Entrevista

Carlos Saura, Goya de Honor 2023: “Nunca he hecho cine para agradar a nadie ni recibir reconocimiento”

Javier Zurro

1 de febrero de 2023 22:45 h

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Cuando Carlos Saura comenzó a hacer cine, España seguía en blanco y negro. Era 1960, y tras unos cortos y estudiar en la escuela de cine, debutaba con una película de cine quinqui antes de que el término se acuñara, Los golfos. Saura miraba, con su primera obra, a los débiles, a los abandonados, y lo hacía desde el Festival de Cannes, donde desde bien pronto se rindieron a sus historias y su forma de contar. Sus fricciones con la censura comenzaron desde antes de empezar como director, y se mantuvieron todos los años en los que el franquismo siguió cercenando la libertad de expresión.

Sin embargo, fue su cine quien comenzó a traer color y modernidad a aquella España gris y dictatorial. Con un ingenio prodigioso, Saura se las apañaba para burlar la censura y realizar ataques frontales a la burguesía franquista en películas como La caza o Peppermint Frappé, una de las obras más radicales y autorales de la historia del cine español. Cuesta creer que con Franco todavía vivo —aunque poco antes de morir—, Saura rodara dos películas como Ana y los lobos y La prima Angélica, una de las grandes obras (si no la mejor) del cine español sobre la Guerra Civil.

Un carrera que le ha convertido en uno de los directores más premiados de la historia de nuestra industria, con un Oso de Oro, dos Osos de Plata y un Gran Premio del jurado en Cannes entre otros muchos. Con 91 años sigue creando y buscando. Su curiosidad está intacta, la misma que tenía cuando se colgó del telón del Palais de Cannes para protestar por el mayo del 68. Saura sigue encontrando la forma de hablar de temas que le obsesionan, como en Las paredes hablan, el documental que estrena este viernes y en donde reflexiona sobre la historia del arte, desde las pinturas rupestres hasta los grafitis. Es la esencia de una figura fundamental de nuestro cine, alguien siempre buscando la forma de hablar de nosotros y que, además, recogerá este año el Goya de Honor a toda su carrera, a la altura de los grandes maestros (Buñuel, Berlanga y Almodóvar), aunque no siempre igual de reconocida.

En su cine la pintura, el arte o la música siempre han estado muy presentes, y de repente rueda un documental que une las pinturas rupestres con los grafitis.

El arte siempre me ha fascinado, y ha sido algo que he tenido muy cerca gracias a mi hermano Antonio. Este fue un proyecto que me llegó a través de José Morillas, el coguionista, y de María del Puy Alvarado, la productora, y desde el principio me pareció muy interesante, aunque la evolución hacia los grafitis no estuvo en la idea inicial y ha sido algo que hemos ido descubriendo poco a poco.

¿Que tienen los grafitis de aquellas pinturas rupestres?

Pues tienen la esencia del ser humano, tienen la pulsión artística, el deseo de crear del hombre, el plasmar “yo estuve aquí” como bien cuenta Suso33 en el documental. Al final, por mucho que pasen los siglos el arte es una forma de expresión inherente del ser humano.

Reivindica algo como el grafiti que, normalmente, está denostado, ¿por qué cree que ocurre?

Porque no se sabe apreciar, porque a veces se etiqueta como vandalismo pero, como se ve en el documental, no es más que una forma de expresión del ser humano, una forma de expresión que forma parte de nosotros y que nos acompaña desde que tenemos conciencia y empezamos a crear.

A mi generación nos costó mucho salir adelante en una España gris, en una España en la que casi todo estaba prohibido

Sus primeras películas también tenían esa modernidad, eran un soplo de aire fresco, ¿siente que en España no fueron bien recibidas por ese motivo?

Eran otros tiempos, otra situación social y cultural, no olvidemos la Guerra Civil, la posguerra y el franquismo, que fueron terribles. A mi generación nos costó mucho salir adelante en una España gris, en una España en la que casi todo estaba prohibido. En nuestro grupo la mayoría éramos de la escuela de cine, queríamos otra cosa, teníamos otras inquietudes, otras formas de ver la vida, y eso es lo que siempre he contado en mis películas. Es verdad que las primeras películas tuvieron una mayor repercusión fuera de España, sobre todo en Francia, y seguramente gracias a eso y a los festivales pude seguir haciendo cine.

¿Cómo de importante fueron festivales como Berlín o Cannes para usted y para su carrera?

Ambos festivales, y también el de San Sebastián, han sido esenciales para mi carrera. Cuando fui a Berlín con La caza estábamos en un hotel de tercera, pasamos la película y ese día nos llamaron para cambiarnos de hotel. El día que nos íbamos a ir nos dijeron que nos quedáramos y nos llevaron a un hotel de cinco estrellas y nos pusieron un Mercedes con un chófer a nuestra disposición, y ganamos el Oso de Plata, luego volvimos años después con Peppermint Frappé. Con esto quiero decir que los premios te abren puertas, te dan ciertos privilegios y te dan reconocimiento. Yo gracias a Berlín y a Cannes tuve gran reconocimiento en España y fuera de España, sobre todo en Francia y gracias a eso pude seguir haciendo películas.

¿En algún momento temió que no pudiera hacer cine en España y tuviera que irse fuera, como le ocurrió a Buñuel?

Temerlo sí lo he temido. Ahora echamos la vista atrás y parece que se nos ha olvidado, pero hace no tantos años España era un país completamente diferente, atrasado, pobre… No me hubiera importado irme, pero por suerte no tuve que hacerlo y siempre que he hecho películas fuera de España ha sido por placer. 

Sus películas de esos años son claros ataques al franquismo, algunas de ellas hechas durante el franquismo, ¿tuvo problemas con la censura, cómo los esquivaba?

Sí, todos teníamos problemas con la censura, era algo terrible. Nosotros hacíamos lo que podíamos, nos las ingeniábamos para poder pasar el control del guion utilizando la imaginación, agudizando el ingenio. Recuerdo cuando leyeron el guion de La caza que me dijeron “la caza sí, pero del conejo, no”, y así se quedó.

¿Cree que se ha ganado a pulso la etiqueta de autor que tan rápido le pusieron fuera y tanto costó que se la pusieran en España? 

A mí, la verdad que eso de cine de autor nunca me ha gustado, porque creo que el cine siempre es de un autor. Entiendo que se refiere más al cine de arte y ensayo, al cine menos comercial, diferente, innovador. Sea como sea, que se etiquete, mientras sirva para conservarlo e impulsarlo, bien está.

Eso de cine de autor nunca me ha gustado, porque creo que el cine siempre es de un autor. Sea como sea, que se etiquete, mientras sirva para conservarlo e impulsarlo bien está

Su cine ha sido reivindicado por una nueva generación de directores como Carlos Vermut, Juan Antonio Bayona… y realizadores internacionales como Bong Joon-Ho, ¿siente que su cine, aunque quizás más tarde, sí ha encontrado su reconocimiento?

Es algo que, la verdad, no me ha preocupado, porque yo no he hecho cine para agradar a nadie o para recibir reconocimiento, lo he hecho porque me gustaba, porque a través de él puedo contar las historias que se me ocurren, porque puedo jugar con la música. Pero desde luego, siempre es un halago que el trabajo que uno hace lo vea la gente, que les haga pensar y que lo aprecien.

¿Siente Carlos Saura que tiene herederos en el cine? 

Herederos como tal, no. Siento que hay gente a la que le ha podido influir mi cine, cineastas que han visto mis películas y les ha hecho reflexionar, les ha hecho pensar, y eso para mí es un triunfo.