Domingo, 18 de abril. Varios centenares de personas llenan la plaza Nelson Mandela de Lavapiés para asistir a un mitin de la campaña del 4 de mayo. Tres personas acaparan los focos y los aplausos de los asistentes. Dos son candidatos. Otra, no. Al menos no todavía. Serigne Mbayé, un líder sindical de quienes no tienen derecho a casi nada, y que ha sido amenazado de destierro por la ultraderecha, presenta a la vicepresidenta tercera del Gobierno, Yolanda Díaz. Y ella, tras su discurso, al cabeza de cartel de Unidas Podemos el 4M: “Quiero dar las gracias a Pablo [Iglesias], no por su valentía, sino por su convicción de que claro que podemos ganar Madrid. No todos somos iguales”. El público, entregado a la ministra de Trabajo, grita “¡presidenta, presidenta!”. Un fulgurante cambio de papeles entre ambos. Hace un lustro era Iglesias quien acudía a los actos de la Alternativa Galega de Esquerdas para apoyar a sus aliados; hoy es Díaz, cuya popularidad no ha parado de crecer desde que entrara al Gobierno hace más de un año, quien se vuelca en la campaña de su amigo y hasta hace un mes líder político, prodigándose en mítines, visitas y entrevistas.
El terremoto político (otro) que desencadenó Pablo Iglesias cuando el pasado 15 de marzo anunció por sorpresa su renuncia a la Vicepresidencia del Gobierno para presentarse contra Isabel Díaz Ayuso tenía efectos colaterales. Iglesias era consciente de que su renuncia, decidida en apenas 72 horas, dejaba un hueco libre. Y no uno cualquiera. El secretario general de Podemos milita desde hace algunas décadas en diferentes lugares y sabe que, en política, todo espacio vacío es ocupado inmediatamente. Así que optó por dejar el debate todo lo zanjado que pudo: “Tenemos que animar y apoyar a Yolanda [Díaz] para que ella, si así lo decide, y si así lo quiere la militancia de nuestras organizaciones, sea a candidata de Unidas Podemos en las próximas elecciones”.
Díaz no ha dicho aún que sí. Este mismo lunes, en una entrevista en Al Rojo Vivo, daba de hecho a entender que, hoy por hoy, está en el no. Pero sí dejaba margen para que sus seguidores guarden la esperanza: “Si cambio de opinión y decido dar un paso al frente para presentarme a las elecciones, primero daría la palabra a los militantes de los partidos”. La vicepresidenta de momento está más centrada en su tarea ministerial. En concreto, en reactivar con patronal y sindicatos el desmontaje de la reforma laboral del PP, que se paralizó con la pandemia, y en negociar dichas reformas con la Comisión Europea. Desde el Ministerio de Trabajo apuntan que ambas negociaciones van bien. Además, se debe finalizar un complejo traspaso de poderes para que, por primera vez desde la fundación de Podemos, alguien ajeno a este partido lidere el espacio político que se articuló a su alrededor.
En la cúpula de Unidas Podemos todos reconocen que la ya vicepresidenta tercera era la mejor opción para sustituir a Iglesias. No la única, pero casi. “Es una muy buena decisión que a nadie habrá sorprendido. Se trata de nuestro mejor activo público en este momento”, aseguró el ministro de Consumo, Alberto Garzón, en una entrevista en elDiario.es. Díaz y Garzón no han terminado especialmente bien su relación política, que era excelente en 2014. Pero el coordinador federal de IU ha aceptado como natural el relevo, que comenzó a fraguarse el pasado verano.
También otra de las personas en las quinielas para sustituir a Iglesias llegado el momento, Irene Montero, se ha situado al servicio de Díaz. La número dos de Podemos es consciente de la mayor capacidad de movilización de la ministra de Trabajo y del rol que cada una debe jugar a partir de ahora dentro de la coalición. En principio, Iglesias se mantendrá somo secretario general de Podemos hasta que termine su actual mandato en 2024, lo que debería garantizar una transición tranquila, si es que eso existe en política.
Este pasado sábado, 24 de abril, en otro acto de campaña, Montero cogía el micrófono de manos de Díaz: “A sus pies, presidenta”. La vicepresidenta inclinó levemente la cabeza en señal de agradecimiento. Antes había protagonizado un encendido discurso con el que activar hasta el último voto al que ella puede llegar. Y son muchos, según los barómetros.
“Salgamos a hacer campaña para decirles que somos más, que nos tomamos en serio nuestras vidas, calle a calle, barrio a barrio, para decirles que no van a ganar. Somos más”, dijo la vicepresidenta. “Nos jugamos que Vox pueda formar parte del Gobierno y decidan sobre nuestras vidas. Quieren hacernos desiguales, nos odian por ser mujeres. Nos jugamos nuestros derechos”, añadió.
Díaz, consciente de su actual ascendencia sobre diferentes estratos de la sociedad, incluida claro la gente trabajadora, apeló directamente a ella. Y a los sindicatos de clase. “Pido a los trabajadores y trabajadoras de Madrid que se movilicen y vayan a votar. A los sindicatos, a CCOO, a UGT, a CGT, a todos, que organicen a la gente trabajadora”, señaló. En su triple papel de militante, gobernante y futurible líder de Unidas Podemos, Yolanda Díaz mencionó en el mismo barco a las fuerzas progresistas (“podemos ganar de la mano con otras fuerzas políticas, dijo en referencia a PSOE y Más Madrid). Pero finalmente reclamó el voto para Pablo Iglesias y Unidas Podemos: ”No somos lo mismo, somos diferentes“.
Las elecciones se celebrarán el próximo 4 de mayo, apenas tres días después de una celebración del Primero de Mayo que suele nutrirse de actos de reafirmación de la independencia sindical y de recordar sus compromisos en materia laboral a los dirigentes políticos. De hecho, este año el lema será “Ahora toca cumplir”.
El equilibrio que intenta Díaz busca preservar su perfil pactista y gestor. Una imagen que la había situado como una de las ministras mejor valoradas del Gobierno desde que tomara posesión del cargo, en enero de 2020. Siempre por encima del 4 en la nota que le daban los ciudadanos en los barómetros del CIS. Pero su ascenso a principal referencia de Unidas Podemos en el Ejecutivo de Pedro Sánchez ha disparado su popularidad hasta el 5,2 de nota.
A Díaz solo le superan dos ministras: la vicepresidenta segunda, Nadia Calviño, y la titular de Defensa, Margarita Robles. La diferencia con las socialistas es que la ministra de Trabajo recibe notas muy bajas de los encuestados que recuerdan haber votado a las tres derechas (PP y sus aliados regionales, Vox o Ciudadanos), mientras que repunta entre los partidos que forman el Gobierno de coalición y los que lo sostienen en el Congreso. La mayoría de los Presupuestos que garantiza la gobernabilidad presente y, según las encuestas, futura.
De hecho, son los votantes de Más País los que le dan una nota media más alta (8), seguido de los integrantes de Unidas Podemos, Compromís y el PSOE. Incluso desde partidos poco izquierdistas como el PNV, el PRC o JxC obtiene notas media por encima del 5.
Pese a su disconformidad con las formas con las que Iglesias anunció el relevo, y su rechazo a confirmar que aceptará el encargo que todo el espacio político de Unidas Podemos le reclama, Díaz pondrá todo su bagaje político a disposición de su amigo y compañero de batallas que ya parecen lejanas.
Como aquellas elecciones gallegas de 2012 que, como recordaba hace dos miércoles el exdiputado Xavier Domènech en la presentación de su libro (Un haz de naciones, Península), acompañado precisamente de la vicepresidenta, fueron un “experimento” de lo que después ocurrió en el resto del Estado en el trienio 2014-2017. Ambos compartieron cientos de horas de trabajo y negociación en el Congreso, donde forjaron una amistad que todavía dura, y se dedicaron piropos en el único momento ajeno a la política que, según confesó la propia Díaz, ha tenido desde aquel 15 de marzo.
“Lo echo demasiado en falta. Lástima que no nos esté acompañando”, dijo Díaz del excandidato de En Comú Podemos que ganó por dos veces las elecciones generales en Catalunya. “Estoy contento y emocionado. Es amiga, pero me impone porque es vicepresidenta”, respondió él, como tratando de asimilar todavía la situación. No son pocos los que creen que el futuro de Unidas Podemos pasará no solo por el liderazgo de Díaz, sino también por recuperar otros nombres que se han ido quedando por el camino estos años. Para eso, sostienen algunos en Unidas Podemos, primero hay que afianzar la situación de puertas hacia dentro, para no repetir errores del pasado que acabaron, como el caso madrileño o el gallego, con una implosión del espacio.
Algunos dirigentes que están en la sala de máquinas desde 2014 recuerdan que el sucesor natural era Íñigo Errejón, pero que se precipitó al lanzar Más Madrid, primero, y Más País, después. “No tuvo paciencia, ahora sería él”, dicen, sin ocultar cierta satisfacción de que la heredera sea la ministra de Trabajo.
Los elogios que recibe en público se prodigan también en privado. Sobre todo después de las dos sesiones de control que ha protagonizado ya en el Congreso. Dos asaltos en los que su rival en el cuadrilátero parlamentario, Teodoro García Egea, no ha logrado alcanzar a la ministra. El secretario general del PP estaba acostumbrado a lidiar cada semana con Pablo Iglesias, con quien tuvo duros enfrentamientos. Pero el tono, la actitud y los mensajes de Díaz son otros que en nada se parecen a los del hoy candidato de Unidas Podemos.
La primera fue el 14 de abril. En una maratoniana sesión en la que el presidente Sánchez informó sobre el estado de alarma se celebró el habitual control parlamentario al Gobierno de los miércoles. Egea señaló a Díaz por los “más de seis millones de parados” que hay en España. La vicepresidenta le corrigió: “Voy a corregir sus datos. Presumo que los dirigentes del PP no manipulan los datos del paro. La cifra es de 3.940.640. Entiendo que esos seis millones le recuerdan a la gestión del PP de Mariano Rajoy, que en 2013 tenía 6,2 millones de parados y una tasa de paro juvenil del 56%”.
Una semana después, el número dos de Pablo Casado insistía con la misma ministra y el mismo tema, aunque trufado, como es habitual en las preguntas de Egea, de otros temas: de la renovación del CGPJ a la deriva chavista de España y la, en su opinión, mala gestión de la pandemia. “Perdieron en Murcia, en Castilla y León, en Bruselas, y van a perder en Madrid”, le dijo García Egea, ya en campaña.
“Parece que usted es bastante mal alumno. En España hay 3.949.640 parados”, le recordaba Díaz. Como si quisiera afianzar su posición de alumna aplicada frente al dirigente del PP, la vicepresidenta respondía con las manos cruzada sobre sus piernas. Pero esta militante comunista también se puede enfadar, como se ha encargado de recordar muchas veces Iglesias asegurando que es una “durísima negociadora” y que tiene “firmes convicciones. Díaz pasó al ataque contra Egea y le achacó el poco ”respeto por las personas que están en el paro“ y por ”convertir su pregunta en un mitin del PP“.
La vicepresidenta recitó el informe del FMI que había servido al secretario general de Casado como argumento para su pregunta: “El FMI pensó que íbamos a aplicarlas las mismas recetas que ustedes, por eso se equivocó” en sus previsiones iniciales, dijo. Ahora, ha continuado, el organismo vaticina que el paro en España estará “por debajo del de Rajoy cuando gobernaba”.
“Los tiempos cambian, incluso para el FMI. Súmense al cambio y defiendan a su pueblo”, le espetó como cierre de su turno a García Egea. Una sensación que también ronda en Unidas Podemos desde el pasado 15 de marzo y que tiene en el papel que ha reservado Pablo Iglesias para Yolanda Díaz en esta campaña, como uno de sus principales puntales, uno ejemplo palpable de ello“. La ministra comunista que encadena dos años de pactos con la patronal y los sindicatos se remanga ahora para hacer campaña.
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