1812, Massachusetts. La cabeza del gobernador del estado, Elbridge Gerry, no para de dar vueltas en torno a un asunto: cómo lograr que su partido, el antiguo Demócrata-Republicano, logre la victoria electoral en los distritos del norte y del oeste. Necesita encontrar una solución, un mecanismo que le permita alzarse con la victoria a pesar de las zonas del estado que le son más hostiles. A sus 70 años, le quedan pocas balas para llegar a la Casa Blanca y las elecciones de ese mismo curso jugarán un papel decisivo. Tras mucho discurrir, Gerry da con la solución. Se ha dado cuenta de que lo que tiene que hacer es lograr que los votos de todos esos distritos en los que goza de menos apoyos tengan menos valor. Pero, ¿cómo? Claro, uniéndolos todos en uno. Convirtiendo varios distritos en uno solo. De esa forma, con el nuevo dibujo de las circunscripciones electorales, ese distrito desfavorable repartirá menos escaños que con la anterior distribución, mientras que el resto de territorios mantendrán su reparto de escaños habitual. Victoria segura. Al cabo de más de 200 años, aquella argucia que se lo ocurrió a Elbridge Gerry tiene una importancia capital en el sistema electoral de los Estados Unidos, más si cabe teniendo en cuenta que cada diez años son los propios congresos de cada estado los que se encargan de rediseñar su mapa electoral.
El politólogo y analista Pablo Simón lo explica así: “En un sistema mayoritario, es decir, aquel en el que un candidato consigue la representación si tiene un solo voto más que su oponente, el gerrymandering dispersa los apoyos electorales del rival en diferentes circunscripciones de forma que siempre acaben encontrándose en minoría”. Por eso, si el partido en el poder manipula el mapa electoral a través de la técnica que ideó Elbridge Gerry, siempre obtendrá resultados favorables, toda vez que se asegura de lograr la mayoría en las circunscripciones que están en liza. En otras palabras, el gerrymandering funciona en dos direcciones. Por un lado, el cambio en el dibujo electoral permite al partido en el poder asegurarse de que la oposición se encuentra en minoría en la mayor parte de estados. Por el otro, le permite agrupar en solo un estado (o en los menos posibles) todo el voto a la oposición, con tal de asegurarse la victoria en el resto. De todo eso se dio cuenta en 1812 un grupo de periodistas, que bautizó la trampa con una mezcla entre el nombre del político —Gerry— y ‘salamander' —'salamandra', en inglés— por la silueta parecida a la de ese animal que terminó adoptando el nuevo distrito electoral.
La pieza del mecanismo electoral estadounidense que abre la puerta de la trampa a los mandatarios —aunque, a lo largo de la historia, ha ocurrido en muchos países— es la potestad que tienen los propios políticos de los congresos de cada estado a la hora de dibujar las circunscripciones electorales para la Cámara de Representantes, tal y como apunta Pablo Simón. Al tener que rediseñarse periódicamente, es muy goloso para el partido que ostenta la mayoría en el Congreso aprobar unos límites que le sean ventajosos y, por ende, desfavorables para la oposición. Ahora bien, es importante tener en cuenta que el gerrymandering no tiene nada que ver con el prorrateo, el fenómeno que llevó a Donald Trump al poder a pesar de perder por más de tres millones de votos totales frente a Hillary Clinton. Lo que pasó entonces fue que Clinton venció en estados como California, en los que vive —y vota— una gran cantidad de población, pero Trump se llevó el triunfo en un mayor número de estados pequeños. “Al cambio”, como explica Simón, “el actual presidente salió ganando en la suma de escaños”, a pesar de que fue Clinton quien arrasó en votos.
¿Es posible el gerrymandering en España?
“En España es complicado que hablemos de gerrymandering”, asegura el politólogo. “En la Constitución española está fijado que la circunscripción electoral es la propia provincia”, continúa, “por lo tanto, no se permite el rediseño del mapa electoral, que se ha mantenido estable prácticamente desde Javier de Burgos en el siglo XIX”. Sin embargo, Simón concreta que en la arena autonómica existen algunos matices: “Hay circunscripciones que son inferiores al nivel provincial”. El analista pone el ejemplo de Murcia, donde hasta hace poco tiempo se contaban hasta cinco circunscripciones diferentes que “se diseñaron en su día para aminorar el poder del Partido Cantonal de Cartagena”. En cualquier caso, resuelve, “en España tenemos un modelo electoral proporcional, en el que es más complicado que el gerrymandering tenga efecto porque nunca lapida totalmente una mayoría. Siempre hay posibilidades de que un partido consiga representación”. Esa es una de las razones por las que el Congreso de los Diputados es más plural que la Cámara de los Representantes de los Estados Unidos de América.
Aquella idea del gobernador Gerry —quien terminó por colarse en la Casa Blanca como vicepresidente desde 1813 hasta 1814, cuando murió de una enfermedad cardiovascular— ha perdurado hasta nuestros días con particular incidencia en los países anglosajones. Aunque a medida que han ido pasando los años los parlamentos de todo el mundo han incluido garantías para evitar la aparición del gerrymandering, la trampa no puede descartarse en algunos escenarios, como por ejemplo el estadounidense, donde en 2021, como sucede cada diez años, se procederá al rediseño del mapa electoral. Será entonces cuando los políticos norteamericanos con mayoría en los distintos congresos tendrán que luchar por mantenerse honestos y no dejarse convencer por el fantasma del vicepresidente Elbridge Gerry.