El 2 de diciembre de 2018 quedará marcado en la historia democrática de España. Por primera vez, un partido de extrema derecha lograba suficiente respaldo en las urnas como para intervenir activamente en la política institucional. Los 12 diputados de Vox fueron determinantes para desalojar del Palacio de San Telmo al PSOE, que gobernaba Andalucía desde antes incluso de que se reconociera formalmente la autonomía de la región. Un mes después, otras elecciones llevaron a la Presidencia de Brasil a Jari Bolsonar, un ultraderechista dispuesto a combatir la realidad de las favelas desde helicópteros armados.
¿Qué relación hay entre ambos fenómenos políticos? ¿Vox se parece más a Bolsonaro que a Donald Trump? ¿Tiene Vox semejanzas con otras derechas extremas europeas? Más allá del mayor o menor éxito de cada uno, ¿qué nos dice la irrupción electoral de estas ideologías sobre el presente y cómo debe abordarse su existencia e implantación desde la izquierda?
Esta y otras cuestiones se plantearon el pasado jueves en una conferencia organizada por el grupo parlamentario de Unidas Podemos-En Comú-Galicia en Común en el Congreso de los Diputados en colaboración con la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense y el Observatorio de Derechos Humanos en América Latina, el Instituto 25M de Podemos y CLACSO. El anfitrión, Pablo Gentili, es el actual jefe de Gabinete de Pablo Iglesias y fue director del think tank latinoamericano, además de asesor del Gobierno brasileño, antes de aterrizar en España.
La primera parte de la conferencia trataba de analizar el surgimiento de esta ultraderecha. Desde Brasil, donde los procedimientos políticos, primero, y judiciales, después, contra Lula y Dilma Rousseff para desalojar al Partido de los Trabajadores del poder han dominado la actualidad informativa durante muchos meses, la jurista Carol Proner y el senador Lindbergh Farias alertaron del uso de la lucha contra la corrupción como herramienta para alentar la desafección política.
El mecanismo se llama Lawfare. Una suerte de guerra judicial impulsada desde EE UU para establecer un caldo de cultivo en el que poder ganar influencia frente a los “procesos emancipadores” que Latinoamérica emprendió en la última década del siglo XX y que tuvo en Brasil y en la presidencia de Lula su primera experiencia.
Si en la centuria pasada hubo decenas de golpes de Estado cruentos promovidos por EEUU, según Farias, y en otros puntos del globo se recurre directamente a la guerra armada, añadió, en el subcontinente americano el mecanismo establecido ha sido otro. Pero el objetivo, dijo el senador, es el mismo: influir en las políticas económicas por todos los medios. “La tercera experiencia neoliberal en América Latina llega con autoritarismo”, señaló el senador.
Ese uso de la Justicia con fines políticos también ha tenido protagonismo en España, según Gloria Elizo. La dirigente de Podemos y vicepresidenta primera del Congreso, responsable legal de su partido, señalaba como ejemplo de la continuidad institucional, también en la Judicatura, entre el franquismo y la restauración democrática. Y ponía como ejemplo el reciente auto del Tribunal Supremo que indicaba que Franco fue “jefe de Estado desde el 1 de octubre de 1936”.
Elizo estableció un paralelismo entre los procesos contra Lula o Rafael Correa en Ecuador y el que el Supremo sigue contra los políticos independentistas catalanes. “Se han saltado las normas mínimas del Estado de derecho en una confrontación política”, dijo la diputada, quien planteó que “la apuesta de Podemos es rasgar las vestiduras de la estructura que ha consolidado prácticas no democráticas y debe ir a consolidar democráticamente el Estado español”.
Proner señaló a un “tipo nuevo de capitalismo” emergente como el responsable de los procesos judiciales abiertos en Brasil, pero también en Ecuador o Bolivia, contra las personas que dirigieron esos procesos emancipadores hace ya varios lustros. “Un capitalismo cínico”, alertó, “que asume sus intenciones y que logra ser votado por el pueblo humilde, desfavorecido. Un pueblo que vota a quien dice que se puede matar desde un helicóptero o dar armas a las personas”.
“¿Dónde nos equivocamos?”, se planteó Proner. Respondió el sociólogo Millán Arroyo desde este lado del Atlántico, quien estudia en estos momentos los motivos del auge de Vox y que, sin conclusiones definitivas, apuntó tres pinceladas del resurgimiento de la extrema derecha española: el conflicto territorial, que crece en intensidad desde 2008 y estalla en 2017; el repunte de la inmigración en un momento en el que la desigualdad aumenta; y la decadencia del PP, sobre todo tras la sentencia de la Gürtel que condujo a la moción de censura de junio de 2018.
Arroyo apuntó a la “aparente paradoja” de que el voto de la derecha aumente “mientras la sociedad no se ha derechizado”, según los indicadores estadísticos. ¿Qué ha pasado entonces? Primero, que “se ha superado el trauma de ser de derechas” y de declararse como tal. Pero, ¿por qué no arrasaron las derechas el 28A? “España sigue siendo sociológicamente de izquierdas”. Y “cuanta más participación, más voto a la izquierda”. Una advertencia a quienes, desde el campo progresista, deben negociar un Gobierno.
Pero, ¿qué hace mejor la derecha? “El marketing político” que se convierte en una “mayor influencia mediática” porque, además, “la mayoría de medios de masas están controlados por grupos que favorecen contenidos de derechas”, sostiene Arroyo. La aceleración política y social surgida de la gran crisis económica que estalló en 2008 provoca además una “disminución de la comprensión política por parte de los ciudadanos”.
“Buey, bala y biblia”
“La izquierda niega el diagnóstico y evita dar respuestas”, señaló siempre provocadora la eurodiputada electa María Eugenia Rodríguez Palop.
Doctora en Derecho, experta en Derechos Humanos, esta profesora universitaria que encabezó en mayo la lista Unidas Podemos Cambiar Europa señaló a la socialdemocracia, especialmente, y a los cristianodemócratas como responsables del surgimiento de la extrema derecha en el continente por “facilitar el maridaje entre la globalización financiera y el capital” y rendirse a las pulsiones xenófobas de buena parte de Europa.
Palop carga contra el keynesianismo que construyó las bases del desarrollo europeo en el siglo XX, basado en un “crecimiento sostenido” en el tiempo que la crisis ecológica hace imposible. Por tanto, dijo, “el Estado del bienestar es inviable” en los términos en los que lo conocemos. Esto lleva a la “crisis de un modelo económico y político” que ha pervivido durante varias décadas y que debe refundarse.
Las excepciones son Portugal y España, donde los partidos socialdemócratas han tenido “fuerzas de izquierdas que han tirado de ellos” y que habían servido como parapeto a la extrema derecha.
Hasta diciembre. Aunque Palop reconoce que se ha contenido la primera embestida de Vox, su mera presencia institucional avisa de por dónde pueden ir sus mensajes. Xenofobia (odio al inmigrante), aporofobia (odio al pobre), “antimemoria” (“con Franco vivíamos mejor”) y Eurofobia, que la profesora resumió en la tríada “buey, bala y Biblia”. O “el gran macho en casa y el gran macho en el Estado”.
“La derecha ha comprendido mejor”
“La izquierda ha dado respuesta discursiva, pero no práctica”, volvió a sorprender Palop al final de su breve intervención. Y puso un ejemplo: “La cuestión migratoria no tiene respuesta de la izquierda”.
El guante lo recogió Gerardo Pisarello. Diputado de En Comú Podem se ha convertido en la primera persona de origen latinoamericano que ocupa un asiento en la Mesa del Congreso. “La derecha ha comprendido mejor los cambios que han supuesto las tecnologías de la comunicación”, arrancaba Pisarello.
También doctor en Derecho, el diputado quiso señalara una de las características que une a las derechas española y brasileña, frente a otras experiencias europeas: el neoliberalismo, frente a la seguridad estatalista que ofrecen Le Pen o Salvini.
Pisarello ofrece como receta un “republicanismo de las cosas concretas”: empleo, vivienda, transición energética. Y, además, “los retos que la izquierda de otros siglos no asumió”: feminismo, plurinacionlidad, multiculturalidad.
“No hay que dejar la religión a la extrema derecha”, advirtió Pisarello. La influencia de la Iglesia Evangélica en Brasil ha sido muy fuerte. Y se extiende por el subcontinente, donde siempre dominó la Teología de la Liberación y las comunidades cristianas de base ante la dureza de los regímenes militares dictatoriales auspiciados por EE UU.
Pisrello, optimista, dejó un mensaje final de esperanza para un auditorio muy internacional que se dio cita en la Sala Constitucional del Congreso: “No es una batalla fácil ni sencilla. Es muy grave”, dijo. “Pero no hay que perder de vista las estrellas”, añadió. “El cielo se puede asaltar. Cuando uno no pide asaltar el cielo no llega ni a ras de tierra”, concluyó con una frase que hizo famosa Pablo Iglesias allá por 2014 en la I Asamblea Ciudadana de Podemos.