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OPINIÓN | 'Este año tampoco', por Antón Losada

“Los señores del petróleo exigieron acabar con la ‘fantasía de los molinillos' porque peligraba su cuenta de resultados”

Ofrecemos la segunda parte de la entrevista con el economista y activista social Manuel Garí, coautor del libro Qué hacemos por otra cultura energética. Sus respuestas se centran ahora en las energías renovables: su viabilidad, las causas de su freno en España, los intereses económicos, su relación con el cambio de modelo productivo, y la necesidad de un proceso de empoderamiento social y democrático de la energía. La primera parte, ya publicada, pueden leerla aquí.

Las renovables, ¿son una alternativa de presente o de futuro?

Para que haya futuro hay que conjugar las renovables en presente. No es concebible un modelo energético del año 2050 que no esté basado en las renovables. Pero para llegar en condiciones aceptables a esa fecha es preciso implementar masivamente las fuentes limpias. Nuestra sociedad, nuestra humanidad no tiene un crédito ilimitado de tiempo. Debemos actuar de inmediato.

Puede sonar a apocalíptico pero no lo es. Lo dicen las voces ecologistas. Es una opinión que se abre paso entre los sectores de izquierda. Pero no lo dicen solo ellos. La voz más autorizada y documentada es la de los científicos del IPCC mandatados por Naciones Unidas para analizar la situación climática, quienes han concluido que el problema es grave y se agrava día a día y que está causado por las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) de origen antropocéntrico. Para evitar eufemismos, podemos decir que son emisiones vinculadas al desarrollo del capitalismo industrial. En el centro de problema está el modelo energético.

Por ello, podemos concluir que está en las manos humanas poner fin a la locura. Hay que impulsar la maduración e implementación de las renovables para lograr el “100% renovables” en las próximas décadas. De no hacerlo el panorama se ensombrecerá aún más, bien por el clima bien por el agotamiento de recursos.

¿Son suficientes por sí mismas para la demanda energética de un país como España? ¿Podríamos ser energéticamente independientes solo con renovables?

Son suficientes para atender la demanda eléctrica y pueden llegar a serlo, si hay modificaciones en otros sectores, para atender el conjunto de las necesidades energéticas. Por tanto son la clave de la independencia energética en el caso del Estado español. Pero también a nivel mundial. Las renovables son las únicas fuentes que pueden atender las necesidades de los países empobrecidos y hacer llegar la electricidad a los casi dos mil millones de personas que carecen de la misma.

Desde el punto de vista de la generación eléctrica española, las renovables en su conjunto y la eólica en particular han mostrado ya su capacidad de sustituir a las centrales convencionales, como nos recuerda y con razón Javier García Breva. Su curva de aprendizaje les ha permitido ya resultados tan espectaculares en el caso español como suponer el 1% del PIB en 2010 o llegar a cubrir durante periodos determinados, y pese a las dificultades de acceso al sistema que tienen, el 40% de la demanda eléctrica.

Pero el cambio de modelo hacia la sostenibilidad energética en clave ecológica comporta más requisitos. Tanto en el ámbito español como en el internacional. No somos una isla. Hay que conseguir mayor eficiencia energética, lo que significa obtener más con menos. Hay que extender el acceso a la energía a quienes a nivel mundial no la tienen. Hay que ahorrar en términos absolutos la energía que usamos. Por tanto el sistema de ecuaciones del nuevo modelo energético tiene parámetros tecnológicos, sociales y ambientales, y resolver las incógnitas es tarea muy compleja.

Pongo sobre la mesa una idea central: el nuevo modelo no se reduce a cambiar de fuentes; a la par debe “pacificar” o sea reducir la cantidad de energía requerida en términos absolutos en el mundo, a la vez que la lleva a donde no hay y la saca de dónde se despilfarra. Esto va contracorriente del modus vivendi del egoísmo primermundista. Pero hay más: hay que acabar con el optimismo tecnológico también en las renovables, estas no pueden crecer ilimitadamente al servicio de lo que ya es una metáfora del siglo XXI: el despilfarro de la iluminación nocturna de unas ciudades a las puertas del abismo de una central que suda muerte.

“Hay que acabar con el optimismo tecnológico también en las renovables, que no pueden crecer ilimitadamente al servicio del despilfarro”

¿Por qué seguimos apostando por energías fósiles conociendo ya las renovables?

La apuesta fósil es injustificable pero explicable. Durante un periodo de tiempo de bonanza económica parecía que se estaban dando pasos en el buen sentido, porque todas las fuentes de energía cabían en la cesta ya que el aumento de la demanda era incontenible, había cierta estabilidad de los precios de crudo y gas, y las renovables estaban en pañales y no representaban peligro alguno para los oligarcas de la energía, que incluso coquetearon invirtiendo en las nuevas energías limpias. Pero la crisis geopolítica originada por la invasión a Irak y la crisis financiera que comportó la pérdida en instantes de billones de dólares en activos ficticios, puso patas arriba los discursos de papel. Los señores del petróleo exigieron que acabasen las “fantasías” de lo molinillos de viento porque veían peligrar su cuenta de resultados. Las grandes compañías energéticas españolas siguieron la misma pauta marcada por los magnates internacionales.

¿En qué sentido las energías renovables son “transparentes”?

Se puede afirmar que las energías convencionales forman parte de un sistema energético no transparente, porque están en manos de una oligarquía mundial sin control democrático, e incluso con prácticas dictatoriales en muchos países, y capaz de imponer silencios, normas y barreras a gobernantes y pueblos. Y guerras. Como decía Gandhi, la primera víctima de la guerra es la verdad. Pero ello va más allá del conflicto bélico y también forma parte de la guerra comercial entre capitalistas y de la guerra de clases contra los pueblos. No se pueden obtener ingentes beneficios con una política de puertas abiertas, de cristales transparentes y libros contables sin amaños.

La transparencia no radica en la tecnología per se en abstracto, sino en la relación social que la que se usa y sustenta en toda la cadena de valor. La transparencia se apoya en la conciencia social, en la regulación normativa, en la práctica cotidiana del control democrático y en la identificación con el servicio público de los administradores. En el caso de las renovables también con la nueva cultura energética.

Las energías limpias también pueden estar en manos de herméticos conspiradores. Todo lo que se puede convertir en mercancía es susceptible de engaño y ocultación. Vivimos bajo ese signo en el capitalismo. Pero el tipo de tecnología que usan y el que se alimenten de fuentes naturales inagotables y sin dueño, hace que materialmente las renovables sean muy aptas para la transparencia. Sobre todo según se avance en la mejora de componentes y eficiencia. Son tecnologías que permiten un mayor acercamiento producción/consumo y por tanto trabajo/ciudadanía que las energías convencionales porque son autóctonas, requieren menores inversiones iniciales, pueden distribuirse por el conjunto del territorio, y su misma naturaleza facilita el control democrático de la población, con activa participación de la ciudadanía tanto en el proceso de planificación como en el de ejecución, producción y consumo. Todo ello posibilita la transparencia del un modelo energético renovable.

¿Qué ha sucedido en España con las renovables? ¿Por qué se ha frenado su desarrollo?

Hubo un movimiento de opinión a favor de las renovables por ser un recurso autóctono, hubo una regulación estatal y autonómica que favoreció su implantación, se realizaron inversiones importantes en toda la cadena de valor de las diversas tecnologías y fuentes. Hubo, es necesario decirlo, algunas inversiones que tuvieron un carácter especulativo por parte de capitales ociosos que huían ya de la construcción. Pero en conjunto parecía que la marcha de las renovables era imparable. Ello incomodó poderosos intereses. En la última década España pasó de ser deficitaria en producción eléctrica a disponer de una capacidad de generación excesiva. El tiempo y la inversión requerida para construir una central de gas, opción que resultó mayoritaria, son muy elevados, por lo que los planes oligárquicos se vieron frustrados en el momento en que se dio un crecimiento continuado y vigoroso de las renovables, a la par que una cierta contención de la demanda, que desde luego no evolucionó según las erróneas y optimistas perspectivas efectuadas por las compañías eléctricas.

La maquinaria de mentiras sobre las primas y los sobrecostes se puso en marcha hasta que, producto de las presiones oligárquicas, empezó un baile de ataques normativos a dicho desarrollo. Los grandes partidos políticos españoles están transversalizados en la cuestión energética y encontramos lobistas petroleros, gasísticos o nucleares tanto en el PSOE como en el PP, más fuertes y abundantes en este, y también en el PNV y CiU. Pero ambos partidos han consentido y practicado las puertas giratorias de altos cargos que han deambulado del puesto político al consejo de administración de entidades financieras y compañías energéticas, en ambos casos con fuertes intereses en las fuentes convencionales. Y eso llega hasta los mismos expresidentes del gobierno central. ¿Hay algo más que explicar?

“Los partidos españoles están transversalizados en la cuestión energética: hay lobistas en PSOE, PP, PNV y CiU”

El sector de renovables habla de inseguridad jurídica por las últimas decisiones.

En el caso español la regresión es patente. Los avances peligran. Tienen razón los portavoces del sector de las renovables: se ha dado un caso de inseguridad jurídica porque se han cambiado las reglas de juego a mitad del partido. El ministro socialista Miguel Sebastián, que ya había puesto trabas en el camino de las renovables pese al discurso oficial de Zapatero, en la primera reunión de ministros del ramo de la UE tras Fukushima, en un prodigio de imaginación, pidió más ayudas para el carbón autóctono. El actual ministro, el popular José Manuel Soria, apuesta por favorecer el fracking, realizar nuevas prospecciones petroleras y apoyar la energía nuclear a la vez que dificulta absolutamente la extensión de la generación distribuida de las energías renovables. Soria es objeto de mofa en la prensa internacional por sus últimas decisiones. Kelly Phillips, en el artículo “Sin idea y endeudada, España pone sus miras en gravar con impuestos al sol”, en la revista Forbes del 20 de agosto pasado, afirmaba que Soria ha adoptado medidas energéticas por motivaciones recaudatorias, pues busca reducir la deuda con impuestos y multas “increíblemente onerosos”. Y lo hace sobre el modelo energético que se impulsó en la última década, en que España se convirtió en uno de los primeros países del mundo en capacidad de energía solar fotovoltaica instalada, con capacidad de cubrir toda la demanda.

El principal enemigo de las renovables en España no son las restricciones técnicas ni la falta de condiciones naturales, es el Boletín Oficial del Estado. ¿Por qué tanto desvarío? El cóctel de la sinrazón está compuesto a partes iguales de voluntad no disimulada de servir a los intereses oligárquicos, insensibilidad ecológica y social (el “¡qué se jodan!” de la diputada Fabra) e ignorancia culpable.

¿Estamos en condiciones de apostar por las renovables en un momento de recesión?

Sí estamos en condiciones, y deberíamos hacerlo. Para que las renovables se desarrollen a ritmo suficiente, en ausencia de un plan energético democrático de obligado cumplimiento con el concurso de inversiones masivas a cuenta de los presupuestos generales del Estado, al menos sería necesario que desde la administración hubiera políticas de promoción de amplio espectro: proyectos de demostración para darles visibilidad y sensibilizar a la sociedad, incentivos financieros para la adquisición de las infraestructuras para la generación renovable, instauración de tarifas de introducción a la red eléctrica, préstamos a bajo tipo de interés, subvenciones de capital o apoyo local a la construcción.

Asimismo una apuesta decidida por la electrificación del transporte de mercancías y pasajeros, que permitiría evacuar la producción de las renovables. Abandonar la apuesta del camión a favor del tren, y del coche privado a favor del vehículo colectivo, así como dejar de favorecer sistemáticamente a los fabricantes de coches y comenzar a apoyar un servicio público que facilite la movilidad sostenible son requisitos para dos objetivos: acabar con el problema climático y abrir paso a las renovables.

¿Van en esa dirección otros gobiernos en el mundo?

A nivel mundial, muy tímidamente en el caso de las renovables, sobre todo si se compara con el apoyo a las energías sucias. Myers y Kent estiman que los subsidios anuales para la energía fósil alcanzan los 119 billones de dólares anuales, para la energía nuclear 12 billones, y estimaron las “externalidades” en 200 billones que asumió económicamente la sociedad en su conjunto, además de padecer los efectos negativos. Desde luego el gobierno español no está a la cabeza de otra política. Y, sin embargo, en el caso de nuestro país las medidas decididas a favor de otro modelo energético supondrían una “nueva frontera”, capaz de sacarnos de la recesión y de un modelo productivo basado en la construcción y el turismo de sol y playa.

Empoderamiento energético

Empoderamiento energético-¿Hay riesgo de que el mercado de renovables acabe en manos de las mismas grandes compañías que controlan la energía hoy? ¿Cómo evitarlo?

Sí, el riesgo existe. Hoy el riesgo real es el que señalas, que las grandes empresas del sector de las convencionales, u otras ad hoc creadas por el capital financiero, se hagan con el I+D+i de las renovables y comiencen a explotar este nuevo nicho de negocio. Y también hay otro riesgo en un futuro hoy inimaginable pero que podemos describir como: inexistencia de capitales privados pero dominio de un sector político burocrático de la energía. Debemos erradicar ambos escenarios. La receta que deberíamos aplicar al capitalismo deberíamos también mantenerla en una sociedad postcapitalista.

Volviendo al más probable actualmente, el la intromisión de las grandes multinacionales en el negocio de las renovables, cabe decir que podrá hacerse realidad si no se produce un proceso de empoderamiento social de la energía. Se hará realidad si ahora apostamos por grandes campos solares o eólicos alejados centenares de kilómetros de los centros de uso.

“La intromisión de las multinacionales en las renovables es posible si no hay un proceso de empoderamiento social de la energía”

-¿Cómo puede democratizarse la energía, lo que llaman “empoderamiento social de la energía”?

Convertir a la sociedad en dueña y señora de la energía exige la máxima democracia y una nueva hegemonía cultural en el campo de la energía acorde con criterios ecológicos y sociales. Ello es incompatible con la posición preponderante del capital privado en la generación de energía. El empoderamiento social de la energía implica que la sociedad interviene mediante la inversión pública, la propiedad socializada de los sectores energéticos estratégicos y el plan democrático elaborado con la participación popular y de obligado cumplimiento. Pero hay que dar un paso más, la democracia energética se hará realidad si además apostamos por la generación distribuida que borra las fronteras entre productor y usuario. Cuanto más apreciemos el valor de uso frente al valor de cambio de la energía más se alejará el peligro.

-¿Por qué sostienen que el cambio de modelo energético sería un “vector del cambio de modelo productivo”?

El modelo productivo actual es sumamente depredador de los recursos naturales finitos, sus procesos son altamente ineficientes en el uso de las materias y la energía, como arroja el balance de los bienes y servicios obtenidos y los residuos, emisiones y vertidos generados, que depositan ingentes cantidades de productos tóxicos y nocivos en un medio natural con una capacidad de carga limitada. Su reconversión en términos ecológicos implica asumir como criterio rector de actuación la biomímesis del aparato productivo, de los medios de transporte, de la forma de consumir, en definitiva, de la manera de vivir. Implica, pues, utilizando la expresión de Marx, un nuevo metabolismo entre la sociedad y la naturaleza que parte de la convicción de que nuestra especie forma parte y vive de la biosfera.

El problema más acuciante y urgente es detener el cambio climático. Y si bien los GEI (gases de efecto invernadero) están imbricados en la inmensa mayoría de los procesos productivos agrícolas, ganaderos, industriales o de transporte, quien en términos cuantitativos aporta mayor cantidad de uno de ellos, el anhídrido carbónico, es el sector de la energía. Sector clave en toda la cadena de valor de la producción e imprescindible para el bienestar humano.

La energía es uno de los vectores básicos en la historia de la evolución humana. También en el presente. No es posible cambiar el modelo productivo si no empezamos por la energía, por la forma de controlarla, generarla y usarla. Sin ese paso es imposible dar los siguientes de forma firme y segura en la senda de una producción, una economía y una sociedad ambientalmente sostenibles. Pero, a su vez el cambio de paradigma energético inducirá profundos cambios en el resto del proceso productivo consuntivo. Vale la pena intentarlo.

Para más información sobre estas propuestas, en la web de la colección: www.quehacemos.org

Ofrecemos la segunda parte de la entrevista con el economista y activista social Manuel Garí, coautor del libro Qué hacemos por otra cultura energética. Sus respuestas se centran ahora en las energías renovables: su viabilidad, las causas de su freno en España, los intereses económicos, su relación con el cambio de modelo productivo, y la necesidad de un proceso de empoderamiento social y democrático de la energía. La primera parte, ya publicada, pueden leerla aquí.

Las renovables, ¿son una alternativa de presente o de futuro?