El viaje kamikaze de Echenique: amor, discapacidad, el fin del primer Podemos y la coalición
Para comenzar a contar su historia, Pablo Echenique Robba (Rosario, Argentina, 1978) elige una anécdota ilustrativa: un chico de diez años volando a 50 kilómetros por hora por la carretera, cuesta abajo, en su silla de ruedas, con un amigo encima. Un salto vertiginoso desde lo alto de una calle de la ciudad portuaria donde vivió hasta los trece años, que sirve como metáfora de la forma en la que ha afrontado sus decisiones vitales desde entonces y que ha llevado a este doctorado en física a la primera línea política, a pesar de la atrofia muscular espinal que lo ha marcado desde que nació.
Echenique cuenta esta historia y otra muchas en la autobiografía que acaba de publicar, Memorias de un piloto de combate (Arpa), una sucesión de capítulos que funcionan en dos direcciones. Sirven para adentrarse en el día a día de un cascao, como se definía ya hace una década en el blog 'De retrones y hombres', la vida de una persona que se mueve gracias a una silla de ruedas eléctrica, que es incapaz de levantar un vaso de agua, fumarse un cigarrillo sin ayuda o, admite, de limpiarse el culo, pero que con un cociente intelectual muy por encima de la media consiguió un doctorado en física teórica y una plaza en el CSIC antes de saltar a la política.
El libro también sirve para conocer de primera mano algunos de los momentos más importantes de la historia de Podemos y, por extensión, de la historia política reciente de España. La irrupción del partido político que rompió el bipartidismo y que llegó al primer gobierno de coalición de la democracia moderna. El lector se encontrará como es lógico con una historia de parte, con la subjetividad de la primera persona, pero tendrá difícil, eso sí, toparse con grandes dosis de autocrítica política.
Aunque nació en Argentina –en mitad de la dictadura militar de Videla, Galtieri y Viola–, y pasó su infancia allí, Echenique emigró a España con 13 años, gracias a una pequeña red que su familia tenía en Zaragoza, alrededor de El Mangrullo, el restaurante que había fundado allí unos años antes su tío tras escapar por los pelos de las garras de la Junta Militar. A pesar del pasado de su tío y del contexto en el que nació, Echenique reconoce que fue “un idiota político” hasta los 30 años. “Alguien que no se interesa por la política tiene una gran probabilidad de acabar –por tanto– pensando políticamente lo que dice la televisión”, razona.
Echenique habla de idiotez a pesar de su 150 de cociente intelectual que le permitió, entre otras cosas, doctorarse en física teórica en esos años y obtener una plaza en el CSIC. Todo ello sin renunciar a la juerga y las borracheras, que detalla en un capítulo extremadamente personal sobre su juventud, las relaciones con sus amigos y también sobre el amor y el sexo. “Fui entendiendo durante aquellos años que el verdadero factor de bloqueo que impedía que tuviera relaciones de pareja era un miedo fabuloso al rechazo, que no me dejaba ni siquiera dar los primeros pasos”, cuenta como aperitivo de un pequeño ensayo sobre los afectos.
Su “idiotez” política lo lleva a afiliarse a Ciudadanos entre 2008 y 2009, pero se desencanta cuando observa que el partido no tiene vocación de victoria. El ahora portavoz de Unidas Podemos aprovecha en sus líneas anécdotas como esta para analizar, por ejemplo, las razones que alimentan el crecimiento de la ultraderecha en España –el antinacionalismo, la demonización de Podemos en los últimos años y más recientemente, dice, el antifeminismo–. También para explicar cómo en 2014, cuando ya había dejado de ser, dice, ese idiota político, queda seducido –o “abducido”– por lo que ocurre en el Teatro del Barrio de Lavapiés un 17 de enero.
Pocos días después, Pablo Iglesias visitaría Zaragoza como primera parada en su ruta para construir el partido. Tras el acto, escribió un mensaje a Miguel Urbán por Twitter: “Creo que lo que estáis haciendo vale mucho la pena y quiero ayudar. Sé de ciencia y sé de discapacidad. Usadme”. Aunque no lo sabía, cuenta, estaba otra vez a punto de dejar caer su silla a una velocidad eléctrica desde lo alto de la calle Tucumán de Rosario.
La historia a partir de aquí es más o menos conocida. Echenique se vuelca en el círculo de Zaragoza, lo que le da la relevancia suficiente como para que el equipo que organiza el partido en Madrid lo convoque a algunos actos. En el trabajo político en su ciudad comprueba que los anticapis, Izquierda Anticapitalista, que entonces eran los únicos que estaban ya organizados, llevan la voz cantante y, por inercia, se va pegando a ellos hasta plantar cara a Iglesias meses después, en la primera asamblea ciudadana del partido, conocida como Vistalegre I.
“No sé si hoy participaría en una operación como aquella, en la que la dirección implícita está en manos de una organización política concreta con sus propios intereses y en la que yo ni siquiera militaba”, apunta. Además de por su trabajo en los círculos, que lo alejaba de la verticalidad que quería imponer el equipo fundador de Podemos, Echenique se había apoyado en Izquierda Anticapitalista porque pusieron “el máximo interés” en montar una “insurrección democrática” a Iglesias.
Aquella oposición, parapetada bajo el paradójico nombre –mirado con los ojos de 2023– de Sumando Podemos, salió derrotada frente al equipo fundador de Iglesias, Iñigo Errejón, Carolina Bescansa, Juan Carlos Monedero y compañía, pero a Echenique le sirvió para dos cosas. Primero, para acumular una relevancia pública y mediática que luego le ayudaría a ganar las primarias a la secretaría general de Podemos Aragón frente al candidato patrocinado por Iglesias. Y segundo, para adquirir una enseñanza. “Con todo lo que sé hoy, creo que nuestro documento organizativo no habría permitido un funcionamiento ágil de la organización y por lo tanto el cumplimento de los hitos electorales que se consiguieron a finales de 2015 y mediados de 2016”, admite.
En esos años salvajes, veloces, en función de la biografía que los cuente, Echenique va sumando desafíos políticos a los obstáculos que su discapacidad le opone cada día. Apenas unos meses después del nacimiento de Podemos, sale elegido como eurodiputado y tiene que enfrentarse a “la tortura de volar”. Por la falta de accesibilidad de los aviones, le obligaban por ejemplo a facturar su silla y dejarla en la bodega del avión, con el riesgo (cumplido) de que se rompiese un aparato carísimo. Eso implica además que el personal de asistencia debe llevar a la persona en volandas desde la silla hasta el asiento del avión, con las complejidades que ese proceso entraña. Una vez en Bruselas, lamenta, la movilidad le resultaba también complicadísima al tratarse de una ciudad muy poco accesible, con aceras de adoquines, por ejemplo, y con un ínfimo parque de taxis adaptados.
El partido dentro del partido de Errejón
Echenique aprovecha este repaso de su vida personal y política para saldar algunas cuentas. En su análisis establece que para cuidar cualquier proyecto político es necesaria la lealtad a la persona que asume el liderazgo no como un ejercicio de seguidismo irracional, sino como una estrategia “pragmática, eficaz e inteligente”. Iglesias pide al entonces secretario general de Podemos Aragón que asuma la secretaría de organización del partido a nivel nacional a principios de 2016, tras el cese de Sergio Pascual. Echenique se da cuenta cuando llega a Madrid de que en Podemos hay nada menos que un “partido dentro de un partido” creado durante la ausencia de Iglesias en su etapa como eurodiputado.
“[Errejón] se preocupó y preocupó de llenar el aparato del partido con personas afines a él”, relata Echenique. Personas que sin embargo tenían claro que su lealtad no era hacia Iglesias ni hacia Podemos sino hacia Íñigo Errejón. “Como ellos mismos se jactaron entonces en sus chats internos, crearon, durante aquellos años y mediante ese mecanismo. un partido dentro del partido. Así lo llamaban”, afirma.
Un detalle curioso que deja la lectura de este libro es que Echenique se responsabiliza de la introducción de la plataforma de mensajería Telegram al inicio de Podemos y a través de la que se gestó su primera gran crisis, que culminó con la salida del errejonismo y la creación de Más Madrid primero y Más País después. Aquella disputa que partió en dos a la organización no fue una batalla de ideas como se quiso vender, dice Echenique, fue la “falta de ética en la praxis política de una de las dos partes”.
La ruptura casi definitiva de Podemos se produjo durante Vistalegre II. El flamante secretario de Organización había pasado de ser el principal rival de Iglesias en la primera asamblea a su lugarteniente en la segunda. Errejón, que pretende encabezar el proyecto ideológico pero dejar el liderazgo visible en manos de Iglesias, sale derrotado. Echenique incluye una anécdota en el libro para sustentar su teoría de que al rival lo habían aupado, como a él en la primera asamblea, los medios de comunicación. “A varias periodistas se las vio llorando en el recinto de la asamblea al conocer la derrota del que era claramente su candidato”, relata.
La negociación del Gobierno de coalición
Después del golpe de la salida definitiva del errejonismo, dos años más tarde, Podemos vive unos momentos muy delicados. Echenique completa con su perspectiva lo que contó Pablo Iglesias en ‘Verdades a la cara’: su ofrecimiento para ser candidato en las elecciones a la Comunidad de Madrid evitó que el líder del partido dimitiera. “Es lo más importante que he hecho para Podemos”, reconoce ahora. Sin ese mensaje, dice, seguramente no habría sido posible el primer Gobierno de coalición de la democracia que él trató de negociar sin éxito primero en el verano de 2019 y con más suerte tras la repetición electoral de noviembre.
De aquellas sesiones junto a Ione Belarra y con Carmen Calvo en la mesa de enfrente, Echenique achaca a las malas artes de los socialistas que se llegase a filtrar un documento con sus propuestas cambiando su título por “Exigencias de Podemos”. Y extrae una conclusión que bien podría valer para el momento en el que este libro sale a la luz. “El primer requisito para que una negociación salga bien es que todas las partes quieren llegar a un acuerdo”, dice. También recuerda las lágrimas que soltó junto al otro Pablo cuando se abrazaron en el Congreso el día de la investidura.
En su capítulo final, Echenique aborda la dimisión que finalmente sí fue tras la primera bola de partido de 2019 en la que asegura, “salvó España”. “A la mayor parte de la gente Pablo se le fue de golpe. Pero a mí se me fue yendo por fases”, cuenta. De hecho, explica que en 2020, meses antes de que tomase la decisión definitiva, cuando eligió el momento oportuno, Iglesias le avanzó que dejaría la política institucional. Aquello pasó meses más tarde, tras los resultados electorales en Madrid en los que se había presentado como candidato para evitar que Unidas Podemos desapareciese de la Asamblea regional. Echenique ni siquiera estuvo presente en el discurso de despedida porque, según dice, ya había llorado muchas veces su adiós: “Yo quería poner a ese tipo al frente de mi país (...) por eso, ese día, no podía sacarme del pecho la sensación de que este país al que tanto quiero había perdido su mejor oportunidad”.
Echenique cierra el libro con un mensaje hacia el futuro. “Para mí es un honor seguir poniendo mi espada y mi escudo al servicio del proyecto y –ahora– al servicio de Ione mientras ella piense que puedo seguir siendo útil haciéndole el apoyo del rugby cuando corre en zigzag”, dice.
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