La ruptura de relaciones de Pablo Casado con Santiago Abascal, escenificada durante su duro discurso contra el líder de Vox en el debate de la moción de censura, ha desatado una 'guerra psicológica' del partido de la extrema derecha contra la formación conservadora, a la que hasta ahora consideraban aliados.
Vox presumía este fin de semana de haber tenido que abrir las sedes del partido en numerosas provincias para poder acoger la avalancha de ciudadanos que querían afiliarse a la formación de extrema derecha. El jueves, señalaba que nada más finalizar la votación de la moción de censura los teléfonos de atención al público se habían “colapsado”. El primero en anunciar que en Vox había un 'tsunami' de nuevas altas y en mofarse de que, por el contrario, en el PP no dejaban de recibir bajas, fue el portavoz parlamentario de la formación de extrema derecha, Iván Espinosa de los Monteros, que en su perfil de Twitter pedía que los simpatizantes de los respectivos partido dieran un “respiro” a los responsables de esos departamentos.
Desde medios afines al PP, como ABC, se interpretó eso como “una campaña de acoso” al partido conservador, afirmando que quienes llamaban a la centralita de Génova era los propios afiliados de Vox, que luego colgaban. “Después de que ayer el líder del Partido Popular, Pablo Casado, marcara sus distancias con Abascal en el Congreso de los Diputados, Vox ha alentado una campaña telefónica entre sus simpatizantes con el único objetivo de desmoralizar y acosar al PP”, decía el periódico de Vocento, que citaba “fuentes del grupo de Pablo Casado” para asegurar que desde la moción “no ha habido movimientos extraordinarios” en referencia a esa supuesta “avalancha de bajas”.
El sábado, la formación de extrema derecha publicaba también en Twitter varios vídeos, entre ellos uno en la sede de Murcia, que servía como ejemplo de la alta demanda de simpatizantes que quería afiliarse a Vox, y en el que les daban las gracias por unirse al proyecto. “Buenos días, Casado. Aquí tienes el resultado del grandioso espectáculo que diste el otro día en el Congreso: hoy en Murcia otros 30 o 40 afiliados más. Has dejado sola a la derecha y estas son las consecuencias”, relataba una voz de un simpatizante de la formación.
Los dirigentes de Vox no tardaron en amplificar algunas de estas bajas en el PP. Como la de Sergio Santamaría Santigosa, el exdiputado del PP en el Parlament de Catalunya que fue último cabeza de lista del PP al Congreso por Girona, que anunció que se daba de baja del partido por los ataques de Casado al líder de Vox.
En una carta publicada en las redes sociales, Santamaría desvelaba que deja la militancia porque “la dirección del PP se ha equivocado de contrincante y su presidente no ha actuado con bonhomía en el debate de la moción de censura contra Sánchez”. La noticia fue retuiteada por el eurodiputado de Vox Hermann Tertsch: “Su infamia ya ha empezado a pasarle factura a Casado”.
A esa guerra contra el PP se sumaron de inmediato medios de comunicación afines a la formación de extrema derecha y algunos de los tertulianos que acuden a los programas de debate, que han cargado contra la estrategia de Casado llamándole “traidor” y “mentiroso” y defendiendo a Santiago Abascal. Entre ellos Alvise Pérez, un activista de la extrema derecha en redes sociales que fue asesor de comunicación de Ciudadanos en Valencia.
La propia exportavoz parlamentaria del PP Cayetana Álvarez de Toledo no dudó en calificar el discurso de su jefe como “una injusticia [sobre Abascal] y un error”, desvelando que algunos diputados, compañéros de grupo, le confesaron que habrían preferido abstenerse e incluso hubieran votado a favor de la moción si les hubiera dado libertad de voto. La dirección del PP, sin embargo, considera que el discurso de Casado fue “un punto de inflexión” sobre la relación con Vox para dejar claro que no ellos no son “la extrema derecha”.
Pero quien más ha cargado contra Casado ha sido el periodista Federico Jiménez Losantos, en Libertad Digital, que ha atribuido a FAES el discurso del líder del PP: “La estrategia, típica del peor Aznar, el de la mayoría absoluta, no es, pues, reagrupar la derecha, sino destruir a los dos partidos que flanquean al PP, tarea más fácil que derrotar a la Izquierda en el Poder. Aparentemente, la operación es sencilla: si Ciudadanos está medio destruido y Vox aún no asentado, hay que destruir a Vox con la ayuda de la izquierda política y el sector mediático maricomplejines. Y el votante de Vox, de poca cabeza pero buenos sentimientos, volverá al voto útil, que es el PP. A los indignados mediáticos, los pocos que quedan, ya se les pasará. Nosotros, a la Sexta”, escribía Losantos, que a renglón seguido iba a más allá y sentenciaba: “Para que la izquierda creyera que la apuesta de Casado contra Vox va en serio, debía dar la prueba de sangre del que entra en la mafia: matar a un amigo, signo de obediencia a la Organización. Y Pablo se doctoró en Prisharvard con un tiro en la nuca a su amigo Santi”. “La verdad: como prueba de sangre, la mafia no podía pedirle más”, sentenciaba.
El mensaje de todos estos frentes mediáticos confluye en unos solo: “El PP y Casado han renunciado a ocupar el centro derecha” y se han lanzado en brazos del Gobierno, como Ciudadanos. Por lo tanto, la única oposición “real y verdadera” que queda ahora en el Congreso, según los cargos de la formación de extrema derecha, es Vox, como dejaba caer en su cuenta de Twitter gráficamente el dirigente asturiano de Vox, Javier Jove.