrevesada lectura parece la clave de su éxito: da igual si huyes del PSOE o del PP, si buscas un partido laico, si quieres federalismo, si repudias el nacionalismo o si te niegas a gesto alguno en el conflicto vasco: con todo eso encaja UPyD… Y por eso es difícil definirlo. Sin embargo, visto su vertiginoso crecimiento en sus pocos años de vida, salta a la vista que su eclecticismo triunfa.
Imán para los descontentos
¿Por qué suma UPyD? Marta Romero analizó su tendencia de votos y los sondeos de opinión, y adelantó varias conclusiones: tiene una líder valorada por los suyos, a diferencia de en otras formaciones, aglutina el voto de los descontentos de cualquier formación, es ágil moldeando su oferta política y es ecléctico ideológicamente a la vez que planta cara a asuntos muy criticados del establishment político. Su negativa a usar coches oficiales, entre otras medidas similares, agrada incluso a quienes se han manifestado junto a plataformas herederas del 15M.
Pero esa heterodoxia ideológica no es una idea peregrina, sino una constante comprobable. El propio partido, en su página web, concentra las propuestas de la formación en 12 grandes pilares que aglutinan unas 40 medidas de diversa índole. No conforman una ideología propia –como pueda ser una socialdemocracia, un liberalismo o un sentimiento democristiano–, sino determinadas respuestas a problemas concretos. Y en su gran mayoría, esas ideas coinciden con ideas de sus grandes rivales.
El efecto que provoca esa transversalidad de la que hacen gala es, precisamente, la base de su éxito: cualquier descontento con otro partido puede encontrar medidas que le sean gratas entre las propuestas de UPyD, aunque ideológicamente haya un abismo. Hay algunas propuestas que no tienen réplica en los programas de los demás, como aumentar el número de diputados a 400, fusionar universidades, devolver al Estado las competencias de gestión de recursos medioambientales, reducir y simplificar las leyes, instaurar el contrato único indefinido o reducir el contrato temporal a excepcionalidades como la cobertura de bajas. Pero el resto de propuestas, sin embargo, recuerdan a otras formaciones.
Por ejemplo, pide una amplia reforma electoral, reivindicación que comparte con IU y con Equo, los otros grandes partidos también perjudicados por el sistema D'Hont. En el caso de UPyD, piden la ya citada ampliación de diputados y la combinación de la representatividad geográfica con una circunscripción única, algo en lo que nadie coincide tal cual, pero que en otras formaciones se concreta con ideas no muy lejanas: Equo pedía en su último programa electoral un diputado por provincia como mínimo y la elección del resto bajo una circunscripción estatal, con listas desbloqueadas y la adopción de la ley de Hare como sistema. De hecho, en ese punto de las listas desbloqueadas como paso previo a las listas abiertas también coincide con Equo.
Federal y a la vez antinacionalista
En las propuestas de UPyD acerca del modelo de Estado se aprecian grandes coincidencias con otras formaciones. Por ejemplo, proponen que España sea federal dentro de una Europa también federal, muy en la línea con lo que dice el PSOE, y antes también IU y Equo. Proponen también la eliminación de las diputaciones, como también propuso el PSOE desde las últimas elecciones generales e IU lleva más tiempo pidiendo, y la unión de Ayuntamientos, algo que el PP en su programa electoral lo dejaba en abrir la puerta a la “agrupación voluntaria de municipios”.
Sin embargo, a la vez que se produce esto, la posición de UPyD frente al nacionalismo recuerda a aquel PP de José María Aznar, cuando con mayoría absoluta no necesitaba pactar con CiU o PNV y se dedicó a demonizar a los jetzales, de la misma forma que las propuestas de devolver las competencias de Sanidad, Educación, Justicia o Medio Ambiente al Estado enraízan con lo que el expresidente del Gobierno sugirió meses atrás, y que, de hecho, llegó a estudiarse en el Congreso Nacional del PP en Sevilla sin llegar a anunciarse una postura concreta. Rajoy, poco amigo de soliviantar a nadie, da alas a no pocos militantes del PP, nostálgicos del aznarismo, que exigen a su formación una firmeza que a UPyD no le falta. Hay otras propuestas de UPyD en esa línea que seducen a muchos duros dentro del PP, como que existan competencias y financiación única para todas las autonomías.
Pero UPyD no sólo coincide con PSOE, IU y Equo en unas materias y con el PP más duro en otras: también hay hueco para las coincidencias con el actual partido de Gobierno; por ejemplo, en la supresión de entes públicos innecesarios, o la limitación por ley del techo de gasto en autonomías y autoridades locales. Lo primero, de hecho, se puso en marcha medio año atrás con un paquete de medidas para reformar la administración, y otras ideas, como la instauración de una tarjeta sanitaria única y válida en todo el país, ya la proponía también el PP en su último programa electoral.
Hay más propuestas planteadas por el partido de Rosa Díez que ya han sido lanzadas a lo largo de esta legislatura, al menos en parte, como la eliminación del pluriempleo de los diputados, algo recientemente puesto en marcha por el PSOE, o la eliminación de pensiones suplementarias –IU ya hablaba en su programa electoral de la cancelación de las ventajas fiscales de los diputados, aunque no de las pensiones suplementarias–. Con otras ideas, como que los presupuestos, concesiones, concursos y adjudicaciones sean transparentes y accesibles en principio y según la ley, ya es así, porque todo debe ser públicamente propuesto y anunciado una vez concedido, otra cosa es que sean todo lo accesibles y transparentes que el ciudadano pudiera exigir.
Sobre la Justicia, cerca de IU
En otros campos, las propuestas de UPyD se vuelven sorprendentemente similares a las de IU, no sólo en el terreno de la demanda de un cambio de legislación electoral, donde es comprensible que coincidan, sino también en medidas que atañen al funcionamiento del sistema. Así, por ejemplo, coinciden en la petición de que los jueces elijan a sus órganos de Gobierno y en el Constitucional para evitar el uso partidista de la Justicia, o el hecho de que sea el Congreso, y no el Gobierno, el que nombre al fiscal general del Estado.
Sucede lo mismo a la hora de pedir cuentas públicas transparentes o en la eliminación y devolución de las ayudas públicas del sector financiero, materia en la que IU pide directamente la entrada del Estado como accionista por el valor concedido a las entidades. Con el PSOE también coinciden en la petición de despolitizar las cajas, algo que los socialistas definían en su programa como “avanzar en la profesionalización de sus gestores”.
Para el ámbito económico, las propuestas del partido de Rosa Díez son tan variadas que se asemejan a ideas de los otros tres grandes partidos: desde la jubilación flexible y voluntaria, que también propone IU, a la promoción del trabajo a tiempo parcial como el PSOE, o al desarrollo del mercado único nacional y la simplicación de la creación de empresas, como propuso el PP.
En cuestiones administrativas, coinciden con todos los partidos, ya sea pidiendo una simplificación de los trámites administrativos o el fin de la morosidad pública, como solicitó el PSOE en su programa electoral o puso en marcha el PP de forma temporal hace algunos meses. También hay espacio en el ideario de UPyD para pedir el desarrollo de la administración electrónica hasta llegar al voto electrónico, algo que IU llevaba en su programa, o la absoluta transparencia de toda la información pública, salvo casos excepcionales como la seguridad o la intimidad, como también proponía Equo.
Más vagas se vuelven las propuestas en lo que respecta a la eliminación de la limitación de firmas para tramitar una Iniciativa Legislativa Popular, algo que IU propone sin concretar cifras y Equo refleja hablando de “mejora”, sin más detalles. Lo mismo sucede con la propuesta de transformar la figura del referéndum ciudadano para decisiones importantes, medida que según la Constitución existe, aunque el problema viene en determinar cuáles son esas decisiones importantes (la Carta Magna limita la obligatoriedad del referéndum a transformaciones en el sistema político o el modelo de Estado). Equo, nuevamente, habla de “mejora” sin dar tampoco más detalles.
Hay, por tanto, un puñado de medidas exclusivas de UPyD, y algunas propuestas que ya se han ido cumpliendo de mejor o peor manera en estos años. Pero hay, sobre todo, muchísimas ideas que aparecen en idearios de otros partidos en las antípodas ideológicas. Y hay también algunas otras propuestas que adolecen de concreción, como la que pide la derogación de la ley Sinde-Wert, del canon digital y la “adecuación de derechos de autores y usuarios” en materia de copyright, sin concretar cómo proponen hacerlo.
Si sumamos los cuatro extremos, el resultado es un partido al que cuesta encasillar en una ideología o definir, pero que sigue multiplicando su estimación de voto, precisamente a base de unir a antiguos votantes de esas formaciones con las que comparten lazos coyunturales y entremezclados. A pocos puede desagradar un programa a medida, donde se adivinen algunas de las mejores propuestas de todos los demás partidos.