“Antes de Sigmund Freud”, señala el psicólogo Víctor Lorenzo Guerreiro, “se entendía el inconsciente, simplemente, como lo contrario a lo consciente”. Fue el neurólogo austríaco quien dio una nueva dimensión a un término del que ya habían teorizado filósofos como Eduard Von Hartmann o el mismo Arthur Schopenhauer. “Freud le da un significado mucho más amplio y complejo”, explica. Es el primero que lo aplica en el campo de la Psicología y el que inventa un nuevo método para estudiarlo. Para Freud, en palabras del psicólogo, el inconsciente “es una instancia de nuestra psique (concepto que engloba todos los procesos mentales conscientes e inconscientes que lleva a cabo una persona) que está detrás de lo que hacemos, decimos o deseamos”, tal y como lo definió el neurólogo en su libro Lo inconsciente (1915). No obstante, y pese a la gran popularidad que llegó a alcanzar, gran parte de la comunidad científica se opuso –y se opone– frontalmente tanto a su teoría, como al método del psicoanálisis, que se centra en analizar precisamente el inconsciente. Pero, ¿por qué? ¿Qué tiene el método de Freud para que no pueda entenderse como una parte más de la Psicología y, por tanto, de la Ciencia?
Más bien, qué es lo que no tiene. “El psicoanálisis no sigue un método científico”, reconoce Lorenzo Guerreiro, cercano a las terapias de psicoanálisis. Aunque asegura que, a pesar de no seguir ese método científico –que requiere comprobaciones empíricas, mediciones y experimentación–, “sí que es un método que entendemos como válido y aceptable”. Por su parte, Iván Pico, divulgador y también psicólogo, establece una diferencia drástica: “Hoy en día, podríamos decir que son ramas de estudio diferenciadas: una cosa es la psicología y otra el psicoanálisis”. Valora las aportaciones teóricas de Freud, pero considera que no puede demostrarse la eficacia de sus métodos, que consistían en dialogar con los pacientes y observarlos. “Además”, continúa, “él mismo escribió que, en los años posteriores a sus estudios, los avances científicos permitirían evaluar si su teoría del inconsciente estaba o no en lo cierto”. Pino insiste, empero, en la importancia de la figura del neurólogo, que “trató de dar explicación a una serie de fenómenos mentales en un tiempo en que no existía tecnología para plantar cara a semejante reto”.
Víctor Lorenzo Guerreiro define el inconsciente, siguiendo el pensamiento freudiano, como esa parte de la psique que guía la forma de actuar de las personas y a la que la parte consciente no tiene acceso. En otras palabras, se trataría de una especie de motor que las personas no percibimos, pero a la que debemos gran parte de nuestras actuaciones. “Freud decía, sin embargo, que sí existen algunos fenómenos en los que se puede observar dicho inconsciente: los lapsus, los actos fallidos, los chistes y, por encima de todos, los sueños”. El austríaco consideraba esos últimos 'la puerta del inconsciente' y, en palabras de Lorenzo Guerreiro, son la prueba de que esos sentimientos y sensaciones internas que se hallan en el inconsciente no se pueden controlar y pueden brotar cuando, por explicarlo en palabras llanas, se relaja la parte consciente o racional de los individuos.
“Es importante no confundirlo con el subconsciente”, matiza. “Aunque, a veces, se emplean como sinónimos, el propio Freud rechazó el término por referirse «a lo que está por debajo de la conciencia»”. Lo que propuso, en cambio, fue la diferenciación entre el nivel consciente, donde se encuentran los sentimientos relacionados con la realidad; el preconsciente, donde se hallan los que no tienen que ver con la realidad, pero que pueden hacerse presentes fácilmente –por ejemplo, los recuerdos olvidados– y el inconsciente, el nivel más inaccesible para la parte consciente donde se ubican los sentimientos reprimidos, posiblemente adquiridos durante procesos de sufrimiento vividos con anterioridad, tal y como apuntan en el Centro Psicológico CEPSIM de Madrid.
Consenso científico alrededor de la rama cognitivo-conductual
“En la psicología científica”, explica Iván Pico, “la terapia que goza, en la actualidad, de más apoyo entre los profesionales es la cognitivo-conductual”. Lejos de la idea de inconsciente de Freud, se trata de una práctica que une la rama cognitiva y la conductual y que defiende que las personas llevamos a cabo conductas que responden a un patrón mental aprendido durante nuestra vida. A diferencia del psicoanálisis, que requiere de tratamientos muy largos en los que el psicoanalista trata de penetrar en el inconsciente del paciente, “la cognitivo-conductual se basa en cómo se producen y gestionan los procesos cognitivos que dan lugar a determinados comportamientos, aplicando técnicas y teorías avaladas”, tal y como señala Pico, “por una amplia evidencia científica, así como estudios de investigación que validan su eficacia y que, en muchos casos, se apoyan en la neurociencia”.
El psicoanálisis y la teoría del inconsciente todavía hoy suscitan debate entre los psicólogos partidarios y detractores. Por su parte, la comunidad científica lo rechaza. “Y la universidad española”, completa Pico, “también”. Pico apunta que “el psicoanálisis se estudia más como un contenido histórico, que como algo aplicable hoy en día”. De todos modos, puntualiza que “significó el inicio del estudio de la mente desde una interesante perspectiva que dio pie a muchas teorías posteriores que trataron de explicar la psique humana y el funcionamiento de nuestro cerebro”.