Las elecciones autonómicas de la Comunidad de Madrid han revolucionado el tablero político madrileño y nacional. Son muchos los factores que han convertido esta cita electoral en el foco del interés mediático en las últimas semanas: desde su polémica convocatoria y posterior respaldo judicial a la escalada de crispación que ha dominado toda la campaña, pasando por un aumento del 43% de las peticiones de voto por correo o el hecho de que se celebren en plena pandemia. Y, además, caen en martes.
En España, votar en día laborable no es lo habitual, pero tampoco es la excepción. Estas elecciones serán las trigésimo cuartas que se celebrarán en día distinto al domingo en nuestro país. Ha ocurrido en varias ocasiones tanto a nivel municipal como general y europeo, y también en prácticamente todas las comunidades autónomas en algún momento de su historia. ¿Supuso esto un aumento de la abstención? elDiario.es ha recopilado los resultados de todos los comicios y referéndums celebrados desde la restauración de la democracia y el resultado del análisis es que no: no existe una relación entre acudir a las urnas en día laborable y una caída de la participación.
Desde que se conoció la fecha de la convocatoria, muchas preguntas han rondado en torno a la posible participación electoral del 4M —especialmente en lo relativo a los derechos de los trabajadores para acudir a votar ese día o a la conciliación—. Muchos elementos entrarán en juego en la Comunidad de Madrid el próximo martes y aunque habrá que esperar a los análisis postelectorales para valorarlos, sí podemos saber cómo fue la participación en otras citas electorales en España.
¿Qué cabe esperar al celebrar unas elecciones en domingo? A priori, el hecho de que haya más horas para poder ir a votar podría traducirse en un aumento de la participación. Sin embargo, los expertos consultados por elDiario.es coinciden: no tiene porqué.
Por ejemplo, las elecciones autonómicas de Cantabria de 1987 cayeron en miércoles y, sin embargo, la abstención no llegó ni al 25% (de hecho, fueron los comicios con más participación de esta comunidad). En cambio, las andaluzas de 1990 o las catalanas de 2006 también tuvieron lugar en día laborable y registraron datos muy altos de abstención. También puede suceder que la participación se mantenga estable respecto a la media de la comunidad, independientemente del día en el que se celebren las elecciones, como ha ocurrido en Aragón, Castilla-La Mancha o Extremadura.
“La abstención tiene unas características muy estructurales que difícilmente se modifican de un día para otro”, explica la profesora de Ciencias Políticas de la Universidad Carlos III Sílvia Claveria. “En la participación también influyen otro tipo de factores, como el grado de competición entre los distintos partidos, el nivel de polarización o si se ha establecido un marco muy potente para ir a votar. Si pudiéramos aislar el efecto laborable/no laborable del resto de factores, probablemente afectaría a la participación en negativo, aunque muy marginalmente”, comenta la experta.
Una opinión que comparten Manuel Rodríguez, consultor político, y Alejandro Tirado, profesor en la UC3M, ambos politólogos y analistas en Cámara Cívica. “Existen una serie de factores que afectan al cálculo del votante a la hora de decidir si va a votar o no. Podríamos hablar del compromiso cívico, del nivel de desafección con el sistema de partidos, de la fidelidad del votante a su partido o a una candidatura en concreto... pero también cuestiones más terrenales como encontrarse fuera de la ciudad, estar demasiado ocupado por cuestiones familiares o laborales o, simplemente, hay quien se olvida.”
Aunque “varios de estos factores podrían corregirse votando en fin de semana, cuando es más probable que el electorado pueda conciliar la vida familiar y laboral con la cívica”, los politólogos concluyen que en España “no hay una relación causa-efecto lo suficientemente fuerte como para afirmar que votar entre semana siempre supone una disminución de la participación”.
Las generales de 1982 o las catalanas de 2017
Los resultados históricos de las elecciones y consultas celebradas en España desde 1976 muestran que, efectivamente, el día de la semana en el que tuvieron lugar no parece ser el factor determinante. Los primeros comicios y referéndums de los años setenta y ochenta y las elecciones autonómicas de Catalunya de 2017 son el ejemplo más claro de ello.
“Las elecciones en Catalunya de 2017 se celebraron en jueves y la participación fue súper alta. Tuvieron lugar después del 1 de octubre, había mucha polarización y todo el mundo estaba llamado a votar”, recuerda Claveria. Aquel 21 de diciembre acudieron a las urnas casi el 80% de los catalanes convocados, convirtiendo el 21D en las elecciones autonómicas con mayor participación de la historia en Catalunya.
También las primeras elecciones al Congreso de los Diputados contaron con altos índices de participación, a pesar de haber sido convocadas en miércoles y jueves. De hecho, las generales de 1977 solo tuvieron una abstención del 21,1%, y las de 1982 fueron las más masivas de la historia de España, con una participación del 80%. Como recuerda la profesora de la Universidad Carlos III, en aquel momento “se salía de la dictadura y votar era realmente muy importante”.
En cambio, en las elecciones autonómicas de Galicia (1981) y de Andalucía (1990) ocurrió completamente lo contrario: también fueron de las primeras en esas regiones tras la restauración de la democracia, también cayeron en día laborable y, sin embargo, obtuvieron las tasas de abstención más altas que han visto esas comunidades. En las gallegas se abstuvo un 53,7% del censo, y en las andaluzas el 55,7%
Y si nos fijamos en los referéndums celebrados en España, tres de los cuatro tuvieron lugar en día laborable. En el del 15 de diciembre de 1976, sobre el Proyecto de Ley para la Reforma Política, solo se abstuvo el 22,3% del censo; y en el del 12 de marzo de 1986, sobre la permanencia de España en la OTAN, el 32,3%. Ambos en miércoles.
Las segundas autonómicas de Madrid a mitad de semana
El 4M no será la primera vez que los madrileños acudan a votar entre semana. Ya ocurrió una vez, en las elecciones a la Asamblea del 10 de junio de 1987 en las que el socialista Joaquín Leguina resultó reelegido presidente. En aquella ocasión, la abstención fue del 30%. La siguiente cita autonómica tuvo lugar cuatro años más tarde, el 26 de mayo de 1991, domingo, y en cambio la abstención subió once puntos, alcanzando el 41,3%. Fueron las elecciones a la Asamblea de Madrid con menor participación.
A toda la casuística que puede influir en la jornada electoral hay que añadirle, además, el hecho de que estas elecciones se celebran en plena pandemia de COVID-19. La Comunidad de Madrid registraba este lunes una tasa de incidencia de 371 nuevos casos por cada 100.000 habitantes en 14 días, la segunda región mayor incidencia del país y que el “semáforo” de Sanidad considera riesgo muy alto de contagio.
Además, los miembros de las mesas electorales no contarán con trajes de protección EPI, como sí ocurrió el pasado 14F en las elecciones autonómicas de Catalunya. Sobre este aspecto, desde Cámara Cívica apuntan que “una reciente encuesta de Science Po [el Instituto de Estudios Políticos de París] reveló que el 57% de las personas que se abstuvieron en las elecciones municipales de marzo de 2020 en Francia mencionaron la epidemia como una de las principales preocupaciones, mientras que un 25% la identificaba como la única razón para no votar”.
Una encuesta realizada por Metroscopia para El País mostraba la pasada semana –antes de que entrara en vigor la prohibición de publicar encuestas– que ni que el 4M sea día laborable ni que se vaya a celebrar durante la pandemia parece que vayan a influir mucho en la participación. Según el sondeo, el 74% de los entrevistados aseguraba que el hecho de que sea día laborable no le dificulta “nada” el ir a votar, y solo a un 17% “algo”, mientras que un 8% respondía que “mucho”.
Sobre lo que pueda ocurrir el 4M en la Comunidad de Madrid, los analistas Rodríguez y Tirado admiten que “por supuesto que [votar en día laborable] es uno de los factores que intervienen en la actitud del electorado, como también lo hacen la elevada polarización política, la gran exposición mediática o el número de candidaturas”. Y reflexionan: “Cuando votar tiene un coste, los individuos considerarán cuánto les importa el resultado y la probabilidad de si su voto será decisivo para el resultado. Todo esto influye en el cálculo final que hace cada votante: ¿mi voto cuenta? ¿merece la pena el esfuerzo?”.