Junio de 2014: el rey Juan Carlos, cercado por las sospechas de corrupción en torno a su hija Cristina y su yerno, Iñaki Urdangarin, abdica en nombre de su hijo, Felipe. Tampoco ayudaban a la popularidad del monarca sus safaris a África para matar elefantes en compañía de Corinna zu Sayn-Wittgenstein.
Junio de 2018: el rey Felipe VI, de viaje por Estados Unidos, se topa con el encarcelamiento de su cuñado, Iñaki Urdangarin, por el mismo caso que le estalló a su padre: Nóos. Ahora ya no está imputada su hermana Cristina, que tuvo que declarar en el juicio por corrupción, pero difícilmente el rey podrá despegarse de un hecho cierto: su cuñado está en la cárcel para cumplir una condena de 5 años y 10 meses de prisión.
Felipe llegó hace cuatro años a la Zarzuela intentando representar los nuevos tiempos en contraposición a su padre; quería encarnar la figura de un monarca preparado para serlo, frente al perfil campechano de su padre; Felipe representaba la sangre nueva, frente a los trapicheos del padre... Felipe no cazaba elefantes ni se lesionaba mientras estaba fuera de España sin la reina.
La abdicación amasada por el bipartidismo supuso un apuntalamiento del edificio agrietado del 78: el recambio de un jefe del Estado desgastado por otro que llegaba limpio de sospechas. La monarquía, en tanto que clave de la bóveda del régimen de la Transición por su papel ante los partidos, los empresarios y la política internacional –incluidos los “primos” saudíes y los “hermanos” alauís–, se debe a su razón de ser: la supervivencia de la dinastía.
Y esa supervivencia va ligada al sistema constitucional del 78. Por eso, el rey se empleó a fondo tras el 1-O: interpretó que la supervivencia del sistema al que debe su existencia como monarca pasaba por el 155; que si el régimen del 78 estallaba por Catalunya, también podría estallar su trono.
De momento, el 23F construido para Felipe, su discurso duro con el soberanismo catalán del pasado octubre, le ha alejado no ya de los independentistas, sino de buena parte de la izquierda que han dejado de ver su papel como el de alguien capaz de resolver conflictos –el alcalde de Vilablareix ha rechazado recibir al rey tras el traslado de los premios Princesa de Girona a la localidad–.
El 23F de 1981 sí le sirvió a su padre: Juan Carlos se presentó como un actor fundamental para abortar el golpe de Estado y evitar el regreso a la noche de la dictadura franquista. Y buena parte de la sociedad –la izquierda incluida– lo creyó así, y le dio un crédito que duró tres décadas.
Pero el órdago catalán no le sirve a Felipe para ganar tres décadas de crédito porque en la medida que lo gana en una parte de la sociedad, lo pierde en otra.
El CIS lleva tres años sin preguntar a los españoles por la monarquía: si preguntara, estaría obligado a publicarlo. Prefieren no hacerlo, aunque la Casa del Rey tiene conocimiento de su imagen a través de estudios de encuestadoras privadas.
El relato de la honradez tampoco es sencillo, porque su cuñado acaba de entrar en la cárcel. Y porque en pleno escándalo de las tarjetas ‘black’ de Caja Madrid y Bankia, el empresario Javier López Madrid recibió el cariño y apoyo de varios amigos, entre ellos los reyes de España. Así constaba en la información que López Madrid intentó borrar de su teléfono móvil y que la Guardia Civil logró en parte recuperar por orden de la jueza que investiga una denuncia del empresario contra la mujer que previamente le había denunciado por acoso sexual.
Entre los mensajes destaca por su efusividad uno recibido en el teléfono móvil del empresario y que envía la persona a la que él identifica como “Ltzia” el 15 de octubre de 2014, a las 17.08: “Te escribí cuando salió el artículo de lo de las tarjetas en la mierda de LOC y ya sabes lo que pienso Javier. Sabemos quién eres, sabes quiénes somos. Nos conocemos, nos queremos, nos respetamos. Lo demás, merde. Un beso compi yogui (miss you!!!)”.
Tampoco le vale ya a Felipe el relato de la buena convivencia familiar. Al contrario, tiene un recorrido muy corto, toda vez que su esposa, la reina Letizia, y su madre, Sofía, son capaces de montar una bronca en público.
Iñaki Urdangarin apuntilló la monarquía de Juan Carlos con la imputación de su esposa e hija del rey, Cristina, y ahora su entrada en prisión le estalla a quien tomó el relevo: Felipe VI. Y ocurre justo cuando cumple cuatro años en el trono; y justo después de haber celebrado su 50 cumpleaños con una generosa campaña de los grandes medios sufragada por las principales empresas y anunciantes.