Quedan diez días. La decisión de Pedro Sánchez de adelantar las elecciones ha hecho saltar por los aires la estrategia de Yolanda Díaz para tratar de recomponer la unidad del espacio a la izquierda del PSOE alrededor de Sumar. El plan preveía un verano de negociaciones y una puesta de largo en septiembre con unas primarias que sirvieran para proyectar una imagen de reconciliación y movilizar al electorado de izquierda. Todo eso queda ahora reducido a un lapso ínfimo de tiempo ya que hay apenas poco más de una semana para tratar de componer un puzzle político en el que encajen Podemos, Más Madrid, Compromís, Izquierda Unida, los comuns y una decena más de partidos. Todo ello después de una jornada electoral que no solo ha dejado profundamente tocados a los de Ione Belarra. Ningún partido a la izquierda del PSOE tiene mucho que defender tras los resultados del 28 de mayo.
El golpe de efecto del presidente del Gobierno ha servido de momento para que los principales sujetos en esta disputa muestren su voluntad de concurrir en unidad. La secretaria general de Podemos, Ione Belarra, convocó poco después del anuncio de Pedro Sánchez una comparecencia para reconocer los malos resultados y lanzar un mensaje: “Quiero comunicarles que estamos trabajando para darle a la ciudadanía progresista la noticia que lleva mucho tiempo esperando, para que este espacio se presente unido y salgamos a ganar, a gobernar con más fuerza”.
El anuncio de Sánchez pilló a Podemos en medio de la reunión de su dirección, que había previsto una rueda de prensa con sus portavoces que finalmente tuvo que demorar para las declaraciones de su líder. Del otro lado, un mensaje en las redes sociales. “Desde este mismo momento estamos trabajando para ganar el próximo 23 de julio. Asumo el reto”, dijo Yolanda Díaz. En su consigna no había llamadas a la unidad pero fuentes de su entorno trasladan que las vías de comunicación ya están abiertas y que hay trabajo avanzado.
En un movimiento que parecía coordinado, el coordinador federal de Izquierda Unida, Alberto Garzón, publicaba otro tuit a la misma hora: “Vamos a defender las conquistas sociales logradas durante todos estos años y nos ponemos manos a la obra para presentar una propuesta de país que nos permita frenar la ola reaccionaria”.
La dirección federal del partido envió un comunicado por la tarde en el que analizó el “pésimo saldo” de las elecciones y en el que constató que “solo desde la suma de organizaciones políticas y la sociedad civil” se podrá construir una “alternativa de país seria, ilusionante e inteligible”. “Sumar y la candidatura de Yolanda Díaz son la mejor oportunidad para ofrecer ese proyecto de país y ganar las elecciones generales”, dice.
La empresa de la unidad, incluso si la voluntad mostrada es real, es de gran complejidad, como ya demostraron las conversaciones previas al lanzamiento de Sumar el pasado 2 de abril. En ese momento, Podemos pugnó por que la plataforma de Díaz se abriese a firmar una declaración en la que hubiera un compromiso de que la candidatura a las generales se dirimiría con unas primarias abiertas. Ya entonces se vio la dificultad de articular un movimiento que afecta a varios vértices de un mismo prisma: Compromís y Más Madrid rechazaban un acuerdo que estableciese condiciones antes del 28 de mayo.
La dificultad añadida la componen las formaciones a las que se ha acercado Yolanda Díaz para su armado electoral. Si partidos como la Chunta Aragonesista, Batzarre o Drago se incorporan al proyecto, es probable que lo hagan a cambio de una promesa de representación que en una lista con tantos partidos ofrece dificultades. Este tipo de nudos son los que aparecieron en las primeras conversaciones entre los negociadores de Sumar y el resto de partidos a principios de año, cuando Díaz visualizaba un escenario de al menos dos meses de negociaciones en verano.
Podemos busca trasladar “tranquilidad”
El rápido movimiento de Pedro Sánchez, sin embargo, reduce todas estas cuestiones a una más sencilla: si hay voluntad habrá pacto. Es evidente que Podemos ha quedado tocado después de unas elecciones en las que ha perdido su presencia institucional en la Comunidad de Madrid y en las Corts Valencianes. Tampoco ha conseguido entrar en el Ayuntamiento de la capital ni en el de València. La paupérrima actuación de la izquierda en todo el país deja a los de Belarra fuera de cinco de los seis gobiernos autonómicos en los que tenía sillón y pasa de 47 a 15 diputados autonómicos.
Un diputado del partido restaba hace días valor a estas elecciones: Podemos no es un partido ni municipal ni autonómico. Y lo cierto es que tradicionalmente a la formación le ha ido mejor en las generales que en elecciones como en las de este domingo. Si su electorado respondiese algo mejor el próximo 23 de julio, un porcentaje de voto del 4%, el 5% o el 6%, como le otorgaban las encuestas previas a estas elecciones, podría arrebatar a un Sumar sin Podemos la posibilidad de quedar tercero, por delante de Vox.
Un análisis reciente de este diario sobre los inciertos efectos de la división electoral dejaba un mensaje claro: en generales, la separación penaliza más que en autonómicas y municipales. “En las nacionales se supone que los proyectos políticos son más generales [que en autonómicas y municipales, donde pueden surgir fuerzas más localistas] y el sistema electoral perjudica mucho la fragmentación”, apunta José Pablo Ferrándiz, doctor en Sociología y director de Opinión Pública y Estudios Políticos en la consultora Ipsos.
“En las circunscripciones pequeñas y medianas, el umbral es del 3% pero en muchos casos el umbral real asciende al 17%”, añade, sobre las circunscripciones que se disputan pocos escaños y donde el coste de cada diputado es mucho más alto para cada formación. “Los dos pueden tener representación pero que no les va a servir para nada, están condenados a entenderse”, opina.
En Podemos, mientras tanto, buscan trasladar “tranquilidad”. “Ya habíamos avisado en on y en off desde hace meses de que podía producirse un adelanto electoral”, indican, y defienden que Podemos tiene los deberes hechos como partido. Las elecciones, dicen, acaban de ser ayer y la maquinaria interna está activada. Lo que queda por saber es si la voluntad se traducirá en acuerdo; si habrá entendimiento en una mesa que ya está abierta. La cuenta atrás ya está en marcha.