¿Es posible plantar cara al último mensaje xenófobo de Vox y al mismo tiempo apostar por el miedo a la inmigración para ganar votos? Alberto Núñez Feijóo cree que es perfectamente posible e incluso deseable. Es lo que hizo el viernes al dar la posición de su partido después de que Santiago Abascal anunciara la ruptura de los gobiernos autonómicos en los que colaboraba con el Partido Popular. Su idea es mostrar a un partido que no se ha dejado arrastrar por las locuras de Vox cuando exigió que ni siquiera se dé cobijo a un número reducido de menores con el fin de liberar la presión que sufre Canarias. “Todos los españoles verán que no estamos dispuestos a tragar con cualquier cosa”, dijo.
Esa xenofobia de trazo grueso con intención racista no tiene sitio en el PP. Lo que sí es admisible es la xenofobia de guante blanco en la que la inmigración que llega a las costas huyendo de la miseria se presenta como la gran amenaza que sufre España. Y la culpa es del Gobierno. “No hacen nada a pesar de que se prevén más avalanchas de inmigrantes este verano y este invierno”, afirmó utilizando unos términos similares a los de Vox. Avalanchas, invasión, esa clase de palabras.
Feijóo intenta hacer ver que existe una solución concreta y efectiva para cortar de raíz esas llegadas. No es cierto, como bien descubrió Giorgia Meloni después de llegar al poder en Italia en octubre de 2022. Después de más de un año en el Gobierno, tuvo que reconocer que no era tan fácil como creía.
La dirigente de Hermanos de Italia había sostenido en la oposición que el anterior Gobierno no hacía lo que debía y que ella contaba con la energía que se requería. Se expulsaría a los sin papeles, se devolvería a los cayucos que llegaban a la costa con la intervención de la Armada y se bloquearía a las ONG que ayudan a los migrantes. Problema solucionado. En diciembre de 2023, tuvo que aceptar la realidad cuando afirmó: “ Se trata del fenómeno más complejo del que me he ocupado nunca”.
Ya sabía cómo iban a ser las cifras a finales de año. Italia recibió 155.754 llegadas de inmigrantes por el mar, un 50% más que en 2022. Para entonces, había firmado un acuerdo con Albania para internar en ese país a un cierto número de solicitantes de asilo. Por la polémica causada, el Gobierno albanés anunció que había aceptado el acuerdo para una sola ocasión. No se iba a convertir en el almacén de los inmigrantes de Italia. Es el mismo plan que el Gobierno conservador británico quiso aplicar con Ruanda y que nunca llegó a ejecutarse por el rechazo de los tribunales.
“Este no es un fenómeno que se pueda manejar [por un país] por sí solo a menos que se cree una red de alianzas”, dijo Meloni. La paradoja de Meloni es también la de los partidos de la derecha en Europa. Quieren reducir la inmigración, pero saben que la necesitan. Por eso, desde su llegada al Gobierno la primera ministra italiana ha doblado las cuotas de trabajadores procedentes de fuera de la UE. La gran empresa y las pymes del norte de Italia no pueden operar sin esa mano de obra y Meloni es consciente de que no puede desairarlos. Es el tipo de hipocresía habitual en las declaraciones de gobiernos europeos sobre inmigración.
Sin embargo, cuando la derecha está en la oposición, puede permitirse otros alardes. “Necesitamos una declaración de emergencia migratoria ya”, dijo Feijóo, como si eso solucionara el problema. El líder del PP destacó que Italia y Grecia han reducido las llegadas en los últimos meses, que son menos significativos porque todo ello depende fundamentalmente del estado de la mar. Es en verano cuando aumentan.
Aun así, los datos de Feijóo no son ciertos. Afirmó que en España las llegadas han aumentado un 300% este año. Las cifras del Ministerio de Interior indican que han aparecido en nuestras costas 24.894 personas en los últimos seis meses, frente a 12.704 del año anterior en ese periodo, lo que supone un incremento del 96%.
La cifra total es similar a la de Italia, que ha recibido hasta el 5 de julio 25.692 personas por mar. El descenso del 60% se debe a la caída del número de embarcaciones que partieron de Túnez. La Comisión Europea entregó 105 millones de euros al Gobierno tunecino para que hiciera de gendarme marítimo.
Lo que está confirmado es que si los políticos denuncian un problema en tono furioso, eso terminará calando en la opinión pública. Siempre se ha dicho que las ideas xenófobas lo tienen más difícil para arraigar en España que en otros países europeos. Eso no quiere decir que el discurso xenófobo o racista tenga un impacto marginal.
La encuesta del CIS conocida este viernes coloca la inmigración como el cuarto asunto que más preocupa a los españoles con un 16,9% de personas que la sitúan en alguno de los tres primeros problemas. Ese número era del 11,2% en junio (noveno problema) y del 10,4% en marzo (también el noveno).
Es cierto que ese nivel de malestar baja claramente cuando se pregunta al encuestado qué problemas le afectan más personalmente. Los que mencionan la inmigración entre los tres primeros puestos bajan al 8,8%. Los que dicen que el estado de la sanidad perjudica a su vida son el 16,6%, lo que la convierte en el segundo problema.
El porcentaje de los preocupados por la inmigración es mayor entre los jóvenes de 18 a 24 años (21,2%). No hay grandes diferencias entre los votantes del PP y el PSOE en este punto. Meter miedo con los extranjeros no es algo que vaya a hacer a Feijóo más popular entre sus votantes, pero él cree que esa retórica sobre la emergencia migratoria es una palanca útil para intentar atraerse a los votantes de Vox. Por eso, no deja de repetir que España tiene “la frontera más permeable de la Unión Europea”.
No es algo que haya conseguido hasta ahora. No lo dejará de intentar.