El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, tiene un equipo de asesores externos al margen de la estructura orgánica de su partido del que se desconocen la mayoría de los nombres y funciones que desempeñan. Uno de ellos es el exministro de Educación José Ignacio Wert, responsable del mayor recorte de becas de la historia y que ahora ejerce como asesor sociológico del dirigente gallego. Es, por ejemplo, quien “reestima” los barómetros del CIS para que Feijóo pueda luego decir que en realidad está 8,5 puntos por delante de Pedro Sánchez en la estimación de voto.
La labor de Wert (Madrid, 1950) era desconocida para el público hasta ahora, pero el PP movió este miércoles un documento con esa “reestimación” del CIS. Y en los metadatos del PDF aparece un nombre incontrovertible como autor: José Ignacio Wert Ortega. El Confidencial ya informó el pasado mes de noviembre de la incorporación del exministro al equipo externo de Feijóo, pero hasta ahora no había trascendido su ocupación concreta. Desde la dirección del PP aseguran que “Wert colabora con el partido aportando análisis, documentos, papeles. Igual que otros dirigentes de este y de otros partidos”.
El exministro, licenciado en Derecho, tiene un amplio currículum en el campo de la sociología, en el que ha desarrollado buena parte de su carrera tras pasar por el hoy denominado Centro de Estudios Políticos y Constitucionales. Fundó la empresa Demoscopia, trabajó para Sofres, y fue alto ejecutivo del Grupo Prisa o del BBVA, entre otros cargos.
Pero el supuesto prestigio en el sector privado con el que llegó a primera línea política contrasta con la pésima valoración que cosechó en su paso por el primer Gobierno de Mariano Rajoy, del que se tuvo que marchar antes de tiempo tras concitar el rechazo de casi todo el mundo. Y no solo fuera del PP.
Los primeros problemas le surgieron precisamente en el partido para el que ahora trabaja. Pronto hizo gala de ser uno de esos versos libres que, en política, triunfan casi a la misma vez que su brillo se desvanece cuando patinan y, de repente, no tienen a nadie para protegerlos, cuidarlos o advertirles de que ese no es el camino. Ocurrió, por ejemplo, cuando en octubre de 2012 dijo aquello de “Nuestro interés es españolizar a los alumnos catalanes”.
Hubo más. Wert despreció a la educación pública desde el Ministerio de Educación, negó la existencia de problemas económicos en las familias para pagar los crecientes costes de la educación universitaria, despreció el esfuerzo de quienes eligen una carrera por vocación y apostó por la “empleabilidad”, aplaudió la fuga de talento joven que marcó la crisis de hace una década, defendió la segregación de niños y niñas en la escuela o consideró una “fiesta de cumpleaños” las masivas y continuas protestas contra él.
Esa “fiesta de cumpleaños” tuvo un nombre: Marea Verde. Una de las muchas expresiones de movilización social que nacieron al calor de las durísimas medidas de recortes en servicios públicos que pusieron en marcha los gobiernos en diferentes niveles administrativos: desde los de 2010 de Zapatero, a los de 2012 de Rajoy, pasando por otros que, con la excusa de la crisis, aceleraron en su agenda neoliberal de desmontaje del Estado de bienestar.
La actual ley educativa, aprobada en diciembre de 2020 por el Gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos, puso fin al régimen nacido de su predecesora, la ley Wert, aprobada únicamente con los votos de un PP al que luego se le llena la boca de reclamar “consensos” cuando está en la oposición. Entre los principales descalabros que provocó la gestión de Wert estuvo también un sistema de becas que dejó de servir como “ascensor social” para pasar a dar más peso a las notas del alumno frente a su situación socioeconómica.
Sucesivas promociones universitarias sufrieron los nuevos baremos. En 2020, último año de aplicación de la ley Wert, 45.000 alumnos se quedaron sin la ayuda que les hubiera correspondido si se hubiera tenido más en cuenta su renta. No contento, también quiso legislar contra otros becarios, los que sostienen en buena medida la productividad de muchas empresas. La ministra Isabel Celaá acabó con el sistema nada más acceder al Gobierno, ese mismo 2020.
El ministro quiso eliminar la cotización social de las prácticas académicas curriculares remuneradas, por lo que aquellos jóvenes que encadenaban uno tras otro este tipo de contratos (en un momento en el que la precariedad laboral, y un 55% de paro juvenil, impedía rechazarlos) podían acumular años de trabajo con escaso sueldo y sin haber cotizado nada para su futura jubilación, o en caso de invalidez o enfermedad.
Wert llegó al Ejecutivo con la vitola de independiente, pese a que llevaba años trabajando para el PP, y muchas expectativas entre determinados sectores mediáticos y económicos con los que había tenido relaciones en el pasado. Pero ni siquiera llegó al final de la legislatura, aunque casi. Salió de noche, sustituido por un secretario de Estado de otro ministerio y con una nota bastante más baja de la que él exigía a los alumnos con problemas económicos para seguir estudiando: un 1,56.
Su salida, como unos meses antes la de Gallardón, se celebró como un triunfo del ciclo de movilizaciones sociales que comenzaron a finales de la primera década del siglo, confluyeron en el 15M y se expandieron por todo el territorio y sectores. Las elecciones estaban a la vuelta de la esquina y los augures demoscópicos vaticinaban un escenario inédito en España: la ruptura del bipartidismo, que llegó en diciembre de 2015.
Para entonces, Wert ya era exministro. Pero su salida por la puerta de atrás le deparó un destino de fantasía: embajador de España ante la OCDE. De fantasía porque, pese a su 1,56 de nota media final, suponía vivir en París con un sueldo de 60.000 euros anuales más complementos, gastos de representación, coche con chófer y residencia, con un coste de 11.000 euros al mes. Además, coincidencia, logró el puesto perfecto para acompañar a su pareja, Montserrat Gomendio, quien había sido su número dos en el Ministerio de Educación y que dimitió unos meses antes de la destitución de Wert. Su destino: la OCDE en París.
El sociólogo vuelve ahora a un puesto que ya ocupó. Antes de ser ministro, Wert pasó años junto a Pedro Arriola, el principal asesor en materia demoscópica de Mariano Rajoy (y de muchos otros antes), e incluso escribiendo los discursos al expresidente. Entonces, su labor fue secreta. Ahora, también.