La economía española ha vuelto a tener un buen dato de empleo que se refleja una vez más en el aumento de afiliados a la Seguridad Social. ââEn mayo, estaban trabajando de media 20.815.399 personas. Es un récord histórico. Evidentemente, los partidos del Gobierno se apresuraron a sacar pecho de la noticia, que deja el paro en 2,7 millones de desempleados, la cifra más baja desde hace quince años, en 2008. Pero para valorar el impacto, es más interesante –y por qué no decirlo, divertido– encontrar una frase de hace unos años cuando esa meta estaba más lejana.
El autor de esas declaraciones no es economista ni de izquierdas y no es otro que Mariano Rajoy, líder del Partido Popular durante casi catorce años y presidente entre 2011 y 2018. Alguien cuyo nombre es bastante conocido en la sede de Génova.
No se lo van a creer, pero Rajoy dijo el 4 de mayo de 2016 que le importaba “mucho más” llegar a los veinte millones de ocupados que reducir el déficit por debajo del 3% del PIB. “A la Comisión Europea le gustaría que redujéramos más el déficit, a mí también, pero yo quiero que España siga creciendo y creando empleo”, explicó con la intención de dejar claras sus prioridades.
Ese mismo día, se conoció el dato de empleo del mes anterior, que fue bueno, y que dejó el número de cotizantes en cerca de 17 millones y medio (17.463.836).
Ha llovido mucho desde entonces y llegó a diluviar durante la pandemia, pero el hecho de que la economía se haya mantenido desde hace un año por encima de la cifra de veinte millones de ocupados, con una breve excepción, confirma que el Gobierno se encuentra en la mejor situación económica posible que podría esperar antes de unas elecciones generales, siempre que el análisis se haga sin consumir antes grandes cantidades de alcohol y sin pensar que podría haber sido mejor después de lo que ocurrió en 2020.
La inflación es otro asunto y compite en contra del Gobierno, como ocurre en EEUU y Europa. Los votantes tienden a culpar a los que están en el poder cuando los precios suben de forma espectacular, específicamente en el caso de los alimentos, aunque las herramientas con que cuentan los gobiernos para hacer frente a esa situación son limitadas. Algunas, como los tipos de interés y las consecuencias de su subida, están fuera de su alcance en la eurozona.
Alberto Núñez Feijóo tenía claro que la punta de lanza de su estrategia como líder de la oposición debía ser la gestión económica y de las medidas del Gobierno que considera más radicales en ese ámbito. Poco antes del verano pasado, dio por hecho que habría un otoño caliente repleto de protestas sociales por el aumento de precios y las exigencias salariales de los trabajadores.
En julio de 2022, estaba convencido de que se avecinaban tiempos oscuros: “Ya no estamos hablando de síntomas, sino de hechos claros. Nos dirigimos, todavía con mayor intensidad, a una profundísima crisis económica”.
Al final, ni síntomas ni hechos claros. No hubo apocalipsis, como recordó después Pedro Sánchez. Feijóo tuvo que olvidarse de la economía y regresar a la denuncia del “sanchismo” como azote de la humanidad, que era el menú diario de Pablo Casado al frente del PP.
No se puede ocultar que las urnas del 28M le recompensaron. La receta funcionó incluso mejor de lo que esperaba. Esta misma semana, Cuca Gamarra insistió en esa retórica nacionalista: “Entre Sánchez y Podemos ya no hay diferencias, pero entre Sánchez y España los españoles lo tenemos claro: España”.
Aparentemente, presentar a Sánchez o a la izquierda en general como enemigos de España es un ejemplo perfecto de eso que Feijóo denominó en la noche del 28M “otra manera de hacer política en el fondo y las formas”.
Isabel Díaz Ayuso fue a lo suyo. El mérito es mío y se acabó: “Nuevo récord de afiliación en mayo: 3.600.000 personas, 374 empleos nuevos al día durante el último año. Nunca había habido tantas personas trabajando en Madrid como ahora”. Para qué complicarse con la valoración de la coyuntura económica si puedes decir que los datos positivos son gracias a ti y los negativos, culpa de Moncloa.
Sin embargo, la derecha sabe que la evolución del empleo en el último año juega a favor del Gobierno. Por eso, el principal titular económico de la portada de la web de ABC en la tarde del viernes, después de conocerse los datos de empleo, fue: “El enfriamiento de la economía apuntala el menor aumento de autónomos en diez años”. El esfuerzo no se puede negar. Tuvieron que darle varias vueltas para sacar un enfoque negativo de la noticia.
Yolanda Díaz destacó que las cifras suponen máximos históricos en varias categorías: “Más empleo y de más calidad, porque casi uno de cada dos contratos son indefinidos y eso permite que la tasa de temporalidad en el sector privado esté en el 13,7%, la más baja de la historia, por debajo ya del nivel medio de la Unión Europea”. Lo mismo para el desempleo juvenil, porque está “en su cifra más baja de toda la serie histórica”.
Los números permiten al Gobierno presumir de la consolidación del empleo y del descenso de la precariedad. Con la salvedad de la inflación, no podría contar con mejor cartel para la próxima campaña electoral. Casi todas las elecciones en Europa se dirimen en el bolsillo de los votantes, lo que no quiere decir que no se puedan perder en mitad de una buena situación económica. Eso ha ocurrido antes en muchos sitios.
Todo depende de cómo se utilicen esas armas. Los partidos del Gobierno pueden optar por una campaña muy ideológica que se centre en un futuro pacto del PP y Vox y de las consecuencias que tendrá en toda una serie de leyes que refuerzan derechos sociales. Hubo mucho de eso en las elecciones autonómicas en Madrid en 2021 y en Castilla y León y Andalucía en 2022, así como en la cita del 28M. Todas ellas acabaron con un claro fracaso de la izquierda y un avance de la derecha.
La apuesta económica del PP no ha desaparecido por completo. Esta misma semana, Feijóo se ha referido a ella. Pedir más dinero para las comunidades autónomas y reducir al mismo tiempo sus ingresos que proceden de los impuestos que pagan los más ricos. No se sabe de dónde saldrá el dinero. Ya no se atreve a exigir un descenso de todos los impuestos, como hace un año, porque prefiere exigir la reducción del déficit público. El Gobierno prevé para 2024 un aumento del gasto público del 1,4%, inferior al 2,6% que permite la Comisión Europea siempre que se reduzca el déficit en 9.000 millones.
Lo de dar prioridad al déficit y la deuda no es lo que tenía en mente Rajoy en 2016. No es que se hubiera hecho de izquierdas. Un día antes, las Cortes habían sido disueltas al no haberse elegido un Gobierno y se habían convocado nuevas elecciones para menos de dos meses después. Bajar el paro y el déficit está muy bien, pero llega un momento en que tienes que pensar en ganar en las urnas.
El Gobierno tiene abierta una ventana económica por la que entrar en casa de los votantes en la campaña. A diferencia de la parte más enérgica del discurso que Pedro Sánchez dio a los parlamentarios socialistas, es muy probable que los ciudadanos estén más interesados en el empleo, en el descenso de la precariedad laboral y en su capacidad de consumo que en el número de exministros franquistas que aparecían en las listas de Alianza Popular en 1977 o en el asalto al Capitolio de Washington.
------------------------------
Te necesitamos más que nunca
El resultado electoral de las elecciones municipales y autonómicas no deja lugar a dudas. Viene una ola reaccionaria y la mayoría de los medios nadan en esa misma dirección. elDiario.es se ha convertido en uno de los pocos periódicos de referencia, con capacidad de marcar la agenda y destapar investigaciones exclusivas, que sigue siendo independiente y no está capturado por la derecha. Si crees que el periodismo importa y afecta a nuestras vidas, apóyanos. Hoy te necesitamos más que nunca.