Jueves, 20 de diciembre de 1973. Los 10 de Carabanchel, fundadores del sindicato CC.OO, se encuentran en el banquillo acusados de subversión y organización política clandestina. Quince minutos antes de la vista y a menos de un kilómetro y medio, en la madrileña calle de Claudio Coello vuela por los aires el coche de Carrero Blanco. El proceso se pospone unas horas. Desde el calabozo de las Salesas, los sindicalistas oyen como una concentración de gente pide sus cabezas. Acaban siendo condenados a una pena que sumará ciento sesenta y dos años de prisión. Hasta diciembre de 1975, cuando el rey Juan Carlos I firme el indulto, tres de los condenados sólo verán la luz entre las rejas de la tercera galería de Carabanchel. Para entonces, Nicolás Sartorius, con 37 años, ya sabrá mucho de situaciones anormales.
Nada normal fue abrir los ojos al mundo en plena Guerra Civil. Jugar al fútbol en las calles de posguerra, respirando mucho miedo y poco pan. Llegar a la universidad en una época de revueltas estudiantiles con sobrada inteligencia emocional para tomar conciencia de lo que significaba “una dictadura tan horrible y represora que machacaba los derechos de los trabajadores y de la ciudadanía y nos impedía entrar en Europa”.
Tampoco era normal militar en el Partido Comunista con poco más de veinte años siendo hijo de nobles, aunque él siempre haya considerado a la aristocracia “una fantasía”. Menos normal ser sometido a un consejo de guerra y tener que pisar por primera vez una celda durante la huelga minera del silencio: “La cárcel es lo peor que te puede pasar porque es una forma de quitarte la vida”. Reducir sus apellidos Sartorius Álvarez de las Asturias Bohorques por sólo el de Álvarez en pasaportes falsos para pasar la frontera a Francia era habitual, pero no normal. Tampoco lo era tener que esconderse en un local de la madrileña calle Vergara, junto a la Plaza de Ópera, para ser elegido representante de la Comisión Obrera de Papel, Prensa y Artes Gráficas. Y nada más lejos de la normalidad fue verse sometido al Proceso 1001 que le llevaría de nuevo a la cárcel junto a Marcelino Camacho y a ocho compañeros más.
Experto en sobrevivir a situaciones anómalas, Nicolás Sartorius advierte hoy de los desórdenes de nuestro mundo para que no entremos en una nueva anormalidad: “¿Acaso es normal que ocho grandes fortunas mundiales tengan más riqueza que tres mil quinientos millones de seres humanos? ¿O que el 1% de la población española acapare el 25% de todos los bienes? ¿Podemos hablar de normalidad cuando casi novecientos millones de personas pasan hambre crónica o mil millones no tienen electricidad o agua potable? ¿Vivimos en una situación normal cuando los altos ejecutivos ganan 270 veces más que el sueldo medio de los empleados o las mujeres cobran menos que los hombres desempeñando el mismo trabajo? ¿Es normal que en nuestro país tengamos más de un 20% de economía sumergida o que se privaticen los beneficios y se socialicen las pérdidas?”.
¿Esa es “la normalidad” que pretendemos recuperar tras la pandemia?, ¿Caminamos hacia una nueva anormalidad o debemos trabajar para alcanzar una normalidad nueva?
Nacido en plena guerra
Referente del antifranquismo, del sindicalismo y de la izquierda, a sus ochenta y dos años Nicolás Sartorius apunta que la desigualdad es lo menos normal de esta nueva anormalidad: “Porque es el origen de todos los males que padecemos, una desigualdad tan indecente como creciente. Y cuando alcanza un grado tan alto como el de ahora, afecta seriamente a la democracia”. Él conoce bien la magnitud del riesgo que implica debilitar la soberanía popular.
En mayo de 1938, un ataque aéreo indiscriminado bombardeó el mercado central de Alicante. Más de trescientas víctimas mortales, centenares de heridos y una ciudad desolada fue el resultado de una acción que formaba parte de la campaña de terror ordenada por las autoridades nacionales cuando las tropas rebeldes habían alcanzado el Mediterráneo. El noveno hijo de los Condes de San Luis acababa de nacer. Su familia se encontraba en San Sebastián, a veinte kilómetros de la villa de Zarauz que, siguiendo a la reina Isabel II, construyó su bisabuelo, Luis José Sartorius, jefe de Gobierno y después presidente de las Cortes. Al acabar la guerra regresaron a la capital: “El aire y la luz de Madrid cuando no hay polución es lo que más me recuerda a mi infancia”. En aquel último año de la década de los treinta, con una limitada red de tranvías y sin apenas coches, la calidad del aire contrastaba con la miseria y el miedo que también se palpaba en el ambiente. Rodeado de hermanos, de libros y de música clásica, de las sinfonías de Mahler y de Beethoven que hoy sigue disfrutando, Sartorius creció en un barrio próximo a la Residencia de Estudiantes: “Tuve una infancia feliz en una familia muy numerosa y austera. Jugábamos al fútbol en un solar. Empecé siendo hincha de la Real Sociedad, pero luego jugué en un equipo infantil del Madrid”.
Con veinte años, abrir los ojos a la calle más allá del recorrido de un balón hizo que empezara “a tomar conciencia del país en el que vivía”.
Militante del PCE con poco más de veinte años
En la trilogía de El Ruedo Ibérico que Sartorius relee, Valle-Inclán retrata a quienes quieren impedir la revolución para que la sociedad evolucione y a quienes la protagonizan. El hombre. que sólo conserva el carné de CC.OO, pronto tuvo claro que él era de los segundos. La estirpe de sus apellidos no impidió que, a los dieciocho años, ya estudiando Derecho en la Universidad Complutense, se remangara la camisa para trabajar como chapista y dormir en una pensión: “En aquella fábrica descubrí lo dura que era la vida de los trabajadores”. Y en las revueltas universitarias que arrancaron en 1956 comprobó el alcance de “la dictadura fascista que nos machacaba”.
Al acabar la carrera ya formaba parte del Frente de Liberación Popular y a los veintitrés años militaba en el PCE: “Mi padre fue siempre enormemente respetuoso. Sólo me advirtió de que tuviera cuidado. Estos son muy brutos, me dijo”.
El consejo paterno no le libró de pisar la cárcel sólo un año después. En 1962, durante la huelga de la minería asturiana, un consejo de guerra le condenó a dos años de prisión. Allí aprovechó para estudiar a sus venerados enciclopedistas, como al barón de Holbach. También algunos de los ensayos que Antonio Gramsci había escrito durante su encarcelación con títulos camuflados porque “como había mucha ignorancia por parte de los censores se colaban libros que estaban prohibidos en las librerías ”.
Cofundador de CC. OO
Como el protagonista de La mirada de Ulises, una de sus cintas favoritas, Sartorius se cruza con su propia historia echando una mirada al pasado crucial de nuestro país. En sus años de entradas y salidas de la cárcel conoció a Marcelino Camacho. Con él compartió mesa en la primera cita de la Coordinadora Estatal de CC.OO. Siguieron varios encuentros más hasta que el 24 de junio de 1972, “por una filtración de alguien que sabía de la reunión”, la policía les detuvo junto con el resto de la dirección del sindicato en el convento de los Oblatos de Pozuelo de Alarcón: “Nos encarcelaron hasta que tuvo lugar, casi un año después, el Proceso 1001”.
Pese a los años secuestrados en prisión, el miembro del Comité Central del PCE, diputado durante la II, III y IV legislaturas y portavoz en el Congreso de Izquierda Unida recalca que “lo más importante que yo he hecho en mi vida ha sido organizar y dirigir las movilizaciones de los trabajadores. La llegada de Arias Navarro a la Jefatura del Gobierno supuso un momento durísimo: no estaban legalizados los partidos ni los sindicatos y en 1976 hubo más procesos de orden público que con Franco. El Movimiento no desaparece hasta el 77. Y ese periodo de movilización muy fuerte, de huelgas y acciones, eso es lo que trajo la democracia a España. La nuestra es la democracia de los trabajadores”.
Sartorius insiste en que “España tiene cosas muy buenas: el paisaje, el paisanaje, el sol, la luz, la gastronomía y, desde luego, el museo del Prado”. Pero también apunta a la desigualdad excesiva, a los destrozos urbanísticos, a la carencia de ciencia y a lo cutre que es el capitalismo español“ como lo peor de nuestro país. Añade, ”como totalmente anormal“ que el jefe del estado ”haya acabado teniendo problemas con Hacienda y que supuestamente haya cobrado comisiones por su trabajo“.
Para alcanzar una normalidad nueva “a nivel mundial me parece fundamental cumplir con los acuerdos en cuanto a la lucha contra el cambio climático y acabar con los paraísos fiscales que son nuestros infiernos porque es donde se acumula una parte importantísima de la riqueza de la humanidad que no paga impuestos. A nivel europeo, lo más inmediato sería crear una Europa social que no existe, es decir, un estado del bienestar que se sostenga también a nivel europeo. Y en el caso de España hay cuatro cuestiones: la primera, que se invirtiera en ciencia para recuperar el retraso que tenemos. Llegar a un 3% en el PIB en los próximos años sería muy importante. En segundo lugar, modificar un sistema productivo débil con una industrialización que tendría que pasar del 14% al 20%. También habría que fortalecer el sistema del bienestar y para eso hay que aumentar la presión fiscal por lo menos cuatro o cinco puntos en los próximos años. Y, por último, conseguir la igualdad entre hombres y mujeres empezando por el tema salarial. Yo creo que son cosas que se pueden hacer razonablemente si aplicamos los esfuerzos necesarios para ello”.
Esperanzado en que “seamos capaces de superar las anormalidades fundamentales y establezcamos una normalidad nueva”, Nicolás Sartorius, el niño que soñó con jugar al fútbol, el joven que supo ver que enfrentarse a la dictadura no entendía de linajes ni blasones, y el hombre que ha hecho de su apellido historia de la lucha fundamental por la democracia, despide su Playlist. Deseando recibir la noticia de que “la pandemia ha desaparecido definitivamente”, continúa viendo la serie de Tom Tykwer Babylon Berlin, y pronostica que “el capitalismo fenecerá cuando la humanidad comprenda que la desigualdad nos lleva a la ruina”.
Un libro: El ruedo ibérico (Ramón del Valle-Inclán)
Un disco: La 5ª Sinfonía de Mahler y La 9ª Sinfonía de Beethoven
Una película: La mirada de Ulises (Theo Angelopoulos)
Una serie: Babylon Berlin
Un aroma: “El aire y la luz de Madrid cuando no hay polución”
El tuit que le gustaría recibir: “La pandemia ha desaparecido definitivamente”
Lo mejor y lo peor de nuestro país es …
Lo mejor: “El paisaje, el paisanaje, el sol, la luz, la gastronomía y el Museo del Prado”
Lo peor: “La desigualdad excesiva, los destrozos urbanísticos, la carencia de ciencia y lo cutre que es el capitalismo español”
Una cita: “¿Qué sería de este corral sin sol?” (Valle-Inclán)
“¡Oh naturaleza, soberana de todos los seres y vosotros sus hijos, la virtud, la razón, la verdad, sed nuestras únicas divinidades!” (Baron de Holbach)