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Humor al cubo

Cuando Miguel Iríbar acabó en el cuartelillo por culpa de una tostada

“En la vida hay que echarle guasa a todo”. Por eso, Miguel Iríbar (Huelva, 1976) no ha dejado de escribir monólogos desde su primera aparición en Central de Cómicos, de Paramount Comedy. El humorista andaluz estudió Periodismo, pero lo dejó al sentirse atraído por la comedia. Los últimos años los ha pasado recorriendo España subido a un escenario, de bolo en bolo, de pueblo en pueblo. Aunque haya superado la crisis de los cuarenta y ande metido en mil líos, estos días se le puede ver en La Chocita del Loro con su espectáculo Treintañero terminal. Colaborador de El Condensador de Fluzo (La 2) y de Tarde lo que tarde (RNE), también ha creado durante la pandemia el podcast La paletada con su amigo el cómico Nacho García. 

Pregunta: ¡No has parado este último año y medio! 

Respuesta: Justo después de que nos confinaran, Nacho me ofreció hacer el podcast y lo estamos pasando muy bien, la verdad. Además, hemos convertido el formato podcast en un show en directo que estamos haciendo también en el Golfos Comedy, un bar que ha abierto en la calle Huertas. En los últimos meses, he aprovechado bastante para escribir. Estoy bastante a tope y esperando a que la cosa se recupere. 

P: Ya no queda nada para volver a la vida normal… 

R: Ya queda poquito, yo creo que sí, ¿no? Ya está, ¿no? Ya está. Como broma, ya está bien. Ha sido un año y pico duro. Yo he notado que el público que está yendo ahora a los monólogos tiene muchas ganas de reírse, de olvidar las penas, de evadirse y de pasárselo bien. Eso se agradece. Después de esto, no vamos a ser mejores personas pero sí vamos a ser gente con más ganas de reírnos que antes. Eso casi seguro. 

P: Durante mucho tiempo, el teatro y el humor han sido las únicas ofertas culturales. 

R: Sí, sí, es verdad. Durante una buena época no ha habido conciertos, no ha habido bares… La gente iba a los monólogos por eso, porque no había oferta de otra cosa. Y ahora le ha pillado el gusto. Como todavía no pueden perrear hasta el suelo sin mascarilla, que es lo que muchos quisieran, yo creo que es una oferta que se va a consolidar. En cuanto vuelvan los aforos normales, la cosa va a ir para adelante. Tiene pinta.

P: ¿Tú has sido siempre gracioso? 

R: Yo creo que siempre hay que tener humor en la vida y echarle guasa a todo, pero sobre todo he sido un metepatas desde pequeño. Cuando salgo siempre meto la pata sin darme cuenta. Una vez acabé en una comisaría por preguntar si el pan de una tostada era del día... 

P: ¿Perdón? ¿Cómo fue eso? 

R: Estábamos en un pueblo de Extremadura e iba con un colega. Habíamos pasado toda la noche de fiesta en el pueblo de al lado, del que habíamos tenido que huir haciendo autostop porque mi amigo se había metido en una pelea. Fuimos a desayunar a un sitio y pregunté si tenían pan del día, era un domingo de verano, y el hombre me dijo que sí: “Pues ponme una tostada con mantequilla y mermelada y un café”. Me la como y estaba muy seca, así que le dije: “Esto no me gusta. Mira, está muy seca”. Y me contesta: “¡Que va a estar seca!” Mi amigo Loren, que venía un poco enfadado del pueblo anterior, se mete y le dice: “¡Pues quiero el libro de reclamaciones!”

R: Os sacó el libro de reclamaciones, imagino… 

R: Sí, pero antes nos dijo que si queríamos el libro de reclamaciones le teníamos que dar el DNI, que si no, no lo sacaba. “¿Quieres el DNI? Pues mira, ¡te doy el DNI!”, le contesté y me metí la mano en el bolsillo. El tío pensó que iba a sacar una navaja o algo. No sé lo que pensó... Sacó un palo de debajo de la barra, pegó un palazo y empezó a perseguirnos. Salimos corriendo y nos fuimos a una comisaría de la Policía Local a denunciar al tipo. 

P: ¿Qué os dijeron? 

R: Mientras escribía la denuncia el policía de allí, que estaba con una máquina de escribir, te estoy hablando del año noventa y pico, nos dice: “Bueno, mira, ¿por qué no os dais una vuelta mientras redacto la denuncia? Tomad las llaves del castillo que hay aquí al lado y os dais un paseo”. Entonces nos dio unas llaves del castillo y lo vimos, estaba medio en ruinas... 

P: Vaya momento más inadecuado para hacer turismo… 

R: Sí… Total que volvimos a comisaría, cogimos la denuncia y cuando íbamos a subirnos al autobús de vuelta a Sevilla, escuché que dos guardias civiles, ya no policías locales sino guardias civiles, nos dicen: “Alto. ¿Ustedes han estado ahí en un bar? Vamos al cuartelillo”. Les pregunté: “¿Pero de qué se nos acusa?” “¡Vamos al cuartelillo!” De repente, nos llevan a los dos allí y nos preguntan qué ha pasado. Les digo: “Mira, pues es que yo dije que la tostada estaba seca y entonces mi amigo se enfadó, pidió el libro de reclamaciones y el tío de pronto sacó un palo”. 

P: ¿Cuál fue la respuesta del guardia civil? 

R: En un giro imprevisible de los acontecimientos, mete la mano debajo de la mesa del cuartelillo y saca la tostada que yo me había estado comiendo en el bar de arriba del pueblo. La pone encima de la mesa y dice: “¿Qué le pasa a esta tostada? Esta tostada está buena”. Y digo: “No, no, no. Esa tostada no está buena, está muy seca”. Su respuesta: “A esta tostada no le veo ningún problema”. “Bueno, pues cómasela usted. Yo le digo que esta tostada no está buena”. Esto ya no llegaba a ninguna parte y el tío estaba como enfadado. Nos habían registrado y, claro, no habían encontrado navajas ni nada y dice: “Pero, ¿qué hacéis aquí? ¿Qué hacen vuestros padres?” Le expliqué: “Mira, mi padre es comandante del Ejército del Aire y el padre de Loren es catedrático de Derecho Penal”. Y claro, ya se aflojó un poco y nos dice: “Con lo bonito que es ir por los pueblos pasándoselo bien con la gente y vosotros aquí dando el lío. Venga, anda, iros para Sevilla de una vez”. Y nos fuimos en el autobús con una sensación, sin haber dormido, de: “¿Esto ha pasado?” Y sí, había pasado... 

P: ¡Qué situación más surrealista!, ¿no? 

R: Sí, sí, claro. Era como: “¿Estamos seguros de que esto ha pasado?” O sea, ¿de verdad un señor ha bajado una tostada? Eso significa que el guardia civil se fue al Bar Manolo y bajaron la cuesta con un plato y una tostada en la mano, como diciendo: “Los vamos a pillar. Con esta prueba los reventamos. En cuanto diga lo de la tostada se la saco y reviento su coartada de que solo querían pan del día”. En fin... Bueno, locuras que pasan. Así es la vida.