Fernando Pérez, plantar 4.000 árboles por amor a la vida
Nunca ha sabido muy bien por qué lo hace. Disfruta haciendo crecer la vida a su alrededor. En los últimos veinte años, Fernando Pérez ha plantado más de 4.000 árboles en Autol, el pueblo de La Rioja que le ha visto nacer y crecer. También, a sus árboles. Esta afición comenzó a fraguarse en aquellas primeras tardes de los fines de semana, en las que —como casi todos los hijos de agricultores de su generación— iba “obligado” a coger almendrucos y espárragos, antes de quedar con sus amigos. El huerto desde el que hoy hace esta entrevista, su refugio particular, era de su padre y también de sus abuelos: “Ahora se lleva mucho lo del huerto urbano, pues yo tengo un huerto rural. Siempre he abogado por vivir en el campo… Tiene muchas ventajas, por ejemplo, trabajo a dos minutos andando de mi casa”.
Delineante, educador social, hoy conserje del colegio… Su profesión nunca ha tenido nada que ver con la jardinería ni con la ecología. Sin embargo, su verdadera vocación es ver crecer los árboles desde que son solo una semilla diminuta. Aunque no todos sobreviven y muchos se secan, cuida, vigila y riega con dedicación los que salen adelante: “Suelo plantarlos en zonas abandonadas, en las laderas del monte, en la ribera del río...”. Y desinteresadamente. No recibe ningún tipo de ayuda económica por ello. “El otro día me hizo mucha gracia porque fui a casa de mi tía y me dijo: ‘Tendrían que ponerte una paguita en el Ayuntamiento’”, comenta entre risas. En 2013, quisieron reconocerle y le otorgaron el título de “catón del año”, gentilicio con el que se conoce a los nacidos en esta localidad riojana.
“Si supiera que el mundo se acaba mañana”, decía Martín Luther King, “hoy, todavía, plantaría un árbol”. Fernando lo hace cada muy pocos días. Un piñonero, que ya da sombra a los que pasean cerca del río, fue el primero. Después han venido miles y miles. Los más especiales son los que plantó bajo la atenta mirada de su hijo Lucas siendo un bebé. Hoy conoce la cifra total de todos a los árboles a los que ha dado vida con exactitud. Apunta cada uno de ellos en un pequeño cuaderno de notas. “Siempre hago un dibujo y un croquis de dónde está situado, y anoto la fecha, la especie y la cantidad”, explica mientras pasa varias hojas de la libreta.
“Cortamos árboles de manera gratuita”
Hace años que este amante de la naturaleza, de cincuenta y dos años, mide su vida al ritmo del lentísimo crecimiento de los arces de Montpellier, una de sus especies favoritas. Sin prisa, pero sin pausa: “Cuando empecé en 2002, no había tanta conciencia ecológica como ahora. Hay gente que se realiza mucho en el trabajo, yo me siento realizado haciendo esto”. Denuncia que en las ciudades y en las zonas urbanas, “se cortan los árboles de manera gratuita”. “Muchas veces, se consideran mobiliario urbano, cuando es mucho más fácil coger un banco y cambiarlo de sitio que arrancar un árbol que tiene cien años porque molesta. ¿Molesta a quién y por qué?”, termina, lanzando la pregunta al aire.
A través del Grupo Scout, intenta transmitir la conciencia medioambiental a los jóvenes del pueblo con charlas y semanas culturales, a las que, en varias ocasiones, ha acudido el conocido naturalista y divulgador Joaquín Araujo. “Es un personaje y todo un referente, pone voz mejor que nadie a mis pensamientos”, reconoce. En la época en la que la deforestación asola nuestros bosques, este ecohéroe no cesa en su empeño y seguirá plantando árboles en silencio. “Siempre los planto cerca de dónde paseo para verlos. Se quedarán allí… Es una forma de perdurar”.
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